Cómo llegué a saberlo
No pude alejarme de Dios
La muerte de mi mejor amiga me llevó a querer alejarme de Dios, pero no pude. Me refugié en la oración, y tras pedir guía, pude conocer el Evangelio y obtuve la paz y la esperanza que necesitaba.
Un evento trágico marcó un cambio en mi vida. En 2018 mi mejor amiga sufrió un accidente y falleció. Para mí fue un golpe muy fuerte y difícil de aceptar.
En ese entonces yo asistía con regularidad a reuniones religiosas; sin embargo, debido a este acontecimiento opté por dejar de asistir. Creía que lo que había ocurrido no era justo y decidí pelear con Dios.
Al pasar el tiempo, sentí que no podía alejarme de Dios. Por el contrario, sentía la necesidad de adorarlo. Mientras meditaba sobre mi creencia en Él, tuve la necesidad de hablarle en oración para pedirle que me guiara. Cuando esto ocurrió, yo trabajaba en un restaurante, y fue ahí donde recibí la respuesta que tanto había pedido.
Al día siguiente después de orar con mucha sinceridad, dos misioneras de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días llegaron a mi trabajo, y sentí el deseo de preguntarles sobre lo que enseñaban. Ellas me respondieron con mucha amabilidad, así que tuve deseos de saber más.
Encontré a una amiga miembro de la Iglesia a la que también interrogué, porque quería saber sobre sus creencias. Finalmente, decidí buscar más información en Internet y pude solicitar un ejemplar del Libro de Mormón.
Después de unos días, recibí la visita de dos misioneros que me preguntaron si deseaba conocer más sobre el Libro de Mormón y sobre la Iglesia. Así empezó un periodo de aprendizaje que tuvo dificultades, pero también muchas bendiciones.
Los misioneros me enseñaron en el centro de reuniones más cercano, y respondieron a mis muchas preguntas con verdadera paciencia. Ellos querían enseñarme, en especial sobre mis inquietudes y la esperanza de una vida mejor.
En cada lección que me enseñaron, pude sentir esperanza y amor por Dios. Y había algo en mi interior que me decía que lo que aprendía era bueno y sagrado. Los misioneros me pidieron que orara para saber si José Smith era un profeta. Reflexioné al respecto y, por supuesto, seguí su consejo.
Después de orar sinceramente y preguntar, el Señor me respondió. Sentí en mi corazón, sin ninguna duda, que todas las enseñanzas eran correctas y supe que la Iglesia era verdadera. Los misioneros me invitaron a bautizarme el 18 de agosto de 2018, seis semanas después de mi primera lección.
Recuerdo que cuando fijamos la fecha bautismal sentí mucha felicidad. No podía parar de sonreír porque sentía mucha esperanza y gozo dentro de mí. Cada día después de recibir la respuesta del Espíritu Santo oraba para confirmar que estaba bien tomar esa decisión; y cada vez yo sentía más felicidad de aceptar el Evangelio y empezar una vida mejor.
Tengo mucha gratitud por los élderes que me enseñaron, porque me ayudaron a cambiar mi vida y a tener la esperanza de que mi amiga podrá conocer y aceptar el Evangelio al otro lado del velo.
Tan pronto me bauticé, nació en mi corazón la necesidad de servir una misión porque sabía que, así como yo, otras personas en cualquier parte del mundo esperan que alguien les ayude a tener la esperanza de una vida de gozo y felicidad.
Un año después de bautizarme, fui llamada a servir en la Misión Guatemala Antigua. Aunque hay días en los que extraño a mi familia y siento preocupación por mi mamá, mis dos hermanas y mi perro, confío en que estarán bien mientras yo le sirvo al Señor.
Nota: El artículo fue realizado a partir de una entrevista por Eduardo Alvarado, para las Páginas Locales de la Liahona.