Fe: Tú escoges
Escojan la fe en lugar de la duda; escojan la fe en lugar del temor; escojan la fe en lugar de lo desconocido y lo que no se ve; y escojan la fe en lugar del pesimismo.
Vivimos en una de las dispensaciones más extraordinarias de todos los tiempos: una época que profetas de antaño esperaron, sobre la que profetizaron y, creo yo, que añoraron. Sin embargo, con todas las bendiciones celestiales que se nos han conferido, Satanás, que es muy real, está muy activo, y continuamente nos asaltan mensajes contradictorios. El ángel Moroni advirtió al joven profeta José Smith que se tomaría su nombre para bien y para mal en todo el mundo (véase José Smith—Historia 1:33), y el cumplimiento de una profecía nunca ha sido más evidente. El Profeta dio su vida por su testimonio y hoy continúan los ataques contra la Iglesia e incluso contra el Salvador mismo. La realidad del Salvador, Su sacrificio expiatorio y la aplicación universal de éste se cuestionan y con frecuencia se rechazan como un mito o como la esperanza infundada de una mente débil e inculta. Más aún, se sigue poniendo en tela de juicio la realidad de la restauración del Evangelio en estos últimos días. El asalto constante de ese tipo de mensajes puede causar confusión, dudas y pesimismo, cada uno de los cuales ataca las verdades fundamentales que creemos, nuestra fe en Dios y nuestra esperanza en el futuro.
Quizás ésta sea la realidad de nuestro mundo, pero aún podemos decidir cómo reaccionaremos. Cuando se atacan nuestra doctrina sagrada y nuestras creencias, se presenta la oportunidad de conocer a Dios de manera más privada e íntima; se presenta la oportunidad de escoger.
Debido a los conflictos y desafíos que enfrentamos en el mundo de hoy, quisiera sugerir una sola opción: una opción de paz y protección, una opción que es adecuada para todos. Esa opción es la fe. Tengan en cuenta que la fe no es un don gratuito que se da sin reflexión, sin deseo ni esfuerzo. No nos llega como rocío del cielo. El Salvador dijo: “Venid a mí” (Mateo 11:28) y “llamad, y se os [dará]” (véase Mateo 7:7). Estos son verbos de acción: venid, llamad; son opciones; de modo que les digo: escojan la fe. Escojan la fe en lugar de la duda; escojan la fe en lugar del temor; escojan la fe en lugar de lo desconocido y lo que no se ve; y escojan la fe en lugar del pesimismo.
El análisis clásico de Alma sobre la fe que se encuentra en el capítulo 32 de Alma en el Libro de Mormón es una serie de opciones que aseguran la edificación y la preservación de nuestra fe. Alma nos mandó escoger. Sus palabras fueron palabras de acción que comenzaron con la opción de escoger. Usó las palabras despertar, avivar, experimentar, ejercitar, desear, obrar y sembrar. Después explicó que si elegimos estas opciones y no echamos fuera la semilla por la incredulidad, entonces “empezará a henchirse en [nuestro] pecho” (Alma 32:28).
Sí, la fe es una elección que se debe buscar y cultivar. Por tanto, somos responsables de nuestra propia fe; y también somos responsables de nuestra falta de fe. La opción es de ustedes.
Hay muchas cosas que no sé. No sé los detalles de la organización de la materia para crear este hermoso mundo en el que vivimos. No entiendo la complejidad de la Expiación, cómo el sacrificio del Salvador puede purificar a todas las personas que se arrepientan, ni cómo pudo el Salvador sufrir “el dolor de todos los hombres” (D. y C. 18:11). No sé dónde estaba la ciudad de Zarahemla, mencionada en el Libro de Mormón. No sé por qué a veces mis creencias están en discrepancia con el supuesto conocimiento científico o secular. Tal vez esos sean asuntos que nuestro Padre Celestial describió como los “misterios… de los cielos” (D. y C. 107:19) que se revelarán más adelante.
