Principios de ministración
Ministrar a las personas con discapacidades
No tenga temor a tender la mano y aprender cómo ayudar.
Ministrar a amigos y vecinos que tengan discapacidades puede resultar intimidante. Aunque queremos tender la mano de manera cristiana, a veces simplemente no estamos seguros de cómo hacerlo.
Mientras vivían en New Canaan, Connecticut, EE. UU., a la familia Thompson se la bendijo con dos mellizas. Cuando las niñas nacieron de modo prematuro y con síndrome de Down, el barrio acudió al rescate y los apoyó durante las cirugías a corazón abierto de las mellizas y durante meses de hospitalizaciones. Algunas de aquellas primeras necesidades fueron fáciles de ver; los miembros se organizaban para preparar comidas, cuidar a los niños, limpiar la casa, ayudar con lo relativo a la Navidad, y aun más.
No obstante, la ayuda amorosa no cesó conforme las niñas crecieron y las necesidades se volvieron menos notorias. Hubo amigos, líderes y hermanos y hermanas ministrantes amorosos que hicieron el esfuerzo de consultar a los Thompson en cuanto a cómo podían ayudar.
“Una amiga me preguntó qué cosa nos resultaba difícil”, dijo la hermana Thompson. “Le mencioné que los domingos eran difíciles, pues mi esposo y yo a menudo estábamos ocupados en nuestros llamamientos y solo podíamos dejar que nuestra hija mayor se hiciera cargo. Mi amiga de inmediato se ofreció a cuidar a las mellizas durante algunas horas cada domingo; y lo hizo durante muchos meses”.
Cuando las mellizas llegaron a la adolescencia, los líderes conversaban con los padres con regularidad a fin de planificar actividades que fueran inclusivas y entretenidas para ellas, así como para el resto de las jóvenes. Otra amiga invitaba a las jovencitas a su casa para que los Thompson pudieran participar en los ensayos del coro.
Después que los Thompson se mudaron a Utah, se asignó a un matrimonio que ministrara a la familia. “Antes de visitarnos, siempre preguntaban qué necesitábamos y qué tipo de mensaje se adecuaría mejor a la familia”, dijo la hermana Thompson. “Dedicaron tiempo a conocer a cada miembro de la familia, lo cual es importante, pues con frecuencia se presta menos atención a los hermanos de quienes tienen necesidades especiales”. El matrimonio a menudo invitaba a las mellizas a salir para realizar actividades especiales, dándole así un descanso a la familia.
La hermana Thompson aconseja a los hermanos y hermanas ministrantes que no teman preguntar a los padres qué les resulta difícil y cómo pueden ayudar. “Tan solo tiendan la mano; cuanto más lleguen a conocer a alguien, tanto más entenderán cómo ministrarle mejor”.
Sugerencias para ministrar a las personas con discapacidades y sus familias
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Conozca a la persona tal como es, más allá de su discapacidad. Pregúnteles qué les gustaría que sepa en cuanto a ellos. ¿Cuáles son sus aficiones?
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Hábleles del modo en que les hablaría a otras personas de su edad; procure mostrar respeto en su tono de voz y en sus acciones. Procure hablarles directamente a ellos.
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No ignore a las personas que tengan discapacidades; téngalas presente e inclúyalas. Consulte al miembro y a la familia de este en cuanto al modo en que les gustaría colaborar y servir.
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En el caso de las personas con discapacidades que sean menores de edad, use expresiones como, por ejemplo, “Háblenme en cuanto a David”, a fin de permitir que la familia mencione aquello con lo que se sienta cómoda.
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Ofrecerse a pasar tiempo con niños que tengan discapacidades puede proporcionar a los padres una pausa para centrarse en los demás hijos o atender otras ocupaciones. Además, nos hace comprender mejor la carga que llevan sobre sus hombros las personas que brindan ese cuidado.
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Puede brindar ayuda aunque no le sea posible estar presente; recibir notas de aliento o escuchar una voz amigable puede significar muchísimo. Incluso puede realizar compras en internet en ocasión de los cumpleaños o para atender otras necesidades.