Ser mujer: Una perspectiva eterna
Tomado de un discurso pronunciado en la Conferencia de FairMormon el 8 de agosto de 2014 en Provo, Utah, EE. UU.
Deseo decir públicamente que, en mi experiencia, mi vida es abundante y noble e infinitamente mejor como mujer gracias al evangelio de Jesucristo.
Hace muchos años, una amiga y su esposo estaban llevando a cabo una capacitación de líderes en una zona rural de Ghana, después de la cual una mujer se le acercó y con mucha emotividad le dijo: “Esta es una iglesia para mujeres”. Mi amiga le preguntó lo que quería decir, a lo cual, en esencia, respondió: “Tenemos la gloriosa Sociedad de Socorro que nos enseña en cuanto a cosas espirituales y a cosas cotidianas que bendicen a nuestra familia y a nosotras mismas. Al mismo tiempo, su esposo está en el salón contiguo enseñando a nuestros esposos que deben tratar a sus esposas e hijos con amabilidad y benignidad. Tenemos el templo, por lo que mis hijos que han muerto serán míos para siempre. Todo lo que quiero lo he encontrado en esta Iglesia. Esta es una iglesia para mujeres”.
¿Es esta una iglesia para mujeres? Con unas pocas excepciones interesantes, mi experiencia personal ha sido mayormente una que me ha otorgado poder; así que en vez de responder la pregunta, simplemente me voy a basar en lo que he visto alrededor del mundo. No soy erudita, ni académica, ni la portavoz de la Iglesia, pero deseo decir públicamente que, en mi experiencia, mi vida es abundante y noble e infinitamente mejor como mujer gracias al Evangelio y a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Lejos de ser restrictiva y conservadora, la doctrina de la Iglesia en cuanto a la función de la mujer en la familia, la Iglesia, la comunidad, la nación y el templo —y la forma en que el hombre y la mujer interactúan y se relacionan en conjunto— es la doctrina más moderada, poderosa, clara e innovadora que jamás he escuchado expresar. De manera que les digo a mis hermanas que lo que anhelan como mujeres, como cristianas, como personas intelectuales, como seres eternos, se encuentra aquí en la doctrina de Jesucristo y en la práctica de esa doctrina en la Iglesia.
La doctrina de Dios tiene igualmente por responsables al hombre y a la mujer
El evangelio de Jesucristo se aplica tanto al hombre como a la mujer, y la doctrina de Dios tiene igualmente por responsables a ambos; no hay una doble moral. Dios no tolera la pornografía, el adulterio, el maltrato, el abandono, la negligencia, la desigualdad ni la opresión, independientemente de cuál sea nuestro sexo.
Esa doctrina también nos brinda el conocimiento de dónde vinimos, por qué estamos aquí y hacia dónde vamos. Nos da la comprensión de nuestra condición de ser mujer y de ser hombre, así como también de la función que tenemos como hijas e hijos, hermanas y hermanos, esposas y esposos, y madres y padres1.
El élder D. Todd Christofferson, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó: “Los profetas han revelado que primero existimos como inteligencias y que Dios nos dio forma, o cuerpos en espíritu, llegando así a ser Sus hijos procreados en espíritu: hijos e hijas de padres celestiales”2. La inteligencia siempre ha existido (véase D. y C. 93:29).
Soy mujer, y dicho género va acompañado de ciertos atributos y responsabilidades.
Soy hija. Esa función define quién soy en relación con la Deidad. Tengo padres divinos y tengo el derecho, como hija, de comunicarme con el Padre Celestial mediante la oración y recibir revelación por medio del Espíritu Santo3.
Soy hermana. Esa función significa que soy cristiana, miembro de la Iglesia, hermana en el Evangelio, discípula, y que he hecho convenios de que me sacrificaré y me consagraré, prestaré servicio y seré líder.
