Noches de hogar inolvidables
Como lo testifican los miembros de todas partes del mundo, los recuerdos de una noche de hogar especial pueden alentarnos, guiarnos y permanecer vivos por el resto de nuestra vida.
Julio César Merlos, de la Estaca Arlington, Texas, escribe lo siguiente: “Recuerdo que cuando mis hermanos y yo crecíamos, éramos miembros nuevos de la Iglesia; nuestra familia no tenía muchos recursos económicos, pero teníamos fe en el Evangelio. Mi padre nos daba el ejemplo en la lectura de las Escrituras y para él, la noche de hogar era una oportunidad de enseñarnos lo que él mismo estaba aprendiendo.
“Una de las lecciones que nos dio en la noche de hogar tuvo gran influencia en mí. Fue cuando nos habló del albedrío y me acuerdo de las palabras que nos dijo: ‘Quiero darles un pequeño consejo para que lo recuerden toda su vida: Cuando estén tentados a desobedecer la Palabra de Sabiduría, la ley de castidad o cualquier otro mandamiento de Dios, consideren a quién afectará más su pecado. ¿Pecan contra Dios, la Iglesia, sus padres, su familia o contra ustedes mismos? Quiero decirles que los más afectados por su pecado serán ustedes mismos’.
“Mientras crecía, las pruebas y tentaciones que tuve fueron tan serias como mis padres me lo habían advertido y siempre traté de recordar el consejo que mi papá nos dio aquella noche. Veinticinco años después de haberlo recibido, todavía me fortalece y me da ánimo. Ahora mis hijos están recibiendo de mí el mismo consejo”.
Una noche de hogar que cambió una vida
Edevanir Leopoldino, de la Estaca São Miguel Paulista, São Paulo, Brasil, recuerda una noche de hogar que cambió su vida. Un día, cuando tenía dieciséis años y no era miembro de la Iglesia, llegó a la casa de su amigo Leandro para invitarlo a un baile que había en la localidad. Leandro, a su vez, lo invitó a quedarse para la noche de hogar con su familia. Sin saber bien de qué se trataba, Edevanir aceptó vacilante la invitación.
De aquella noche, él escribe: “¡Fue estupenda!”. El hermano de Leandro se iba a cumplir una misión, por lo que la noche de hogar era una fiesta de despedida. También recuerda: “El Espíritu del Señor me conmovió de tal manera que sentí una cálida sensación por dentro, tan fuerte que no supe qué hacer; también experimenté un gozo tan grande que ya nunca más podía volver a sentirme solo.
“Después de aquella noche de hogar, empecé a recibir las charlas de los misioneros y al poco tiempo me bauticé. Al año siguiente me llamaron a prestar servicio en la Misión Brasil Porto Alegre [que pasó a ser la Misión Brasil Santa María]. Sólo han pasado ocho años desde aquella noche de hogar especial en casa de Leandro, y ya tengo noches de hogar con mi propia familia”.
En paz en medio de una muchedumbre
La noche de hogar no tiene por qué llevarse a cabo en una casa para ser memorable. Lyubov Salimova, del Distrito Donetsk, Ucrania, cuenta sobre una noche de hogar especial que tuvo mientras estaba de vacaciones en la costa del mar. Su hermana, que vivía cerca de allí, la había invitado a la noche de hogar en su casa, a las ocho de la noche. “Sin embargo, para mi gran sorpresa, mucho antes de esa hora, mi hermana se encontró conmigo en la playa y me dijo: ‘No vamos a poder hacerlo en casa’. Trató de sonreír, pero la sonrisa era forzada y noté que estaba haciendo esfuerzos por no llorar. Había problemas en el hogar. Su sugerencia de que tuviéramos la noche de hogar allí, en la playa, me sorprendió por lo absurda: estábamos rodeadas de gente que caminaba, que estaba sentada, que tomaba sol y se reía. A pesar de eso, asentí.
