Aprendamos de los profetas vivientes
Adaptado de una charla fogonera del Sistema Educativo de la Iglesia, efectuada el 4 de marzo de 2007, dos años antes de que el élder Andersen fuese llamado a integrar el Quórum de los Doce Apóstoles.
¿Podría ser la atención que prestamos al consejo y a las enseñanzas de las Autoridades Generales más activa, inquisitiva y receptiva?
Naturalmente amamos al presidente Thomas S. Monson, a los dos consejeros de la Primera Presidencia y al Quórum de los Doce Apóstoles; sin embargo, al reconocer nuestro amor y nuestra lealtad, quisiera preguntar: ¿Podría ser la atención que prestamos al consejo y a las enseñanzas de estas Autoridades Generales más activa, inquisitiva y receptiva?
Cuatro preguntas
Piensen en cómo responderían a las siguientes preguntas:
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¿Podrían decirme los nombres de los tres miembros de la Primera Presidencia y los nombres de cada uno de los integrantes del Quórum de los Doce Apóstoles? Éstos son los 15 hombres a quienes ustedes y yo sostenemos como profetas, videntes y reveladores.
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Si les mostraran una fotografía de estas Autoridades, ¿reconocerían a cada uno de ellos? Raras veces ponemos mucha atención a alguien a quien no reconocemos ni conocemos.
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¿Podrían decirme cuál es el consejo que impartieron la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles en la última conferencia general? ¿Podrían mencionar las preocupaciones del presidente Monson, del presidente Eyring y del presidente Uchtdorf, según aparecen en los mensajes de la Primera Presidencia de la revista Liahona de este año?
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Quizás más importante aun, ¿podrían mencionarme una decisión reciente que hayan tomado de cambiar algo en su vida debido al consejo que recibieron de uno de esos 15 hombres?
El modelo del Señor
La razón por la que nuestras respuestas a estas preguntas es tan importante radica en el llamamiento y la responsabilidad de la Primera Presidencia y de los Doce Apóstoles. Siempre que se ha establecido la Iglesia del Señor, Él ha llamado a profetas y apóstoles. El Salvador dijo: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros” (Juan 15:16). Esa ordenación les da a estos hombres un poder espiritual y una solemne responsabilidad; el poder para saber y testificar y la responsabilidad de enseñar y bendecir. También conlleva una responsabilidad y una promesa para todos nosotros. Tenemos la responsabilidad de escuchar y de seguir, y tenemos la promesa de que recibiremos bendiciones si creemos y actuamos de acuerdo con sus palabras.
Cuando el Señor llamó a doce discípulos en las Américas después de Su resurrección, enseñó a la gente: “Bienaventurados sois si prestáis atención a las palabras de estos doce que yo he escogido de entre vosotros para ejercer su ministerio en bien de vosotros y ser vuestros siervos” (3 Nefi 12:1). En nuestros días, en un momento sumamente difícil, el Señor prometió a los santos: “Y si los de mi pueblo escuchan mi voz, y la voz de mis siervos que he nombrado para guiar a mi pueblo, he aquí, de cierto os digo que no serán quitados de su lugar” (D. y C. 124:45).
Ése es el modelo del Señor: Él llama a 15 hombres “comunes y corrientes”1 y les otorga las llaves y el poder para guiarnos y dirigirnos. No se nos obliga a obedecer; no hay compulsión; no obstante, si prestamos atención a sus palabras, si somos receptivos y estamos dispuestos a cambiar nuestro comportamiento a medida que el Espíritu Santo nos confirma su consejo, no se nos moverá de nuestro lugar, lo que quiere decir que nos aferraremos a la barra de hierro y permaneceremos por siempre seguros en el sendero que conduce al árbol de la vida.