Mensaje del Área
¿Estás tú feliz?
Como es habitual cada semana nos comunicamos con nuestros hijos y nietos.
Un día de estos me llamó una de mis nietas y lo que escuché a través de la línea telefónica fue una vocecita que me preguntó:
“¿Como estás tú, abuela?”. Inmediatamente respondí diciendo: “Estoy bien”. Sin darme lugar a agregar una palabra más me preguntó: “¿Estás tú feliz?”. Esa pregunta resonó en mi mente y en mi corazón y me ha llevado a reflexionar sobre la búsqueda personal de la felicidad.
Desde el principio el plan divino consistió en venir a la tierra, sujetarnos a las condiciones mortales, pasar por este estado probatorio y tener gozo.
Lehi, hablando con su hijo Jacob, dice: “Adán cayo para que los hombres existiesen y existen los hombres para que tengan gozo”1.
Aristóteles2 afirma que la felicidad es el significado y el propósito de la vida, todo el fin de la existencia humana. El hombre feliz vive bien y obra bien.
Todos deseamos ser felices. Con frecuencia añoramos la paz, la alegría que vemos en otras personas cuyas vidas parecen estar llenas de felicidad y tal vez algunos de nosotros nos hemos preguntado: “¿Soy feliz?”.
Poco después de la muerte de Lehi, Nefi supo que la ira de sus hermanos había ido en aumento y estaban planeando quitarle la vida. El Señor le advirtió que se apartara, tomara a aquellos que estaban dispuestos a ir con él y huyeran al desierto.
Probablemente este éxodo no estuvo exento de dificultades; sin embargo, Nefi, después de describir lo que habían hecho a fin de establecer una nueva comunidad, dice: “Y aconteció que vivimos de una manera feliz”3.
1. Somos felices cuando nos relacionamos con personas que nos edifican.
Nefi describe a los que lo siguieron y eran aquellos que “creían en las amonestaciones y revelaciones de Dios”4.
Cuando nos relacionamos con personas que nos edifican nos animamos y fortalecemos mutuamente. A medida que nos esforzamos por guardar los mandamientos, alentamos a nuestros amigos, mediante nuestra conducta y ejemplo, a hacer lo mismo.
Todos necesitamos buenos y verdaderos amigos.
2. Somos felices cuando somos obedientes a los mandamientos de Dios.
Nefi nos dice que su pueblo cumplió los “mandamientos del Señor”5.
El presidente Thomas S. Monson (1927–2018) dijo: “Si guardamos los mandamientos, nuestra vida será más feliz, más plena y menos complicada. Nuestros desafíos y problemas serán más fáciles de sobrellevar y recibiremos las bendiciones prometidas”6.
El rey Benjamín en su discurso alienta a su pueblo a que considere “el bendito y feliz estado de aquellos que guardan los mandamientos de Dios”7.
Nuestro amado profeta, el presidente Russell M. Nelson, ha extendido la siguiente invitación: “La primera palabra de Doctrina y Convenios es escuchad. Que significa ‘oír con la intención de obedecer’. Escuchar con la intención de obedecer significa ‘escucharlo’: escuchar lo que el Salvador dice y entonces, dar oído a Su consejo”8.
3. Somos felices cuando trabajamos.
Nefi también nos describe qué hicieron al establecerse en ese nuevo lugar. Él dijo: “Y aconteció que yo, Nefi, hice que mi pueblo fuese industrioso y que trabajase con sus manos”9.
En estos versículos vemos claramente que el trabajo es un factor esencial para ser felices.
El obispo David Burton dijo: “El trabajo no es un asunto solo de menester económico, sino que es una necesidad espiritual”10.
Al presidente David O. McKay le gustaba decir: “Debemos darnos cuenta de que el privilegio de trabajar es un don, que la fuerza para trabajar es una bendición y que el amor al trabajo es éxito”11.
El hecho de trabajar honradamente nos trae felicidad y un sentido de nuestro propio valor. Nuestro Padre Celestial nos ha enviado a la tierra no desprovistos de dones y talentos; por eso es importante estudiar, capacitarnos, aprender continuamente y trabajar por aquel objetivo que deseamos lograr.
4. Somos felices cuando adoramos en el templo.
Nefi también nos relata que él y su pueblo construyeron un templo al establecerse en ese nuevo lugar12.
El templo es literalmente la Casa del Señor. En el templo aprendemos acerca del Plan de Salvación, que somos hijos de un amoroso Padre Celestial y que nuestra vida tiene un propósito.
El élder Marion D. Hanks dijo: “En el templo podemos aprender a vivir como Cristo vivió en la tierra y prepararnos para vivir de la manera en que Él y el Padre viven ahora”13.
Cada vez que asisto al templo siento que un espíritu purificador me transforma, me refina, me hace una persona nueva, más llena de amor por mis semejantes, más leal a los convenios que he hecho con mi Padre Celestial y más deseosa de buscar primero el Reino de Dios.
La pregunta de mi nieta vuelve a mi mente: “¿Estás tú feliz?”
Nuevamente las palabras de nuestro amado profeta, el presidente Russell M. Nelson, nos brindan la respuesta:
“En esa palabra ‘Escúchalo’, Dios nos da el patrón o modelo para tener éxito, felicidad y gozo en esta vida. ¡Debemos escuchar las palabras del Señor, prestar atención a ellas y dar oído a lo que Él nos ha dicho!”14.
Nadie puede hacer por cada uno de nosotros lo que nosotros debemos hacer por nosotros mismos; por tanto, si deseamos felicidad, seamos fieles a los convenios realizados con nuestro Padre Celestial.
Sé que Jesucristo es el camino, que vive y que si lo escuchamos y seguimos seremos felices.