Se empieza por la oración
¿Buscas respuestas? Estos jovencitos de Ottawa, Canadá, dicen que se debe empezar por la oración.
Cuando Jenni, de quince años, habla de haber recibido respuesta a una oración, empieza por disculparse, porque lamenta tener que admitir que durante casi un año no había orado con regularidad. Las cosas no habían estado marchando bien, ni en los estudios ni con sus amigas y ni siquiera en la Iglesia.
Una noche en que quería mirar una película, explica, se agachó para fijarse en las que estaban en el estante de más abajo y vio allí la fotografía de un tío que había muerto trágicamente hacía poco tiempo. De pronto, el peso de todo lo que le preocupaba le hizo sentir deseos de llorar. “En aquel momento supe sin dudas que tenía que orar”, dice. De inmediato se arrodilló, allí donde estaba, y oró.
Jenni describe la forma en que recibió la respuesta: “En seguida que terminé de orar, recibí respuesta a mis preguntas. Sentí que todo estaba bien otra vez; todo se iba a arreglar; mi tío estaba bien. Me di cuenta de cuánto me gustaban la escuela y mis amigos. Tan pronto como puse fin a la oración, supe que tenía que ir a la Iglesia porque era para mi bien; fue una impresión muy fuerte y me sentí muy cómoda y tranquila. Sé que mi Padre Celestial me ama y que Él me ayudará en todo”.
Jenni piensa que en su interior quería ofrecer aquella oración pero que algo se lo impedía. Ahora, hasta cuando piensa en aquel momento, vuelve a sentir esa tranquilidad y la misma seguridad de que la respuesta provenía del Señor.
Jenni Holt es de Ottawa, la hermosa capital de Canadá, construida en las orillas del río Ottawa. Ella y sus amigos de la Estaca Ottawa, Ontario, conversaron con un representante de las revistas de la Iglesia sobre el efecto que la oración tiene en su vida.
¿De dónde provienen las respuestas?
Uno de los aspectos más interesantes en los comentarios de estos jovencitos de Ottawa fue la forma en que fueron contestadas sus oraciones. Lo primero, dijo Susan Brook es: “Si quieres una respuesta, tienes que escuchar con atención”.
Susan comentó que a veces las respuestas llegan al leer las Escrituras, y dio un buen ejemplo: “Un día en que me sentía muy cansada, me mostraba desagradable con todo el mundo y no tenía ganas de hablar. Pero me acuerdo de que leí en las Escrituras, aunque no recuerdo dónde, que decía: ‘Sé humilde’, y aquello me impresionó mucho; ahí estaba mi respuesta” (véase D. y C. 112:10).
Ariana Keith dice que escucha con atención cuando está en la iglesia. “Creo que muchas de nuestras oraciones son contestadas por los discursantes de la Iglesia”, afirma. “Recuerdo los días en que esperaba recibir mi bendición patriarcal; justo la semana anterior a la cita que tenía para recibirla, el patriarca de la estaca fue a nuestro barrio para hablar. Yo había estado orando mucho sobre eso, y la oportunidad de oírlo fue fantástica”.
Mackenzie Loftus asegura que muchas veces recibe respuesta a sus oraciones a través de su familia. Una vez oró sobre una decisión de la familia y dice: “Sentí el Espíritu de inmediato, y supe que la decisión que habíamos tomado era la correcta”.
A veces, la respuesta viene en forma de una persona que camina a tu encuentro. Cuando Thomas Francis y su familia se mudaron a Ottawa, él quería encontrar amigos entre sus compañeros de estudios, y oró pidiendo hallar buenos amigos. “Un día”, cuenta, “uno de los jóvenes de mi clase se acercó y me preguntó: ‘¿Quieres venir a conocer a mis amigos?’ Desde entonces hemos sido amigos y eso me ha ayudado mucho”.
Dawson Lybbert tenía algo muy importante para comentar acerca de las respuestas a las oraciones; esto fue lo que dijo: “Hay veces en que no recibes la respuesta que esperas, sino la que te hace falta”. Y agregó que hay oportunidades en que no lo notas de inmediato, pero sí cuando miras atrás hacia aquel momento.
