2010
Espejos del templo que reflejan la eternidad: Un testimonio sobre la familia
Noviembre de 2010


Espejos del templo que reflejan la eternidad: Un testimonio sobre la familia

Una perspectiva eterna de la conversión al Evangelio y de los convenios del templo nos permite ver las ricas bendiciones en cada una de las generaciones de nuestra familia eterna.

Elder Gerrit W. Gong

Estimados hermanos y hermanas, cuando nuestro hijo estaba en el Centro de Capacitación Misional de Provo, mi esposa le enviaba a él y a sus compañeros pan recién horneado. Aquí tengo algunas notas de agradecimiento que ella recibió de parte de los misioneros: “Hermana Gong, el pan me hizo recordar al de casa”; “Hermana Gong, sólo puedo decir: ¡Exquisito!; ese pan es lo mejor que he probado después de las enchiladas de mi madre”. Pero ésta es mi preferida: “Hermana Gong, el pan estaba delicioso”. Y continuó en broma: “Acuérdese de mí si las cosas no resultan entre usted y el señor Gong”.

Amamos a nuestros misioneros; a cada hermana, élder y pareja mayor. Estamos eternamente agradecidos a ese misionero especial que fue el primero que trajo el Evangelio restaurado de Jesucristo a nuestra familia. Testifico con gratitud que una perspectiva eterna de la conversión al Evangelio y de los convenios del templo nos permite ver las ricas bendiciones en cada una de las generaciones de nuestra familia eterna.

La primera persona de la familia Gong que se convirtió a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días fue nuestra madre, Jean Gong. Cuando era adolescente en Honolulu, Hawai, ella escuchó, supo, fue bautizada y confirmada; y ella aún persevera en la fe. Los fieles miembros de la Iglesia ayudaron a mi madre, y así tuvo amigos en el Evangelio, llamamientos en la Iglesia y fue nutrida continuamente por la buena palabra de Dios. En el lenguaje actual, cada nuevo converso, cada joven adulto soltero, los que regresan a la actividad en la Iglesia y otras personas bendicen a generaciones cuando se convierten en miembros de la familia de Dios1.

Una familia que nutrió a mi madre fue la familia de Gerrit de Jong, Jr. Un lingüista que amaba el idioma del corazón y del Espíritu, el abuelo de Jong, cautivaba mi imaginación infantil con dichos como: “Cuando las moras negras, rojas son, verdes están”. Hoy en día, hablando de dispositivos electrónicos portátiles, digo a mis jóvenes amigos: “Si usas tu celular en la Iglesia, el verdecito obispo te verá y rojo se pondrá”.

Mis padres, Walter y Jean Gong, se casaron tres veces: en una ceremonia china para la familia, en una ceremonia estadounidense para los amigos y en una ceremonia sagrada en la Casa del Señor por tiempo y por la eternidad.

Los niños de la Primaria cantan: “Me encanta ver el templo; un día ir podré”2. Los jóvenes prometen “hacer convenios sagrados y cumplirlos”3.

Hace poco estaba en una casa del Señor con una pareja digna para que recibieran bendiciones por convenio. Los invité a que hicieran que la primera luna de miel durara 50 años; luego, después de 50 años, que comenzaran su segunda luna de miel.

Me encontraba contemplando los espejos del templo con esa linda pareja; un espejo a cada lado. Juntos, los espejos del templo reflejan hacia adelante y hacia atrás las imágenes que se prolongan aparentemente hasta la eternidad.

Los espejos del templo que reflejan la eternidad nos recuerdan que cada ser humano tiene “una naturaleza y un destino divinos”; que “las ordenanzas y los convenios sagrados disponibles en los santos templos hacen posible que las personas regresen a la presencia de Dios y que las familias sean unidas eternamente”4; y que, al crecer juntos en amor y fidelidad, podemos dar a los hijos raíces y alas.

