2006
Compartiendo el patrimonio familiar
Septiembre de 2006


Compartiendo el patrimonio familiar

A comienzos del mes de agosto de 2002, llegué a un punto muy importante de mi vida. Al cumplir 80 años, dejaba atrás la etapa de la madurez y comenzaba la etapa de la vejez. Para celebrar ese hecho, decidí llevar a mis hijos y a mis nietos por un recorrido de Logan, Utah, mi pueblo natal, para compartir con ellos el impacto que esta ciudad ha tenido en mi vida.

Designé nueve sitios que deseaba que mi familia viera en Logan. Para cada sitio, seleccioné un pasaje de las Escrituras, a fin de enseñar una lección sobre la importancia que ese lugar en particular tuvo en mi vida.

1. La lección de la escuela de educación secundaria Logan: Vivan de acuerdo con su potencial

“…con algunos no estoy muy complacido, porque no quieren abrir su boca, sino que esconden el talento que les he dado, a causa del temor de los hombres” (D. y C. 60:2).

Yo era muy tímido en la secundaria y no aproveché al máximo las oportunidades de mejorar y de pulir mis talentos. Tenía miedo de intentarlo; la lección que deseaba enseñar a mi familia era la de vivir de acuerdo con su potencial. No tengan miedo de hacerlo; tengan confianza en ustedes mismos. En todo lo que hagan, no alcanzarán el éxito en el primer intento, pero el resultado de intentos consecutivos trae tanto la seguridad en uno mismo como el desarrollo de nuevos talentos.

2. La lección del Tabernáculo de Logan: El gozo de prestar servicio en el Evangelio

“…cuando os halláis al servicio de vuestros semejantes, sólo estáis al servicio de vuestro Dios” (Mosíah 2:17).

Mi padre sirvió en la presidencia de la Estaca Cache, de Logan, aproximadamente 20 años, y me pareció apropiado que hiciéramos una visita al tabernáculo, en donde teníamos nuestras conferencias de estaca, para enseñar la lección de que el prestar servicio en la Iglesia trae gran gozo y es una manera de cultivar la habilidad de llevarse bien con las demás personas. Prestamos servicio en la Iglesia con la pura intención de edificar el reino de nuestro Padre Celestial. Por nuestro tiempo y nuestros esfuerzos, el Señor nos compensa, mucho más de lo que merecemos, con bendiciones que aumentan nuestros talentos y nuestras habilidades, para que prestemos aun más servicio. Es imposible estar a mano con el Señor.

3. La lección del bufete de mi padre: Formar un buen carácter; tener integridad

“…porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.

“Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre.

“Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos” (1 Timoteo 6:10–12).

Le conté a mi familia cómo me preparé para la profesión de banquero. Mi padre era abogado de un banco. Ahorré lo suficiente de mis ingresos de entrega de periódicos para comprar diez acciones del “First National Bank” [Primer Banco Nacional]. Papá insistió en que asistiera a las reuniones de los accionistas y así dar mi voto correspondiente a mis diez acciones. Él pensó que ésa era una manera de iniciarme en la profesión de banquero. Después de graduarme, recibí una propuesta de empleo que ofrecía más dinero que el negocio bancario. Pensé que optaría por tomar el puesto por unos años y que después regresaría al negocio bancario. Nunca llegué a ser banquero. Me esforcé por enseñar a mis nietos que el elegir un campo de estudio universitario no es tan importante como cultivar la integridad, la ética, los buenos hábitos de estudio y la edificación de un buen carácter como personas de fe, confianza e industriosidad.

4. La lección del lugar donde nací: El valor de nuestro patrimonio

“…He aquí, os he dado los nombres de nuestros primeros padres…; y he hecho esto para que cuando recordéis vuestros nombres, los recordéis a ellos; y cuando os acordéis de ellos, recordéis sus obras; y cuando recordéis sus obras, sepáis por qué se dice y también se escribe, que eran buenos” (Helamán 5:6).

Se me dio el nombre de mi padre; yo honraba a mi padre y deseaba mantener los mismos valores que él había establecido. Nuestro patrimonio nos da esos valores que perduran, los que estarán con nosotros tanto ahora como a través de toda la eternidad.

5. La lección de la vieja casa de la familia: La bendición de buenos padres

“Yo, Nefi, nací de buenos padres y recibí, por tanto, alguna instrucción en toda la ciencia de mi padre” (1 Nefi 1:1).

Me esforcé por enseñarle a mi familia que el mérito por el éxito que logremos en la vida en verdad pertenece a los padres, quienes nos han dado un gran comienzo. Mi padre fue un hombre que trabajaba arduamente; era un cabeza de hogar responsable y un excelente ejemplo de servicio, honor e integridad. Él amaba a su familia y apartaba tiempo para estar con nosotros a pesar de que siempre estaba muy ocupado.

Mamá siempre estaba allí para enseñarnos y para darnos aliento; era una gran ama de casa que desempeñaba cuidadosamente las tareas hogareñas, administraba de una manera excelente las finanzas del hogar y era una maravillosa cocinera. ¡Cuánto amo y honro a mis padres!

