2009
El amor de un profeta
Octubre de 2009


Ven y escucha la voz de un profeta

El amor de un profeta

De un discurso de la conferencia general de abril de 2008

President Dieter F. Uchtdorf

Hace algunos años, el presidente Thomas S. Monson fue a una conferencia regional de Hamburgo, Alemania, y yo tuve el honor de acompañarlo.

El presidente Monson preguntó por el hermano Michael Panitsch, un ex presidente de estaca que había sido uno de los pioneros más fuertes de la Iglesia en Alemania. Le dije que el hermano Panitsch estaba gravemente enfermo, que estaba postrado en cama y que no podía asistir a nuestras reuniones.

El presidente Monson preguntó si podíamos ir a visitarlo.

Yo sabía que, poco tiempo antes de su viaje a Hamburgo, al presidente Monson lo habían operado de un pie y no podía caminar sin sentir dolor. Le expliqué que el hermano Panitsch vivía en el quinto piso de un edificio que no tenía ascensores, por lo que tendríamos que subir por las escaleras para verlo.

A pesar de eso, el presidente Monson insistió y fuimos.

Recuerdo cuán difícil le resultó al presidente Monson subir aquellas escaleras. No podía subir más que unos pocos escalones sin tener que detenerse a descansar; pero en ningún momento se quejó y tampoco quería echarse atrás. Debido a que el edificio tenía techos altos, las escaleras parecían no terminar nunca; sin embargo, el presidente Monson perseveró con alegría hasta que llegamos al apartamento del hermano Panitsch, en el quinto piso.

Cuando ya nos encontrábamos allí, la visita fue maravillosa. El presidente Monson le agradeció el haber dedicado su vida al servicio y lo confortó con una sonrisa. Antes de irnos, le dio una hermosa bendición del sacerdocio.

El presidente Monson podría haber optado por descansar durante el tiempo libre que teníamos entre nuestras largas reuniones; podría haber dicho que quería ver algunos de los hermosos lugares turísticos de Hamburgo. A menudo me he puesto a pensar en cuán sorprendente fue que, de todos los lugares turísticos que había en aquella ciudad, lo que él más deseaba hacer era ver a un miembro de la Iglesia que estaba enfermo y débil.

El presidente Monson fue a Hamburgo a enseñar y a bendecir a la gente del país; pero, al mismo tiempo, él estaba centrado en la persona en particular.

Cuando el apóstol Pedro habló de Jesús, lo describió de manera sencilla: “[Él] anduvo haciendo bienes” (Hechos 10:38). Lo mismo se puede decir del hombre que sostenemos como el profeta de Dios.

Izquierda y extremo superior derecho: ilustraciones por Beth M. Whittaker; derecha: ilustración por Sam Lawlor.