2010
Criar a los hijos con valentía
Noviembre de 2010


Criar a los hijos con valentía

Lo que el mundo realmente necesita son padres y madres valientes que no teman defender lo correcto y adoptar una postura.

Elder Larry R. Lawrence

Me gustaría hablar hoy a los padres de adolescentes. Sus jóvenes brillantes y llenos de energía son el futuro de la Iglesia, y por esa razón constituyen uno de los principales objetivos del adversario. Muchos de ustedes, padres y madres fieles, están escuchando hoy la conferencia y buscan en oración respuestas que los ayuden a guiar a sus hijos a través de esos años importantes. Mis nietos mayores han entrado en la adolescencia recientemente, así que, este tema está muy cerca de mi corazón. No existen los padres perfectos ni las respuestas fáciles, pero hay principios de verdad en los cuales podemos confiar.

El lema de la Mutual para los Hombres y las Mujeres Jóvenes en el año 2010 se tomó del libro de Josué. Comienza así: “…te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas…” (Josué 1:9). Esta frase de las Escrituras es un gran lema para los padres también. En estos últimos días, lo que el mundo realmente necesita son padres y madres valientes que no teman defender lo correcto y adoptar una postura.

Imaginen por un momento que su hija está sentada sobre las vías del ferrocarril y ustedes escuchan el silbato del tren. ¿Le advertirían que saliera de las vías? ¿O dudarían, preocupados de que ella pensara que están siendo sobreprotectores? Si ella hiciera caso omiso a su advertencia, ¿la levantarían y llevarían rápidamente a un lugar seguro? ¡Claro que sí! El amor que tienen por su hija prevalecería sobre toda otra consideración. Valorarían la vida de ella más que lo que ella pensara de ustedes en ese momento.

Los desafíos y las tentaciones arremeten contra nuestros adolescentes con la velocidad y la potencia de un tren de carga. Como se nos recuerda en la proclamación sobre la familia, los padres tienen la responsabilidad de proteger a sus hijos1, y eso significa tanto espiritual como físicamente.

En el Libro de Mormón leemos cómo Alma, hijo, aconsejó a su hijo descarriado. Coriantón había cometido serios errores mientras servía en una misión entre los zoramitas; pero Alma lo amaba lo suficiente para hablarle de forma muy directa acerca del problema. Él expresó su profunda desilusión porque su hijo se había comportado de manera inmoral y le explicó las serias consecuencias del pecado.

Me siento inspirado cada vez que leo estas valientes palabras de Alma: “Y ahora el Espíritu del Señor me dice: Manda a tus hijos que hagan lo bueno… Por tanto, hijo mío, te mando, en el temor de Dios, que te abstengas de tus iniquidades” (Alma 39:12). La temprana intervención de su padre fue un momento decisivo para Coriantón; se arrepintió y sirvió fielmente de allí en adelante (véase Alma 42:31; 43:1–2).

Comparemos el ejemplo de Alma con el de otro padre que se encuentra en las Escrituras: Elí, del Antiguo Testamento. Elí prestaba servicio como sumo sacerdote de Israel durante la infancia del profeta Samuel. En las Escrituras leemos cómo el Señor lo reprendió severamente, “…porque sus hijos se [habían] envilecido, y él no los [había] reprendido” (1 Samuel 3:13). Los hijos de Elí nunca se arrepintieron y todo Israel sufrió a causa de la insensatez de ellos. La historia de Elí nos enseña que los padres que aman a sus hijos no pueden darse el lujo de dejarse intimidar por ellos.

Hace algunos años, en una conferencia general, el élder Joe J. Christensen nos recordó que “la paternidad no es un concurso de popularidad”2. Refiriéndose a lo mismo, el élder Robert D. Hales observó: “Hay veces que pareciera que temiéramos a nuestros hijos y nos abstenemos de darles consejos por temor de ofenderlos”3.

Hace unos años, nuestro hijo de diecisiete años quiso ir en un viaje de fin de semana con sus amigos, que eran todos buenos muchachos, y nos pidió permiso. Yo quería decirle que sí, pero por alguna razón me sentía intranquilo acerca de ese viaje. Compartí mis sentimientos con mi esposa, y ella me apoyó. “Debemos escuchar esa voz de advertencia”, me dijo.

Por supuesto, nuestro hijo estaba desilusionado y preguntó por qué no queríamos que fuera. Le contesté sinceramente que no lo sabía. “No me siento bien al respecto”, le expliqué, “y te amo demasiado como para hacer caso omiso a ese sentimiento”. Me sorprendí bastante cuando él respondió: “Está bien, papá, lo entiendo”.

Los jóvenes entienden más de lo que nos damos cuenta, porque también ellos tienen el don del Espíritu Santo. Están tratando de reconocer al Espíritu cuando éste les habla y observan nuestro ejemplo. De nosotros aprenden a prestar atención a las impresiones que reciben, y que si “no se sienten bien con respecto a algo”, es mejor no seguir adelante con ello.

Es tan importante que los cónyuges estén unidos al tomar decisiones en la crianza de sus hijos. Si uno de ellos no se siente bien con respecto a alguna cosa, entonces no se les debería dar permiso. Si cualquiera de ustedes se siente incómodo con una película, un programa de televisión, un video-juego, una fiesta, un vestido, un traje de baño o una actividad de internet, tengan el valor de apoyarse mutuamente y decir “no”.