Posiblemente también tenga la oportunidad en esta vida de ser esposa, pero si no en esta vida, definitivamente en la próxima. Esa función es quien soy en relación a un compañero a quien he elegido como igual, un esposo. Aunque no somos iguales —ya que nadie tiene la combinación de dones y características que yo tengo o que él tiene— hacemos uso de nuestros atributos complementarios para tratar de llegar a ser uno. La palabra sellamiento es una excelente descripción del potencial unificador eterno de un matrimonio establecido mediante la autoridad del sacerdocio en un templo.
La función de madre es quien soy en relación con mi progenie. Ya sea que en realidad llegue a tener esa función en esta breve temporada sobre la tierra, o después, la promesa de una familia eterna se hace a los matrimonios que son sellados en el templo y por el Santo Espíritu de la promesa (véase D. y C. 132:19).
Nuestra doctrina es única en la tierra, y es parte de la restauración del evangelio de Jesucristo. Piensen lo que significa entender esa doctrina y creerla. Para mí, da perspectiva eterna a todo lo que hago.
La Iglesia es donde ponemos en práctica la doctrina de Dios
Considero que ser miembro de la Iglesia hace que yo sea parte de uno de los mejores programas de desarrollo jamás diseñados. Se lleva a cabo un amplio programa de estudios para el desarrollo personal, de empoderamiento y de liderazgo para la mujer simplemente al hacer lo que todos los miembros hacen: liderar; hablar en público; tomar decisiones; análisis persuasivos; organizar presupuestos; ejercer influencia; prestar servicio en la comunidad; participar en alfabetización, investigación, desarrollo de recursos, horticultura, conservación de alimentos, salud familiar; y la lista continúa.
Me parece que surgen malentendidos en cuanto a las funciones de la mujer cuando hay una desconexión entre la doctrina y la práctica de la doctrina. Sin embargo, mediante la revelación continua de Dios a Sus profetas, y a nosotros por medio del Espíritu Santo, podemos seguir reconociendo y eliminando la mayoría de los malentendidos que se presentan.
Por ejemplo, los apóstoles y profetas continúan aclarando conceptos en los que siempre hemos creído:
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El élder M. Russell Ballard, del Cuórum de los Doce Apóstoles, dijo: “Cuando los hombres y las mujeres van al templo, los dos son investidos con el mismo poder, que, por definición, es el poder del sacerdocio”4.
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El élder Dallin H. Oaks, del Cuórum de los Doce Apóstoles, declaró: “No estamos acostumbrados a hablar de que las mujeres tengan la autoridad del sacerdocio en sus llamamientos de la Iglesia, pero, ¿qué otra autoridad puede ser?”5.
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El presidente James E. Faust (1920–2007), Segundo Consejero de la Primera Presidencia, explicó: “Todo padre es el patriarca de su familia y toda madre es la matriarca, iguales en sus distintivas funciones de padres”6.
1. Tengan presente todo el panorama
Quisiera ahora hacer tres sugerencias que nos ayudarán a poner en práctica la doctrina. La primera es la de tener presente todo el panorama que provee la doctrina de Jesucristo.
Hace tiempo, como directora de LDS Charities, me encontraba en una reunión cuando recibí un pedido urgente en relación con los refugiados cristianos que fueron expulsados de Mosul, Iraq, por fuerzas del Estado Islámico, y que estaban entrando en grandes cantidades a Kurdistán. El pastor anglicano de Bagdad tenía a 5.000 personas abarrotadas en el patio de su iglesia, y no tenían qué comer. El matrimonio misionero Santo de los Últimos Días que prestaba servicio humanitario estaba pidiendo fondos de emergencia para comprar arroz, frijoles [judías, porotos, habichuelas], aceite y frazadas, y respondimos de inmediato para que pudieran cenar esa noche.
Por mi trabajo, ese es el tipo de situaciones que afronto cada día. Al verme forzada tan a menudo a ver todo el panorama, me pregunto: “¿En qué sería mejor usar mis energías?”. Al buscar respuestas, escudriñemos las doctrinas del Evangelio. El “traspasar lo señalado” (Jacob 4:14) u obsesionarse con una pregunta o una práctica a menudo ocasiona que no concentremos nuestra atención y nuestro tiempo en vivir el Evangelio.