Pero aunque no lo sé todo, sé lo que es importante saber. Conozco las verdades simples y sencillas del Evangelio que llevan a la salvación y a la exaltación. Sé que el Salvador sí sufrió el dolor de todos los hombres y que todos los que se arrepientan pueden ser limpios del pecado. Y lo que no sé o no entiendo completamente, con la poderosa ayuda de mi fe, salvo la brecha y sigo adelante, participando de las promesas y las bendiciones del Evangelio. Y luego, como enseña Alma, la fe nos lleva a un conocimiento perfecto (véase Alma 32:34). El seguir adelante hacia lo desconocido, armados únicamente con esperanza y deseo, damos evidencia de nuestra fe y nuestra devoción al Señor.
Y así, siguiendo la fórmula de Alma, escojamos; escojamos la fe.
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Si la confusión y la desesperanza los agobian, escojan “despertar y avivar sus facultades” (Alma 32:27). El acudir humildemente al Señor con un corazón quebrantado y un espíritu contrito es el sendero a la verdad y es el camino de luz, conocimiento y paz del Señor.
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Si su testimonio es inmaduro, inseguro y no ha sido puesto a prueba, escojan “[ejercer] un poco de fe”; escojan “[experimentar] con [sus] palabras” (Alma 32:27). Jesús enseñó: “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta” (Juan 7:17).
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Cuando la lógica, el razonamiento o el intelecto personal estén en desacuerdo con enseñanzas o doctrina sagradas, o si mensajes contradictorios atacan sus creencias como los dardos de fuego que describe el apóstol Pablo (véase Efesios 6:16), escojan no desechar la semilla de su corazón a causa de la incredulidad. Recuerden, no recibimos un testimonio sino hasta después de la prueba de nuestra fe (véase Éter 12:6).
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Si su fe ha sido comprobada y es madura, escojan nutrirla con gran esmero (Alma 32:37). Por más fuerte que sea nuestra fe, con todos los mensajes que la atacan, también puede volverse muy frágil. Necesita alimento constante mediante el estudio de las Escrituras, la oración y la aplicación de Su palabra.
Cuando los discípulos le preguntaron a Jesús por qué no podían echar fuera un demonio como habían visto al Salvador hacerlo, Jesús respondió: “…si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará” (Mateo 17:20). Nunca he visto que se haya desplazado una montaña real; pero, debido a la fe, he visto desplazarse una montaña de dudas y desesperación, y reemplazarse con esperanza y optimismo. A causa de la fe, he visto personalmente reemplazarse una montaña de pecado con arrepentimiento y perdón. Y a causa de la fe, he visto personalmente una montaña de dolor reemplazarse con paz, esperanza y gratitud. Sí, he visto que se han desplazado montañas.
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Debido a mi fe, he activado el poder del sacerdocio que poseo, he participado de la dulzura del Evangelio y he abrazado las ordenanzas salvadoras.
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Debido a mi fe, resuelvo los problemas y las dificultades de la vida con paz y seguridad.
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Debido a mi fe, he logrado convertir preguntas e incluso dudas en certeza y comprensión.
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Debido a mi fe, enfrento con indudable certeza lo desconocido, lo inexplicable y lo que no se ve.
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Y debido a mi fe, aún en lo que parezcan ser los peores tiempos, reconozco con paz y gratitud que, en realidad, es el mejor de los tiempos.
Y cuando escogemos la fe y luego la nutrimos hasta que sea “un conocimiento perfecto” de las cosas del Señor, entonces usamos las palabras “testifico” o “yo sé”. Personalmente he sembrado la semilla en mi corazón, y en el transcurso de mi vida he tratado de alimentarla para que sea un conocimiento perfecto. Y hoy, al estar detrás de este púlpito, testifico que Jesús es el Cristo, el Redentor del mundo. Testifico además, que José Smith fue un profeta de Dios y el instrumento viviente del cual se valió el Señor para traer otra vez a la tierra el evangelio completo y verdadero de Jesucristo. Testifico que el presidente Thomas S. Monson es el profeta del Señor hoy día. Del mismo modo, la opción de escoger la fe es de ustedes, es mía. Escojamos la fe. En el nombre de Jesucristo. Amén.