El tener alguien con quien hablar
Varios de los adolescentes comentaron lo bueno que es tener una familia que ora junta. A Kyffin de Souza le gusta particularmente el hecho de saber que los de su familia oran juntos todas las noches. “Tenemos un horario de turnarnos para dar la oración. Yo siento el Espíritu y sé que si estoy lejos de casa, ellos estarán orando por mi seguridad”.
A Bénédicte Bélizaire le encanta orar con sus padres todas las mañanas. “Voy a su dormitorio y oramos juntos”, dice. “Tengo un testimonio de que el Espíritu Santo está conmigo y, si necesito Su ayuda, se la pido al Padre Celestial”.
Y su amiga Ruth Decady afirma: “Es realmente importante que al decir tus oraciones sepas que nuestro Padre Celestial está escuchándote, que hay alguien que se ocupa de ti”.
A Katie Cameron le gusta lo que siente cuando ora. “Al hablar con el Señor, siento que hay alguien que de verdad quiere hablar conmigo, y sé que puedo decirle a Él cualquier cosa”.
Las oraciones que se ofrecen por los demás
Los hombres jóvenes, especialmente los que están en edad de presbíteros como Ronan Filamont, Fred King y Dawson y Davin Lybbert, hablaron sobre la importancia y el deber sagrado que tienen de ofrecer las oraciones sacramentales por los miembros de sus respectivos barrios y ramas.
Dice Dawson: “La oración por la Santa Cena te hace pensar más claramente sobre su significado. Tengo esta autoridad del sacerdocio y sé que no puedo abusar de ella”.
Fred recuerda cuando dijo la oración sacramental después de que lo ordenaron presbítero: “Al principio fue difícil, y estaba continuamente cometiendo errores. En una ocasión, tuve que repetirla desde el principio una y otra vez, pero el Espíritu me hizo sentir que no importaba cuántas veces tuviera que intentarlo, que al fin lo haría sin equivocarme. Me hizo mucho bien”.
Es imprescindible prepararse para orar
Varios de los jóvenes hablaron sobre las cosas importantes que tienen que hacer a fin de prepararse para orar. Matt Larson tiene la referencia de un pasaje de las Escrituras pegada a la pared de su cuarto, Doctrina y Convenios 78:19: “Y el que reciba todas las cosas con gratitud será glorificado; y le serán añadidas las cosas de esta tierra, hasta cien tantos, sí, y más”. Eso le recuerda que debe estar agradecido por lo que el Señor le ha dado, y sabe que la gratitud debe formar parte de sus oraciones.
Nick Moolenbeck dijo: “La oración no funciona si me limito a pedir sin pensar seriamente y sin poner mi corazón y mi alma en lo que digo”.
El poder milagroso de la oración
Sierra Lybbert cuenta una historia muy interesante sobre la oración: Cuando tenía dos años, un caballo le pisó una mano; el pulgar se le desprendió y varios dedos se le reventaron. Sus padres la llevaron de inmediato a varios hospitales, buscando un cirujano que estuviera dispuesto a intentar la reparación que parecía imposible. “Un médico”, dice, “les dijo a mis padres que el cirujano no tendría éxito ni con una oración; mi mamá le contestó diciendo que el cirujano no contaba sólo con una oración, sino con muchas: ella había llamado al templo para poner mi nombre en la lista de la oración”.
A Sierra, que actualmente tiene trece años, la mano le funciona bien; mueve perfectamente el pulgar y lo levantó para que las otras chicas de su barrio lo vieran. Ellas nunca habían oído lo que contó, y todo lo que vieron en la mano fue una fina y apenas visible cicatriz rodeando la base del pulgar. El resultado de aquella experiencia fue verdaderamente asombroso.
Sierra comentó: “Me hace muy feliz saber lo que la oración puede hacer por mí. Es algo maravilloso en mi vida”.
Todos estuvieron de acuerdo con Kale Loftus cuando dijo: “La oración es un hábito grandioso que debemos adquirir”.