“Colocamos las toallas la una frente a la otra y nos sentamos; inclinamos la cabeza y oramos. Mi hermana tenía el número de Liahona de julio de 2002, en el que se publicaron los discursos de la conferencia general, y empezó a leer un discurso del presidente Gordon B. Hinckley; parecía que en todas sus palabras nos explicaba cómo debíamos conducirnos en nuestra relación con otros miembros de la familia. Al leer las palabras de nuestro Profeta viviente, vi que mi hermana se había calmado por haber encontrado el sostén del Espíritu Santo, que se derramó abundantemente sobre nosotras. Sentimos que éramos hijas amadas de Dios, capaces de seguir adelante a fin de luchar por el bien. Nuestras almas quedaron en paz”.
Se desea la misma felicidad
Carla Santiváñez Castro, de la Estaca Surco, Lima, Perú, escribe esto: “Recuerdo una noche de hogar en particular: los cuatro niños prestamos mucha atención a la lección que papá nos presentó; después participamos en juegos muy interesantes. No sólo nos divertimos mucho sino que también aprendimos sobre el Salvador. Lo que recuerdo mejor de aquella noche es el hecho de ver a mis padres tan felices, disfrutando de esos momentos con nosotros, sus hijos. Muchas veces me he acordado de los alegres sentimientos de esa noche.
“Ahora mi amado esposo y yo tenemos la oportunidad de realizar nuestras propias noches de hogar y de experimentar el gozo que yo vi en mis padres. Mi esperanza es que algún día nuestros hijos sientan en nuestras noches de hogar el mismo amor, la calidez, la confianza y la seguridad que yo sentí aquella noche, hace tanto tiempo”.
Sola para la noche de hogar
Berengere Caviale, de la Estaca Nancy, Francia, escribe lo siguiente: “Hace unas semanas, en una entrevista con uno de los miembros de la presidencia de la estaca, él me exhortó a realizar regularmente las noches de hogar. Por ser soltera, no me parecía necesario hacerlo, pero le prometí intentarlo como experimento. La semana siguiente puse a prueba mi promesa, aun cuando me sentía un tanto escéptica al respecto. Empecé con una oración y después canté algunos himnos; a partir de aquel momento, pude sentir muy fuerte el Espíritu. Después, leí un pasaje de la Biblia sobre la vida de Cristo, escribí algunos comentarios pertinentes y decidí seguir Su ejemplo; luego terminé con varios himnos, lo cual me elevó el espíritu. Durante aquellos cuarenta y cinco minutos de noche de hogar, ¡pude sentirme más cerca del cielo!”.
Cómo inspirar a un niño de seis años
Una de las dificultades con las que se enfrentan algunas familias en la noche de hogar es encontrar la forma de lograr la atención de los niños pequeños e inspirarlos. Christine Carter, de la Estaca Syracuse, Nueva York, escribe lo siguiente: “Hace poco fui al templo a recibir la investidura y quise tener una noche de hogar sobre la importancia del templo. Me había preparado bien, pero Tyler, mi hijo de seis años, no prestaba atención y se portaba mal; me sentí desalentada y estaba a punto de terminar la lección.
“Fue entonces que, inspirada por el Espíritu, miré a mi hijo a los ojos y le pregunté: ‘¿Sabes que la cosa más importante que tienes que hacer en la vida es ir al templo?’. El impacto que tuvieron aquellas palabras fue increíble: se quedó tranquilo y demostró interés en aprender sobre el templo. Disfrutamos al mirar las fotos de los templos y hablamos de cómo será la mansión que Jesucristo está preparándonos para cuando volvamos a Él; armamos un rompecabezas con la foto de un templo, y como nos divertimos mucho, volvimos a armarlo; después cantamos ‘Me encanta ver el templo’. Más adelante, Tyler decoró nuestro pasillo con fotos de varios templos; también decidió hacer una cubierta para la llave de la luz con un dibujo hecho por él del Templo de Salt Lake. Ahora, cada vez que encendemos la luz, podemos recordar que el templo nos alumbra el camino para regresar al Señor.
“Estoy muy agradecida por que el Espíritu me haya guiado durante aquella lección y que no me haya dado por vencida para enseñar a mi hijo la importancia del templo”.
Dediquen tiempo a la noche de hogar
“Congreguen a sus hijos a su alrededor; enséñenles, guíenlos y protéjanlos. Nunca hubo una época en que necesitáramos más que ahora la fuerza y la solidaridad del hogar”.
Presidente Harold B. Lee (1899–1973); véase “Seguid a los líderes de la Iglesia”, Liahona, diciembre de 1973, pág. 35.