¿De dónde vine?
Betty Hollowell, Indiana, EE. UU.
De pequeña a menudo me preguntaba: “¿De dónde he venido?”. En lo profundo de mi corazón, sabía que había vivido en algún lugar antes de convertirme en quien soy ahora, pero no tenía idea de dónde era eso.
Durante muchos años tuve miedo de decírselo a alguien, incluso a mis padres, por miedo de que pensaran que estaba loca. Pero, un día, durante los primeros años de mi adolescencia, tuve suficiente valor para preguntarle al pastor de nuestra iglesia: “¿Dónde vivíamos antes de venir a la tierra?”. Él me contestó que no debía pensar en esas cosas; dijo que nadie vivía en ninguna parte antes de nacer, sino que sencillamente no existimos de ninguna manera antes.
Temía qué él estuviera en lo cierto y que yo realmente estuviera loca, pero aun así no podía dejar de pensar en eso. Seguí buscando, pero nadie tenía ninguna respuesta.
Cuando tenía 18 años, mi familia se mudó. Pensaba que quizá los pastores de nuestro nuevo pueblo supieran más que el del anterior, así que decidí hacerle la pregunta a uno de ellos. Su respuesta fue la misma: me dijo que no era normal pensar en tales cosas y sugirió que fuera a ver a un psiquiatra.
Poco después de eso, dejé de ir a la iglesia. Conseguí un trabajo, conocí a un joven y me casé. Cinco años más tarde, el matrimonio terminó en divorcio. Empaqué todas mis pertenencias, vinieron conmigo mis dos hijos y el tercero que estaba en camino y regresé a la casa de mis padres.
En algún momento de esos cinco años, mi madre se había unido a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Ella me había hablado de la Iglesia cuando la visitaba y me había pedido que hablara con los misioneros. Finalmente, accedí, pero, antes de reunirme con ellos, me hice a la idea de que aceptaría escuchar las charlas misionales sólo si los élderes podían decirme dónde había vivido antes de llegar a ser quien soy ahora.
Para mi asombro, ellos no sólo contestaron mi pregunta, sino que además la respuesta la sacaron directamente de la Biblia (véase Job 38:4–7; Jeremías 1:5; Judas 1:6). ¡Después de eso, les presté toda mi atención! Su respuesta me ayudó a entender por qué, durante toda mi vida, había sentido que vivía desde antes. A partir de allí, comprendí que había vivido en una existencia premortal con mi Padre Celestial.
No pasó mucho tiempo antes de llegar a ser miembro de la Iglesia. Por primera vez en mi vida, sentía que era alguien y que tenía un destino que alcanzar: regresar a casa a mi Padre Celestial.
Estoy agradecida porque los misioneros hayan podido contestar la pregunta que nadie más había podido responder.