Bonnie L. Oscarson, Presidenta General de las Mujeres Jóvenes, habló de mantenernos anclados en el Evangelio mientras buscamos respuestas: “Podemos decidir si nos vamos a apegar o no a lo que ya hemos sentido. No hay respuesta para todo, pero decidimos si seremos fieles a lo que el Espíritu Santo nos ha hecho sentir. Sigamos esforzándonos por mejorar las cosas, pero mientras tanto, conservemos la fe”7.
Nuestras prácticas seguirán cambiando en la Iglesia a medida que aprendamos a aplicar nuestra doctrina de maneras mejores y más perfectas. Espero que la siguiente generación sea incluso más justa y equitativa en su práctica del Evangelio; pero también creo que las grandes piedras fundamentales ya están colocadas y que son suficientes para nutrir nuestra fe y nuestro testimonio.
2. Manténganse fieles ante la oposición
La oposición no es necesariamente mala. Considero que la oposición también nos fortalece. Cuando fui a conocer los Jardines Botánicos Huntington en San Marino, California, EE. UU., observé que había ventiladores muy grandes en la exhibición que simulaban los constantes vientos alisios que fortalecen a los árboles tropicales para que resistan los posibles huracanes. El Señor diariamente nos manda, o permite que haya, “vientos alisios” que toman la forma de problemas y resistencia a fin de fortalecer nuestras raíces y hacernos más flexibles. Ese tipo de desafíos son en realidad un don.
Las siguientes dos anécdotas de la historia de la Iglesia nos dan perspectiva en cuanto a la oposición:
La primera anécdota es en cuanto a la llegada de Brigham Young al Valle del Lago Salado en 1847, tal como lo describió el presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008): “Su tierra nunca había sido labrada. [Brigham Young] no sabía si era fértil, no sabía nada de las temporadas, del clima, de las heladas, de la severidad de los inviernos, de la posibilidad de las plagas de insectos. [Los primeros exploradores] Jim Bridger y Miles Goodyear no habían hecho un solo comentario positivo en cuanto a ese lugar. Sam Brannan le imploró que fuera con él a California, pero no escuchó a ninguno de ellos. Guio a su pueblo a ese lugar caliente que seguramente parecía ser muy desolado. Cuando llegó, miró la amplia expansión hasta el Lago Salado en el oeste y dijo: ‘Este es el lugar correcto’”8.
La segunda anécdota es una en la que Wilford Woodruff recuerda una declaración que hizo el profeta José Smith. El Profeta habló en los primeros días de la Restauración a un pequeño grupo de líderes sobre el vasto conocimiento doctrinal que recibirían en el futuro: “He sido grandemente elevado e instruido con sus testimonios esta noche, pero quiero decirles ante el Señor que, concerniente al destino de esta Iglesia y este reino, ustedes no saben más de lo que sabe un bebé en brazos de su madre. No lo comprenden”9.
Comparto estas dos historias porque describen lo que siento. Estar en el lugar correcto o tener la doctrina correcta no significa que no habrá salinas cegadoras, nubes de langostas negras, heladas mortales ni detractores; pero este es el lugar correcto y la doctrina correcta, y debemos seguir adelante. Entendemos más o menos lo mismo que un bebé en brazos de su madre en cuanto a lo que el Señor está llevando a cabo con los hombres, las mujeres y el sacerdocio; pero el Señor está satisfecho con enseñarnos cuando somos capaces de comprender, a medida que progresamos y que preguntamos. En tanto que aumenta nuestro entendimiento, podemos hacer lo que la hermana Oscarson dijo: “Mientras tanto, conservemos la fe”.
3. Procuren el Espíritu Santo
Hacer preguntas y encontrar respuestas es la base de obtener un testimonio de la doctrina de Dios. El Espíritu Santo testificará cuando algo es verdadero mediante sentimientos de paz y calidez. Linda K. Burton, Presidenta General de la Sociedad de Socorro, dijo en cuanto a ese proceso: “Acudamos a las fuentes correctas para obtener respuestas. ¿Por qué creemos lo que dice en internet y no lo que dicen los profetas? Podemos encontrar la manera de hacer preguntas en una forma que facilite la cooperación y el análisis de dudas sinceras… Pero sean pacientes y humildes”10.
El élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, nos enseña la diferencia entre las influencias de Satanás y las respuestas de Dios: “¿Quién susurra [mentiras] tan sutilmente a nuestro oído?… Ustedes y yo sabemos quién hace eso: es el padre de todas las mentiras. Es Lucifer, nuestro enemigo común”11.
El profeta José Smith, quien tuvo más experiencia en obtener revelación que ninguna otra persona en esta dispensación, intentó enseñarnos que se deben abordar las preguntas con un compromiso a la unidad y el respeto. El hacerlo invita al Espíritu Santo. En 1839, José escribió en su carta desde la cárcel de Liberty que “los derechos del sacerdocio están inseparablemente unidos a los poderes del cielo” y que el poder del sacerdocio debe mantenerse “por persuasión, por longanimidad, benignidad, mansedumbre y por amor sincero” (D. y C. 121:36, 41). El Profeta enseñó principios similares a los de la Sociedad de Socorro: “Lo que [nos] magnificará [es]… la mansedumbre, el amor y la pureza”12.
José Smith habló de la benignidad y la mansedumbre como un medio para sentir el Espíritu Santo y ejercer una influencia justa. Esto lo dijo tanto a los hombres como a las mujeres, porque influye en ambas partes de la ecuación en el matrimonio y en la Iglesia. Toda autoridad y aprobación divina se invalida (porque el Espíritu Santo se aleja) en cuanto un hombre o una mujer comienza a ejercer injusto dominio (véase D. y C. 121:37) y deja de guiar con mansedumbre, amor y pureza.
Aquello que las mujeres anhelan se encuentra en nuestra doctrina
Las mujeres del mundo anhelan ser valoradas, encontrar un propósito al que dedicar sus energías, encontrar hombres que deseen formar familias y ser fieles.
En una ocasión, conocí a una bailarina británica cuando viajaba por tren en Finlandia. A las dos nos alegró poder hablar en inglés, y al conversar nos hicimos preguntas: ¿Qué estás haciendo en Finlandia? ¿En qué crees? Al enterarse de mis creencias, me preguntó: “¿No fumas ni tomas? ¿No crees en las relaciones sexuales prematrimoniales?”; y a lo largo de nuestra conversación, ella seguía volviendo a ese tema, intrigada. “Supongo que si entablaras una relación con un hombre que pensara lo mismo, funcionaría”, dijo. Y más tarde: “¿Existen hombres que piensan así?”. Al principio mostró una actitud despectiva, pero terminó con una anhelante. Ella anhelaba algo que escuchó en nuestra doctrina.
El recuerdo de nuestro encuentro en el tren ha permanecido conmigo y a menudo me recuerda las conocidas palabras del presidente Spencer W. Kimball (1895–1985): “Gran parte del progreso que tendrá la Iglesia en los últimos días se deberá a que muchas de las buenas mujeres del mundo… se sentirán atraídas a la Iglesia en gran número. Eso solo sucederá al grado en que las mujeres de la Iglesia reflejen rectitud y sepan expresarse bien en la vida, y en la medida en que las mujeres de la Iglesia sean vistas como singulares y diferentes de las mujeres del mundo, y lo hagan de una manera feliz”13.
La doctrina de la identidad y las funciones de la mujer representa los más grandes deseos de mi corazón. La manera en que los miembros mortales practican la doctrina de Dios no es perfecta, pero es abierta, viva, llena de esperanza y de buenas intenciones. Creemos que Dios “aún revelará muchos grandes e importantes asuntos pertenecientes al reino de Dios” (Artículos de Fe 1:9). Podemos escoger seguir esa doctrina.
De modo que preguntaré de nuevo: ¿Es esta una iglesia para mujeres? Mi respuesta se basa simplemente en mi propia experiencia alrededor del mundo. Sí.