6. La lección del pastizal para las vacas: Aceptar los retos que resultan de los cambios que ocurren en la vida

“Lo que es de Dios es luz; y el que recibe luz y persevera en Dios, recibe más luz, y esa luz se hace más y más resplandeciente hasta el día perfecto” (D. y C. 50:24).

Después de registrarnos en el hotel, le dije a mi familia: “Esta noche ustedes dormirán en el lugar donde antes teníamos el pastizal para las vacas”. Era el lugar donde habían construido el hotel. Ah, ¡cómo cambian las cosas! Siempre estaré agradecido por haberme criado en una época en la que arábamos, plantábamos, cuidábamos, irrigábamos y cosechábamos. Esas actividades eran muy importantes para nosotros.

Las generaciones futuras tendrán pocas ocasiones de disfrutar de esas mismas bendiciones que nosotros recibimos. Vivimos en un mundo que cambia con rapidez. De algún modo, debemos encontrar la manera de asirnos a los valores básicos e inmutables y aún así estar listos para recibir conocimiento adicional revelado que nos guiará a mejores oportunidades.

7. La lección de la tienda de helados: El valor de las tradiciones

“…la misma sociabilidad que existe entre nosotros aquí, existirá entre nosotros allá; pero la acompañará una gloria eterna que ahora no conocemos” (D. y C. 130:2).

El comer un barquillo con helado cada vez que vamos a Logan se ha convertido en una de nuestras numerosas tradiciones, pero de más importancia aún son las tradiciones de la actividad y el servicio en la Iglesia, la lealtad en la familia, etc. Las tradiciones especiales que establezcamos aquí con los miembros de nuestra familia perdurarán; debemos establecer tradiciones que se graben fuertemente en nuestro recuerdo, un recuerdo que perdurará aun en las eternidades.

8. La lección de la Universidad Utah State: El valor de tomar el tiempo para tener un noviazgo feliz y de éxito

“…quien prohíbe casarse no es ordenado por Dios, porque el matrimonio lo decretó Dios para el hombre” (D. y C. 49:15).

Expliqué que la mayor parte de mi noviazgo ocurrió en la Universidad Utah State. Los bailes, los eventos deportivos, el caminar a través del campus universitario para ir a la biblioteca, el estudiar allí, el asistir a las clases de instituto, el verse en los pasillos entre una clase y otra, las caminatas especiales alrededor del campus, etc., todo eso dio cabida para que llegáramos a conocernos mejor y para que disfrutáramos el gran valor de una relación que comenzaba a florecer. En ese entonces, eso llegó a ser lo más importante en mi vida. Cuando ese momento les llegue, afectará todo lo que hagan; asegúrense de que sea un momento valioso y especial.

9. La lección del Templo de Logan: La importancia del templo

“En la gloria celestial hay tres cielos o grados;

“y para alcanzar el más alto, el hombre tiene que entrar en este orden del sacerdocio [es decir, el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio];

“y si no lo hace, no puede alcanzarlo” (D. y C. 131:1–3).

El santo templo debe ser el punto central de nuestra vida; debemos ser siempre dignos de entrar en él. Si vivimos dignos de los convenios que hacemos con el Señor en Su casa, literalmente comprometemos al Señor a que nos dé las bendiciones que Él nos ha prometido. El Señor cumplirá Sus promesas si nosotros somos fieles a los convenios que concertamos con Él.

Concluimos nuestro recorrido al atardecer, en el antiguo edificio del Barrio Logan Nueve; previamente habíamos hecho los arreglos para que nuestra familia pudiera reunirse en uno de los salones. Allí se llevó a cabo una presentación sobre mi vida, en la que se incluían fotografías, comenzando por las de mis abuelos, mis padres, así como de las primeras etapas de mi vida. Después había fotografías de mi boda y de las bendiciones de los hijos, seguidas de fotografías de actividades que disfrutamos como familia.

El domingo por la mañana asistimos a los servicios de la Iglesia en la capilla del Barrio Nueve. Ese edificio se construyó bajo la supervisión de mi padre mientras servía como obispo, cargo que desempeñó durante dieciocho años. Esa mañana tuve la oportunidad de expresar mi testimonio en cuanto a las bendiciones del Evangelio en mi vida.

Después regresamos en auto a nuestra casa en Salt Lake City; sin embargo, antes de permitir que la familia disfrutara de una deliciosa comida de cumpleaños que mi esposa había preparado, les hice algunas preguntas sobre lo que habían aprendido, y una vez más testifiqué de la divinidad del Evangelio de Jesucristo.

Estoy absolutamente convencido de que el refugio más grande que jamás encontraremos en la vida serán esos maravillosos y estrechos lazos que tenemos con los miembros de nuestra familia.

Les doy mi testimonio a ustedes. El Evangelio de Jesucristo es verdadero; nunca les fallará. Es la única esperanza para la salvación individual y un refugio de las tormentas a las que hacemos frente en nuestro trayecto por la vida terrenal. Que Dios continúe bendiciéndoles con el deseo de aprender más de Sus caminos y de ser obedientes a Su ley.

De un discurso que se ofreció durante un devocional en la Semana de Educación de la Universidad Brigham Young el 20 de agosto de 2002.