Enseñar a la manera del Salvador
Cómo ayudar a los jóvenes a enseñar
Es preciso que los jóvenes enseñen y, con algo de ayuda, lo harán bien.
Los jóvenes tienen que enseñar. El Señor lo aclaró bien cuando explicó los deberes del presbítero:
“El deber del presbítero es predicar, enseñar, exponer, exhortar, bautizar y administrar la santa cena” (D. y C. 20:46; cursiva agregada).
Unos versículos más adelante vemos que el Señor también extiende a los maestros y a los diáconos el deber de enseñar y el de exponer (véase D. y C. 20:58–59). La verdad es que todos nuestros jóvenes, varones y mujeres, necesitan tener la oportunidad de enseñar de vez en cuando.
Los beneficios de que los jóvenes enseñen a otros jóvenes
Jesucristo era el maestro perfecto. El enseñar ayuda a los jóvenes a seguir el ejemplo del Salvador y llegar a ser más como Él; también los prepara para ser misioneros, padres y líderes en la Iglesia. Cuando enseñan, los jóvenes tienen que estudiar el Evangelio y vivirlo; y también tienen que tener el Espíritu para poder enseñar (véase D. y C. 42:14). Como resultado, los jóvenes que enseñan generalmente aprenden más y obtienen un testimonio más fuerte del tema de la lección que los miembros de la clase.
Por otro lado, adquieren confianza, aprenden técnicas de enseñanza y empiezan a reconocer lo que no saben. Los jóvenes que han tenido la oportunidad de ser maestros también aprenden a ser mejores alumnos.
Más aun, aquellos a los que enseñan también son bendecidos. Muchas veces, los jóvenes escuchan y participan más cuando el instructor es otro joven. La amistad entre ellos se fortalece cuando analizan temas del Evangelio teniendo al Espíritu presente; y, con frecuencia, los jóvenes están mejor capacitados para ayudarse el uno al otro con problemas que les son comunes.
¿Qué deben hacer los líderes adultos para contribuir al éxito de los jóvenes?
Cuando los jóvenes enseñan, los líderes adultos tienen la responsabilidad de asegurarse de que se mantenga una conducta apropiada y un ambiente espiritual.
Los líderes adultos siguen al Espíritu al invitar a los jóvenes a enseñar1. Algunos jóvenes no están preparados para enseñar y los líderes deben tener cuidado de no hacerlos sentir incómodos por ello; otros tal vez lo estén para enseñar solo parte de la lección, mientras que habrá quienes puedan enseñar una lección entera. Si bien los jóvenes por lo general deben participar en al menos parte de la enseñanza de la mayoría de las lecciones, no deben enseñar todas las lecciones. En clases pequeñas, no se les debe pedir a los jóvenes que enseñen con demasiada frecuencia. Algunas lecciones, en especial las que tratan temas delicados, las deben enseñar los adultos. Por otra parte, los jóvenes necesitan ver a los líderes adultos demostrar los principios correctos de cómo enseñar.
Los líderes adultos o los padres deben ayudar individualmente a los jóvenes a preparar la lección; eso incluye pedirles que lean la lección por lo menos con una semana de anticipación2 y sugerirles que oren para saber qué quiere el Padre Celestial que enseñen; establecer un plan para la lección y practicar con ellos el enseñarla. A medida que los jóvenes reciban revelación durante el proceso de prepararse, los líderes pueden ayudarlos a reconocerla como tal.
Los líderes adultos deben ayudar a los jóvenes a formular preguntas que susciten el análisis, inviten la inspiración del Espíritu Santo y hagan que los alumnos descubran verdades por sí mismos; también pueden enseñarles a permanecer en silencio después de hacer una pregunta a fin de dar tiempo para que los miembros de la clase reciban revelación.
Durante la lección, los líderes podrían relatar experiencias personales y expresar su testimonio para hacer ver a los jóvenes que no están solos en sus dificultades y darles la esperanza de resolverlas. Los jóvenes necesitan la sabiduría y la experiencia que los líderes adultos están en condiciones de ofrecer. Los líderes también deben aclarar la doctrina cuando sea necesario.
El líder adulto debe evitar el impulso de controlar la lección, aunque el joven que la enseñe esté teniendo dificultades para hacerlo; no obstante, debe prepararse para proporcionar apoyo, estudiando de antemano los materiales de la lección y orando para saber cuál es la mejor manera de ayudar al joven.
Los jóvenes pueden enseñar, y hacerlo bien
Hace poco me pidieron en el barrio que sustituyera al maestro de la Escuela Dominical que enseña la clase de los jóvenes de doce y trece años. Le pedí a Jacob, mi hijo de trece años, que me ayudara a enseñar. Preparamos un plan para la lección juntos. Él tomó la primera parte, mostró un video corto, compartió pasajes de las Escrituras relacionadas con el tema, e hizo preguntas reflexivas; también preguntó a los alumnos qué sentían y les ayudó a reconocer al Espíritu Santo.
En la segunda parte de la clase, yo hice que se enseñaran unos a otros la Primera Visión y luego los exhortamos a que se la enseñaran a su familia en una noche de hogar. Después de la clase, enviamos un correo electrónico a los padres informándoles sobre lo que les habíamos pedido.
Cuando le pregunté a Jacob qué sentía sobre la lección, me dijo: “Fue muy buena. Sé que el Espíritu estaba allí, porque yo no pensaba que mis compañeros podrían contestar nuestras preguntas, pero lo hicieron”.
Los jóvenes deben enseñar y ustedes los pueden ayudar a tener éxito. A medida que lo hagan, estarán mejor preparados para ser misioneros, padres y líderes en la Iglesia; y, lo más importante, llegarán a parecerse más al Salvador.