Voces de los Santos de los Últimos Días
Aquí por una razón
El Padre Celestial nos ama y desea bendecirnos, en ocasiones de maneras que no esperamos.
Había estado en la misión en los Países Bajos y en Bélgica por más de un año, cuando el presidente de misión me llamó para informarme que sería trasladado a una nueva área.
Me dijo a dónde iría y quién sería mi compañero y me agradeció mi disposición a servir. Yo tenía la esperanza de ir a otra área, pero me trasladé al otro lado del país a esa nueva asignación y me esforcé por olvidarme de mí mismo y ponerme a trabajar.
Desde el momento en que llegué, me pregunté por qué se me había asignado a ese lugar. Un día, mi compañero me dijo que teníamos una cita con una mujer menos activa de Puerto Rico que solo hablaba español. Afortunadamente, mi compañero hablaba español, ¡porque yo definitivamente no lo hablaba!
En la cita, mientras mi compañero hablaba con la hermana, yo solo sonreía y asentía con la cabeza. Antes de dar nuestro mensaje, mi compañero le preguntó a la hermana si tenía un ejemplar del Libro de Mormón en holandés que yo pudiera utilizar para ir siguiendo la lectura, ya que habíamos regalado nuestro último ejemplar más temprano ese día. Ella tomó un libro del estante superior.
Mi compañero abrió el libro, leyó la portada, volteó a verme y me preguntó: “¿Conoce a esta persona?”.
Me mostró la portada, que tenía un testimonio escrito por otro élder Morrell, y reconocí la dirección que acompañaba el mensaje.
Años antes, mi primo había servido como misionero en el barrio de esta hermana en Puerto Rico. Cuando él y su compañero se enteraron de que ella se mudaría a los Países Bajos, le obsequiaron un Libro de Mormón en holandés, en el cual escribieron su testimonio.
Después de leer el testimonio de mi primo, recibí una fuerte impresión. El Espíritu parecía decirme: “Estás aquí por una razón. Hay personas en esta área que están esperando conocer el Evangelio por medio de ti”.
Cuando le explicamos que el élder que había escrito el testimonio y yo éramos primos, la hermana dijo que sintió que Dios le estaba tendiendo la mano para demostrarle cuánto la amaba y lo mucho que deseaba que volviera a la Iglesia.
El Padre Celestial nos ama y desea bendecirnos, en ocasiones de maneras que no esperamos. Me sentí humilde por ser un instrumento en las manos del Señor para bendecir la vida de esa hermana.