2019
No se trata de las sillas
Marzo de 2019


No se trata de las sillas

Janessa Orgill

Iowa, EE. UU.

woman setting up chairs

Ilustración por Dan Burr.

Nadie estaba en la capilla cuando yo, como presidenta de las Mujeres Jóvenes, llegué a acomodar las sillas en el salón de actividades la noche anterior a una actividad de las Mujeres Jóvenes. Tenía siete meses de embarazo, y debía acomodar sola casi todas las sillas, pero al poco tiempo llegaron la secretaria y una de las consejeras y me ayudaron a terminar. Después empezamos a colgar decoraciones.

Fue entonces cuando una hermana se asomó y dijo: “Lo siento; la Sociedad de Socorro reservó este salón para nuestra clase de yoga de esta noche”.

Preguntamos si había otro salón que pudieran utilizar, pero los demás estaban ocupados. De modo que hicimos lo único que podíamos hacer: quitamos las sillas. Esa noche me fui a casa cansada; sabía que en la mañana tendría que volver a acomodar las sillas.

En ocasiones nos sentimos de esa manera en la vida. Con un bebé nuevo y cuatro pequeñitos, siento que todo el día me lo paso ocupada, sin lograr avanzar, y después me despierto para hacer lo mismo al día siguiente. En cualquier momento, hay pequeños que alimentar y montones de ropa, juguetes y platos que acomodar; acomodo sillas y quito sillas. Esa es mi vida.

Pero, ¿se trata de las sillas? Al quitar las sillas después de la actividad de las Mujeres Jóvenes, solo pude sonreír al pensar en esas jóvenes divertidas y maravillosas a quienes he llegado a amar tanto. Estaba agradecida por el tiempo que había pasado con ellas.

Así es en casa. No se trata de las manchas de mantequilla de maní (cacahuates) en el sillón o de los calcetines a los que nunca se les puede encontrar el par. Se trata de mi pequeña familia, que llena mi corazón de gozo.

El Señor dijo: “Por tanto, no os canséis de hacer lo bueno, porque estáis poniendo los cimientos de una gran obra. Y de las cosas pequeñas proceden las grandes” (Doctrina y Convenios 64:33).

Las cosas pequeñas han llegado a significar mucho para mí: abrazos, canciones inventadas, dibujos, ir y regresar brincando hasta el buzón, y comer pan tostado quemado hecho especialmente para mí.

Tal vez hagamos cosas rutinarias día tras día, como acomodar sillas y volverlas a quitar; pero no se trata de las sillas; se trata de las personas a quienes amamos y que ocupan esas sillas. No se trata de las tareas pendientes; se trata de las personas a quienes servimos. Cuando pienso en ellas, y en lo mucho que las amo, agradezco al Señor la belleza de la vida y el día de mañana, en el que con gusto me levantaré y volveré a acomodar esas sillas.