Lecciones del Antiguo Testamento
Confiemos en Jehová perpetuamente
A Isaías se le llamó a efectuar una tarea difícil; fue el profeta para los del pueblo de Judá cuando éstos vivían en la apostasía y, en su mayor parte, seguían el liderazgo de gobernantes inicuos. Fue una época en la que existían la opresión contra los pobres, la idolatría que iba en aumento y la transgresión de las leyes de moralidad mientras los reinos de Judá e Israel se enfrentaban a los ejércitos de sus hostiles vecinos, quienes avanzaban contra ellos.
Isaías aconsejó al pueblo que se arrepintiera, que creyera en la venida del Mesías y que confiara “en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos” (Isaías 26:4). Al escuchar, el pueblo prosperó; pero Isaías observó con tristeza la forma en que el pueblo del convenio de Israel finalmente rechazó el consejo divino. Al ser guiado por inspiración, Isaías profetizó la destrucción y el esparcimiento de Israel y vivió para ver la cautividad de las diez tribus de Israel y el cercano final del poder y de la prosperidad de Judá.
Sin embargo, dado su llamamiento profético, Isaías también nos vio a nosotros, el pueblo del convenio de los últimos días y sintió consuelo al saber que el reino del Señor no sólo iba a establecerse nuevamente sobre la tierra, sino que los Santos de los Últimos Días buscarían las bendiciones que se le prometen a la casa de Israel y que vivirían dignos de ellas. “Ahora, pues, oye… Israel, a quien yo escogí… mi Espíritu derramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos” (Isaías 44:1, 3).
Las palabras de Isaías se han preservado específicamente para nosotros; se hace referencia de ellas en muchos de los pasajes de las Escrituras. El profeta Jacob, del Libro de Mormón, nos hace recordar: “…Y hay muchas cosas que Isaías ha hablado, las cuales se os pueden aplicar, pues sois de la casa de Israel” (2 Nefi 6:5). ¿En qué aspecto se aplican a nosotros las enseñanzas de Isaías? ¿Cómo podemos aplicar, de manera individual, sus palabras a cada uno de nosotros?
Buscar al Señor
Isaías y el pueblo de esa época vivían en un campo de batalla político y moral, y está sucediendo lo mismo con nosotros. Cuando Isaías les suplicó a los que le escuchaban que confiasen en el Señor, también se dirigía a nosotros. ¿De qué manera buscamos la dirección, la fortaleza y la protección del Señor y a la vez reconocemos Su mano en nuestra vida?
Al hacer convenios y observarlos, tenemos a nuestra disposición grandes bendiciones; particularmente, al bautizarnos y ser confirmados recibimos el don del Espíritu Santo. Al honrar los convenios y renovarlos cada semana cuando participamos de la Santa Cena, se nos promete que podremos “siempre… tener su Espíritu” con nosotros (Moroni 4:3; D. y C. 20:77). Las promesas del Señor son ciertas; reconoceremos la guía de Su mano en nuestra vida, a medida que vivamos dignos de recibir la inspiración de Su Espíritu y actuemos de acuerdo con esa inspiración.
Además de las Escrituras y de la guía de los profetas vivientes, he encontrado por lo menos tres maneras mediante las cuales el Señor puede guiarnos:
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Podemos obtener respuestas a oraciones específicas.
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El Señor a menudo influirá en nuestros pensamientos, palabras y acciones aun cuando no hayamos buscado orientación específica.
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Cuando hacemos frente a la adversidad y pensamos que el Señor nos ha abandonado, Él nos bendecirá con fortaleza para aprender las lecciones importantes de la vida.
Orientación divina
Es un privilegio y una bendición buscar la guía del Señor al acudir a Él en oración. Buscamos Su voluntad con respecto a nosotros en las diversas circunstancias de la vida: cuando tratamos de decidir con quién casarnos y cuándo hacerlo; qué carrera o estudios académicos debemos seguir o dónde vivir; cuando deseamos saber cómo cumplir con un llamamiento, ayudar en los asuntos familiares o prestar ayuda a un vecino o a un niño; y cuando necesitamos saber qué lecciones debemos aprender de la adversidad.
La mayoría de las veces obtengo una respuesta específica a mis oraciones en asuntos tales como ésos. En otras ocasiones, debo tomar una decisión de acuerdo con el mejor criterio que poseo. A veces el tiempo del Señor es distinto al mío, pero reconozco con agradecimiento Su mano en mi vida a medida que Él contesta mis oraciones.
También he descubierto que el Señor es generoso y con frecuencia nos da guía en nuestros asuntos, aun cuando no la hayamos buscado. Hace algún tiempo, una de nuestras hijas se postuló para las elecciones de un cargo en la escuela secundaria a la que asistía. El día de las elecciones, me hallaba en casa ocupada con los quehaceres diarios y de pronto vino claramente a mi mente la idea de que nuestra hija había perdido las elecciones y que yo debía ir más temprano a la escuela para recogerla. Observé el reloj y cuando supe que había llegado el momento en que se anunciarían los resultados de las elecciones, llegué a la escuela. Al entrar por la puerta principal, todos los estudiantes que habían participado en las elecciones estaban sentados en el pasillo de entrada; estaban escuchando los resultados antes de que se anunciaran al resto de los alumnos. Nuestra hija se sintió agradecida de volver a casa temprano para poner sus pensamientos, sus emociones y sus prioridades en orden antes de reunirse con sus amigas al día siguiente. Estoy agradecida por que el Señor, quien creó el universo, también guiara a una madre a consolar el corazón de su hija.
He sentido la inspiración del Espíritu en otras ocasiones cuando no he buscado una guía específica; ha estado allí para prevenirme; me ha ayudado cuando no sabía qué decir ni qué hacer en mis esfuerzos por “llorar con los que lloran… y… consolar a los que necesitan de consuelo” (Mosíah 18:9). Me ha confirmado las verdades que se enseñaron en una lección o en un discurso y me ha guiado en la forma en que debo responder a mis hijos cuando hacen preguntas o tienen dudas o cuando desean seguir las cosas del mundo. He descubierto que a menudo las palabras necesarias o aquello que debemos hacer nos “será dado en la hora, sí, en el momento preciso” (D. y C. 100:6).
Cuando cada uno de nosotros hace frente a la adversidad, tal vez haya ocasiones en que nos preguntemos si el Señor se acuerda de nosotros. Isaías nos enseña que hay que confiar en el Señor aun ante esas situaciones:
“Bien que os dará el Señor pan de congoja y agua de angustia, con todo, tus maestros nunca más te serán quitados, sino que tus ojos verán a tus maestros.
“Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él” (Isaías 30:20–21).
La adversidad muchas veces nos hace más receptivos a la inspiración del Espíritu. Y entonces nos “[convertiremos] a Jehová, y [nos] será clemente y [nos] sanará” (Isaías 19:22). Al confiar en el Señor durante la adversidad, abrimos la puerta a Su poder fortalecedor y sanador.
“Nos gozaremos y nos alegraremos”
Sé que al aplicar las enseñanzas de Isaías a nosotros mismos, sentiremos gozo por su consejo de “confia[r] en Jehová perpetuamente”. Al hacer convenios y observarlos y al seguir la inspiración de Su Espíritu, la mano del Señor guiará nuestra vida y tendremos aseguradas las bendiciones que se nos han prometido.
“Destruirá a la muerte para siempre; y enjugará Jehová el Señor toda lágrima de todos los rostros…
“Y se dirá en aquel día: He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación” (Isaías 25:8–9).