Me gustaría compartir con ustedes una carta de una madre desconsolada. Su hijo adolescente perdió gradualmente el Espíritu y se alejó de la actividad en la Iglesia. Ella explicó cómo sucedió: “A lo largo de la adolescencia de mi hijo me preocupé e intenté evitar que jugara con videojuegos violentos. Le hablé a mi esposo y le mostré artículos de la revista Ensign y del periódico que advertían sobre esos juegos; pero mi esposo pensaba que no había problema. Él decía que nuestro hijo no estaba consumiendo drogas y que debía dejar de preocuparme. Había veces que yo escondía los controles del juego, pero mi esposo se los devolvía. Comenzó a ser más fácil para mí ceder… que discutir con ellos. Realmente pienso que el jugar juegos electrónicos es tan adictivo como consumir drogas. Haría cualquier cosa para prevenir que otros padres pasaran por esta experiencia”.

Hermanos y hermanas, si su cónyuge no se siente bien con respecto a algo, respeten esos sentimientos. Cuando toman la salida más fácil al no decir ni hacer nada, pueden estar permitiendo comportamientos destructivos.

Los padres pueden prevenir mucho sufrimiento si enseñan a sus hijos a posponer las relaciones románticas hasta que llegue el momento en que estén listos para el matrimonio. Es peligroso formar pareja con un novio o una novia prematuramente. El convertirse en “pareja” crea intimidad emocional, la cual, con demasiada frecuencia, conduce a la intimidad física. Satanás conoce esa secuencia y la utiliza para su propio provecho. Él hará todo lo posible para impedir que los jóvenes sirvan en una misión y para evitar los matrimonios en el templo.

Es de vital importancia que los padres tengan el valor de defender lo correcto y de intervenir antes de que Satanás tenga éxito. El presidente Boyd K. Packer ha enseñado que “cuando tiene que ver con la moralidad, tenemos tanto el derecho como la obligación de levantar una voz de amonestación”4.

Siempre he creído que nada realmente bueno ocurre tarde en la noche y que los jóvenes deben saber a qué hora se espera que regresen a casa.

Se demuestra una gran sabiduría cuando los padres se quedan levantados para esperar a que sus hijos regresen a casa. Los jóvenes y las jóvenes toman decisiones mucho mejores cuando saben que sus padres los están esperando despiertos para escuchar acerca de su velada y para darles las buenas noches.

Permítanme expresar mi advertencia personal acerca de una costumbre que es común en muchas culturas. Me refiero a “quedarse a dormir” o a “pasar la noche” en la casa de un amigo. Como obispo descubrí que demasiados jóvenes quebrantaban por primera vez la Palabra de Sabiduría o la ley de castidad al “quedarse a dormir”. Con demasiada frecuencia, su primera experiencia con la pornografía o aun su primer encuentro con la policía ocurrieron al estar ellos pasando la noche fuera de casa.

La presión social es más poderosa cuando nuestros hijos se encuentran lejos de nuestra influencia y cuando sus defensas están debilitadas tarde por la noche. Si alguna vez se han sentido intranquilos con respecto a alguna actividad que dura toda la noche, no tengan temor de responder a esa voz interna de advertencia. Siempre recurran a la oración cuando se trate de proteger a sus preciados hijos.

Ser un padre o madre valiente no siempre implica decir “no”. Los padres también necesitan valor para decir “sí” al consejo de los profetas modernos. Nuestros líderes de la Iglesia nos han aconsejado establecer hábitos rectos en nuestro hogar. Consideren cinco prácticas fundamentales que tienen el poder de fortalecer a nuestros jóvenes: la oración familiar, el estudio de las Escrituras como familia, la noche de hogar, el cenar juntos y las entrevistas individuales periódicas con cada uno de los hijos.

Hace falta valor para interrumpir a los hijos de lo que estén haciendo y juntarlos para arrodillarse como familia. Hace falta valor para apagar el televisor y la computadora y guiar a la familia a través de las páginas de las Escrituras todos los días. Hace falta valor para rechazar invitaciones los lunes por la noche a fin de reservar ese momento para la familia. Hacen falta valor y fuerza de voluntad para evitar programar demasiadas actividades a fin de que la familia pueda estar en casa a la hora de la cena.

Una de las maneras más eficaces por la que podemos influir en nuestros hijos o hijas es aconsejarlos en entrevistas privadas con ellos. Al escuchar atentamente, podemos descubrir los deseos de su corazón, ayudarlos a establecer metas justas y también compartir con ellos las impresiones espirituales que hemos recibido acerca de ellos. El aconsejar requiere valor.

Traten de imaginar lo que la nueva generación podría llegar a ser si estos cinco hábitos rectos se pusieran en práctica en forma consistente en cada hogar. Nuestros jóvenes podrían ser como el ejército de Helamán: invencibles (véase Alma 57:25–26).

Criar a adolescentes en los últimos días es una asignación que nos llena de humildad. Satanás y sus seguidores están tratando de hacer caer a esta generación; pero el Señor confía en padres y madres valientes que los eduquen. Padres: “[Esfuércense] y [sean] valientes; no [teman]… ” (Josué 1:9). Yo sé que Dios escucha sus oraciones y las contestará. Testifico que el Señor apoya y bendice a los padres y madres valientes. En el nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. Véase “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, Liahona, octubre de 2004, pág. 49.

  2. Joe J. Christensen, “Rearing Children in a Polluted Environment”, Ensign, noviembre de 1993, pág. 11.

  3. Robert D. Hales, “Con todo el sentimiento de un tierno padre: Un mensaje de esperanza para las familias”, Liahona, mayo de 2004, pág. 90.

  4. Boyd K. Packer, “Nuestro ambiente moral”, Liahona, julio de 1992, pág. 74.