Solo para versión digital: Voces de los Santos de los Últimos Días
Más allá de todo, puedes ser madre
La maternidad es un llamamiento especial que Dios da a toda mujer.
Me encanta prestar servicio a los demás. Es algo que aprendí de mis padres, especialmente, de mi madre. Ella siempre es la primera en ofrecer ayuda e invitar a la gente a comer o a beber algo.
Me enseñó que hacer cosas buenas por los demás puede marcar una gran diferencia en muchas vidas. Cuando ayudas a las personas, puedes ayudarlas a ser felices; y ellos, a su vez, al ser felices, querrán brindar felicidad a los demás. Eso es algo que siempre llevo en el corazón.
Crystal estaba en la escuela secundaria y Ángel tenía seis años cuando su madre ya no pudo seguir cuidando de ellos. Me ofrecí a acogerlos. “Te prometo que nunca dejaré a tus hijos”, le dije. “Cuidaré bien de ellos”.
Años después, otra joven madre me pidió que acogiera a su bebé, Allison. Aquella madre afrontaba circunstancias difíciles, y sabía que yo podía darle una buena vida al bebé; así que recibí a Allison.
Trato de enseñar a los niños las cosas importantes de la vida; los llevo a la Iglesia y trato de ayudarlos a acercarse más a Dios. Sé que cuando estoy más cerca de Él, puedo hacer mucho más, incluso las cosas que me parecen imposibles. Por supuesto que quiero eso mismo para Crystal, Ángel y Allison.
Estos niños han sufrido en la vida, pero he visto al Evangelio y al Espíritu sanar sus corazones. He visto cómo cambiaba paulatinamente su forma de ver las cosas y su comportamiento. Oramos juntos por sus padres biológicos, porque, pase lo que pase, quiero que los respeten y los amen.
Amo a Crystal, Ángel y Allison como si fueran mis propios hijos. A veces, las personas me preguntan si podría arrepentirme de mis decisiones alguna vez. ¿Y si la madre de Allison decidiera llevársela? ¿Me arrepentiré de haber amado a Allison y de haberme encariñado con ella? Pero, ¿por qué habría de arrepentirme? ¡Ayudar a otras personas no es nada de lo que haya que arrepentirse! Más bien, es algo para agradecer.
Estoy muy agradecida por Crystal, Ángel y Allison. Gracias a ellos, he aprendido a ser madre. He aprendido a despertarme en mitad de la noche para cambiar pañales, a enseñar a los niños pequeños a orar, a amar más profundamente de lo que creía posible; esas son cosas que jamás creí que experimentaría.
Quizá mi llamamiento en este mundo sea cuidar de aquellos que no tengan madre o que estén apartados de ella.
Trato de recibir y de escuchar a todo el que lo necesite. Cuando vienen los misioneros, me esfuerzo por tratarlos como lo harían sus madres. Si es su cumpleaños, les hago un pastel. Les pregunto si sus padres les preparan alguna comida especial y luego intento prepararla. Sé que sus padres están lejos, así que lo hago para animarlos.
Solía sentirme triste por ser soltera y añoraba tener hijos propios, pero la maternidad es un llamamiento especial que Dios da a toda mujer. Quizás usted no tenga hijos propios, pero aun así puede ser madre.