El Señor me amparó
No había anticipado que el despliegue militar de mi marido durara un año entero, pero esa experiencia nos ayudó a crecer espiritualmente como familia.
Mi familia y yo llevábamos unos tres meses en Texas, EE. UU., cuando mi madre me telefoneó un día desde su casa en Inglaterra.
“No sé, mamá”, le dije, “pero siento como si algo fuera a ocurrir hoy y no sé si va a gustarme”.
Cuando mi esposo, Matthias, llegó a casa aquella noche, me dijo: “Tengo algo que decirte”. Supe al instante que tenía que marcharse, pero no había anticipado que su despliegue militar durara un año entero. Tuvimos dos semanas para prepararnos para la salida de él. Derramé muchas lágrimas en aquel tiempo.
Fue un año difícil. No tener a mi marido conmigo ni a mi familia de Inglaterra me asustaba y me preocupaba, pero también fue una gran experiencia para mí como madre primeriza con un bebé y para nosotros aprender cómo podríamos seguir creciendo espiritualmente como familia.
Ya habíamos establecido hábitos diarios de la oración familiar y del estudio de las Escrituras, así que, cuando Matthias y yo teníamos oportunidades de conversar, normalmente por medio de Skype, orábamos y leíamos las Escrituras juntos.
Mientras leía las Escrituras tanto por mi cuenta como con mi esposo, me seguía viniendo a la mente este versículo: “Sed de buen ánimo, pues, y no temáis, porque yo, el Señor, estoy con vosotros y os ampararé” (Doctrina y Convenios 68:6). Me di cuenta entonces de que siempre había podido confiar en el Padre Celestial.
Mi llamamiento como directora del coro del barrio mantuvo mi mente centrada en las palabras de los himnos y las Escrituras y las promesas que brindan. Cantar y escuchar himnos me dieron paz.
Cuando nuestro bebé, Noah, contrajo neumonía, unos poseedores del sacerdocio le dieron una bendición de salud y a mí una bendición de fortaleza y consuelo. Tuve hermanas ministrantes excelentes que también me ayudaron. Me reunía asimismo con otras esposas de militares en servicio. Ellas me ayudaron a mí más que yo a ellas. Nuestro vecino me ayudó incluso a cortar el césped.
Estoy agradecida por las cosas pequeñas y sencillas que bendijeron a nuestra familia. El Padre Celestial siempre parecía bendecirnos por medio de alguien que nos tendía la mano cuando más lo necesitábamos.