2010
El chico nuevo
Julio de 2010


Jóvenes

El chico nuevo

Mi familia acababa de mudarse al otro extremo del país y yo tenía problemas para integrarme. En el nuevo barrio había un grupo muy grande de jóvenes, pero ésta era la primera vez que yo sería “el chico nuevo”. Lo peor de todo era que tenía que asistir a una nueva escuela, e inmediatamente me pasó por la cabeza este pensamiento: “¿Con quién me voy a sentar durante la hora de comer?”. Quizá vería a alguien de la iglesia, pero no quería imponerme y sentarme en la mesa de otros, ¡sobre todo porque no sabía si me querrían allí!

El primer día en la escuela se me hizo interminable. Finalmente, llegó la hora de comer. Al entrar en el comedor lentamente, oré al Padre Celestial para que me ayudara a encontrar a alguien conocido. Eché un vistazo a mi alrededor para ver si reconocía a alguien, pero no fue así. Entonces me dirigí a una mesa en un lugar apartado del comedor y allí almorcé.

Un poco después, durante la clase de matemáticas, reconocí una cara familiar. Había visto a David en la clase de seminario esa mañana. Me pidió que le dejara ver mi horario y descubrió que los dos teníamos el mismo horario de comida. “Oye, ¿dónde estuviste hoy durante la hora de comer?”, me dijo.

“Almorcé en un lugar apartado del comedor”, le respondí.

“Bueno, pues mañana ven y siéntate conmigo a la hora de comer”, dijo.

Me siento agradecido por un amoroso Padre Celestial que conoce cada una de nuestras necesidades y contesta cada una de nuestras oraciones. También siento gratitud por que hubiera una persona dispuesta a extender una mano de amistad. Algo tan sencillo como una invitación puede marcar una enorme diferencia.