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¿Qué pasaba si Brooke no quería seguir siendo amiga de Camille?
“Dios te protegerá; haz tú el bien” (Himnos, nro. 154).
“Ayer vi un programa de lo más divertido. Deberías verlo; ¡y luego quizás podríamos verlo juntas en algún momento!”, dijo Brooke.
A Camille le encantaba conversar con su mejor amiga mientras caminaban juntas a casa después de la escuela. Le gustaba lo mucho que tenían en común.
“¡Me parece muy bien!”. Camille se despidió y entró en su casa.
Cuando acabó sus tareas escolares encendió la televisión y encontró el programa en cuestión. ¡Sería muy divertido hablar de ello con Brooke al día siguiente!
El programa era divertido. Los personajes hacían tonterías y contaban chistes. Camille se rio mucho, pero no todo era divertido; decían algunas palabras que hacían que Camille sintiera como si tuviera ranas saltando en el estómago. No eran buenas palabras.
¿Qué debo hacer?, se preguntó. Camille sabía que esas palabras no eran correctas, pero quería saber cómo acababa el programa. ¿Qué diría si Brooke le preguntaba mañana sobre ello?
Con un suspiro, Camille apagó la televisión.
Cuando su mamá llegó a casa, Camille la ayudó a poner la mesa para la cena. “¿Cómo te fue en la escuela?”, preguntó la mamá.
Camille sacó los tenedores y las cucharas. “¡Me fue muy bien! Solo que… Brooke me habló de un programa que debía ver. Comencé a verlo, pero tenía malas palabras. No me sentí bien, así que lo apagué”.
“Parece que tomaste una decisión muy buena”.
“Pero Brooke quiere que lo veamos juntas. ¡Somos las mejores amigas! Nos gusta la misma música, el mismo helado, los mismos libros…”.
La mamá puso un plato de pasta sobre la mesa. “Es cierto, pero eso no significa que tengan que hacer todas las cosas igual, sobre todo si es algo con lo que no te sientes bien. No está mal tomar decisiones diferentes a las de una amiga”.
“¿Qué quieres decir?”, preguntó Camille.
“Bueno, nosotros elegimos no decir malas palabras para poder sentir el Espíritu Santo”, explicó la mamá. “Pero no todos tienen las mismas normas que tenemos nosotros, y eso no los convierte en malas personas”.
Camille seguía preocupada por lo que sucedería cuando Brooke le preguntara acerca del programa. ¡Ellas hablaban de todo! ¿Qué pasaba si a Brooke le parecía que se estaba comportando como una niñita? O, lo que es peor, ¿qué pasaba si no quería seguir siendo su amiga?
Camille hizo una oración antes de irse a dormir. Padre Celestial, por favor, ayúdame a hablar con Brooke mañana. Por favor, ayúdame a ser valiente. Camille se subió a la cama con la esperanza de que todo fuera bien en la escuela.
“¡Camille!”, gritó Brooke desde el otro lado del patio de la escuela, y cruzó el césped corriendo para encontrarse con Camille. “¿Qué te pareció el programa? ¡A que fue divertido!”.
Camille respiró hondo. “En realidad no vi mucho”.
Brooke parecía confundida. “¿Por qué no?”.
Camille se quedó pensando un segundo. ¿Debía decir que simplemente había estado ocupada? ¿Qué diría Brooke? “Bueno… no lo vi porque decían palabras que no me gustaban. No me sentía bien mirándolo”.
“Oh”, dijo Brooke en voz baja, y añadió: “Está bien; no es necesario que lo veamos juntas. Podemos buscar un programa que nos guste a las dos o hacer otra cosa juntas”.
“Está bien”. Camille sonrió. Luego las dos amigas fueron juntas a clase, hablando y riendo todo el tiempo.
La autora vive en Utah, EE. UU.