Frente a los espejos del templo que reflejan la eternidad, pensé en cuanto al Primer Dragón Gong que nació en el año 837 d.C. (a finales de la dinastía Tang) en el sur de China, y en las generaciones posteriores de la familia Gong hasta llegar a mi padre, la generación de nuestra familia número 32 de las registradas. Mi hermano, mi hermana y yo somos la generación 33; mis hijos y sus primos, la generación 34; nuestro nieto es la generación 35 que ha sido registrada de la familia Gong. En los espejos del templo que reflejan la eternidad, no veía ni el principio ni el fin de las generaciones.

Entonces imaginé no sólo una sucesión de generaciones, sino también una sucesión de lazos familiares. Hacia una dirección, me vi a mí mismo como hijo, nieto, bisnieto, hasta llegar a Primer Dragón Gong. En los espejos hacia la otra dirección, me vi a mí mismo como padre, abuelo, bisabuelo; y pude ver a mi esposa Susan como hija, nieta, bisnieta; y en la otra dirección, como madre, abuela, bisabuela.

En los espejos del templo que reflejan la eternidad empecé a comprender a mi esposa y a mí como hijos de nuestros padres y padres de nuestros hijos, como nietos de nuestros abuelos y abuelos de nuestros nietos. Las grandes lecciones de la vida mortal penetran lentamente nuestra alma al aprender y enseñar en los roles eternos, inlcuso los de hijo y padre, y de padre e hijo.

En las Escrituras se describe a nuestro Salvador como “el Padre y el Hijo”5. Porque moró en la carne pero sujetó la carne a la voluntad del Padre, nuestro Salvador sabe cómo socorrernos a nosotros, Su pueblo, en nuestros dolores, aflicciones, tentaciones, enfermedades e incluso la muerte6. Después de “descender debajo de todo”7, nuestro Salvador puede llevar nuestras enfermedades y sufrir nuestros dolores. “Herido fue por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades… por [las heridas de nuestro Salvador] fuimos nosotros sanados”8.

Desde los concilios en los cielos, nuestro Salvador sólo procuró hacer la voluntad de Su Padre. Este modelo de Padre e Hijo puede explicar la paradoja de “el que pierde su vida por causa de mí, la hallará”9. El mundo persigue su propio interés progresista. Sin embargo, el poder no está en nosotros para salvarnos a nosotros mismos, sino en Él; infinito y eterno10, sólo la expiación de nuestro Salvador trasciende el tiempo y el espacio, vence la muerte, la ira, la amargura, la injusticia, la soledad y la angustia.

A veces las cosas salen mal aunque hagamos todo lo que esté a nuestro alcance. Un Cordero inocente y puro, nuestro Salvador, llora con y por nosotros. Al recordarle siempre11 Él puede permanecer con nosotros “en todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar en que [estemos]”12. Su “fidelidad es más fuerte que los lazos de la muerte”13. Al llevarnos hacia Él, nuestro Salvador también nos lleva a nuestro Padre en los Cielos. Aunque algunas cosas son imperfectas en la tierra, podemos confiar en que nuestro Padre Celestial llevará a cabo el “gran plan de redención: merced, justicia y amor en celestial unión”14.

Un milagro de las imágenes que percibimos en los espejos del templo que reflejan la eternidad es que ellas, es decir, nosotros, podemos cambiar. Cuando Jean y Walter Gong entraron en el nuevo y sempiterno convenio, abrieron el camino para que sus antepasados, (como Primer Dragón Gong), se sellaran y para que la posteridad naciera en el convenio. Recuerden, al tender la mano a cada hermana o hermano, bendecimos generaciones.

El mundo está en conmoción15, pero en Su “única Iglesia verdadera y viviente”16 hay fe y no hay temor. Con las palabras del apóstol Pablo, solemnemente testifico:

“Por lo cual estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida…

“…ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”17.

Testifico humildemente que Dios vive. “[Él] enjugará toda lágrima de [nuestros] ojos”18, salvo las lágrimas de gozo cuando veamos a través de los espejos del templo que reflejan la eternidad y nos sintamos en casa, puros y limpios, con las generaciones de nuestra familia selladas por la autoridad del sacerdocio en amor, para gritar: “Hosanna, hosanna, hosanna”. En el nombre de Jesucristo. Amén.