2022
El que me ministraran me ayudó a profundizar mi compromiso con el evangelio de Jesucristo
Marzo de 2022


Solo para versión digital: Jóvenes adultos

El que me ministraran me ayudó a profundizar mi compromiso con el evangelio de Jesucristo

Después de unirme a la Iglesia, la labor de ministración de los miembros llegó a ser tan importante como las lecciones de los misioneros.

grupo de jóvenes adultos sentados juntos a una mesa

Fotografías con modelos

Cuando me uní a la Iglesia por primera vez, muchas partes resultaban confusas. Conocía los principios básicos del evangelio de Jesucristo que me enseñaron misioneros maravillosos, pero nadie me enseñó sobre la organización de la Iglesia. El cuórum de élderes, la Sociedad de Socorro, Instituto y muchos otros programas y principios eran desconocidos para mí; únicamente sabía que debía ir a la Iglesia los domingos, estudiar las Escrituras y orar.

Sin embargo, tuve la suerte de tener amigos que me ayudaron a superar las primeras incertidumbres. Los misioneros fueron los que me presentaron el Evangelio, pero fue por medio de la ministración cristiana de muchos miembros que pude continuar fortaleciendo mi testimonio.

A continuación, enumero solo algunas de las personas que bendijeron mi vida por medio de sus labores de ministración:

1. La familia que me incluyó como un integrante más

Una de las primeras familias que me impresionó fueron miembros de muchos años de la rama a la que asistía, cerca de mi casa en Malasia. Cuando me veían en la Iglesia cada domingo, me saludaban con una enorme sonrisa en el rostro. También me guiaban en las clases y me mostraban a dónde ir, e incluso me recogían y en ocasiones me llevaban en el auto a la Iglesia. Con el tiempo, empezaron a invitarme a cenar en su casa. Esa familia realmente acogía el Evangelio en su vida y demostraron su devoción a Jesucristo por medio de su preocupación y amor genuinos por mí. Gracias a su ministración, desarrollamos una estrecha amistad y me sentí mucho más unido a la rama y que éramos como una gran familia.

2. Los jóvenes adultos que se encontraban en circunstancias similares a la mía

También recibí mucha ayuda y apoyo de otros jóvenes adultos solteros. Me sentí muy cerca de la mayoría de ellos al principio de mi conversión, porque la mayoría de nosotros éramos los únicos miembros de la Iglesia en nuestra familia. En medio de las circunstancias en las que nos encontrábamos, nos apoyamos en la comprensión mutua y nos convertimos en un refugio seguro el uno al otro, y con frecuencia nos reuníamos para comer y participar en actividades. Estar juntos, compartir nuestro amor por el Evangelio y apoyarnos mutuamente me ayudó a profundizar mi fe y a anticipar con anhelo algunos de los aspectos sociales de la Iglesia.

3. El matrimonio que acogió la ministración como algo más que un llamamiento

Las labores de ministración de un matrimonio también me hicieron sentir que tenía familiares en la Iglesia, y, con sinceridad, los consideré mis abuelos de la Iglesia, porque me trataron de la manera en que habrían tratado a su nieto.

Por supuesto, eran los asesores de los jóvenes adultos del distrito y su llamamiento consistía en ministrar a los jóvenes adultos, pero nunca consideraron sus responsabilidades como un simple llamamiento. Recorrían la segunda milla para encontrar oportunidades de cuidarnos como jóvenes adultos. Si yo o cualquier otro joven adulto de la zona necesitaba a alguien con quien hablar, alguien que nos diera consejo o un hombro en el que apoyarnos, siempre podíamos contar con ese matrimonio.

Un ejercicio particularmente útil que la hermana practicaba conmigo antes de mi misión era hacerme leer un discurso de la conferencia general cada día y luego compartíamos nuestras ideas al respecto. Lo hicimos durante meses, hasta el día antes de salir a la misión. Los días previos al servicio misional pueden ser estresantes y difíciles, pero creo que su paciencia y disposición para realizar esa actividad conmigo todos los días me ayudó a llegar a donde estoy ahora.

La ministración marca la diferencia

La ministración eficaz puede cambiar la vida de una persona para siempre —soy una prueba de ello— sobre todo si estamos dispuestos a aceptar ayuda. Como dice en Alma 37:6: “… por medio de cosas pequeñas y sencillas se realizan grandes cosas”. Y es verdad. Los pequeños actos de servicio que me brindaron, como ser invitado a cenar por esa amorosa familia de mi rama, recibir apoyo de otros jóvenes adultos y tener la oportunidad de leer discursos de la conferencia con esa hermana, marcaron la diferencia. La ministración no se hizo para que resultara difícil; son los sencillos actos de amor y bondad los que pueden cambiar la vida de una persona y darle un giro de 180 grados.

Debido a la disposición de esos miembros a considerar mis necesidades y mostrarme amor, tuve suficiente apoyo para edificar mi testimonio, y por eso sirvo en una misión en este momento. Las palabras de la presidenta Jean B. Bingham, Presidenta General de la Sociedad de Socorro, son verdaderas: “Después de todo, la verdadera ministración se realiza uno por uno, siendo el amor la fuerza motivadora”1. Sé que al confiar en el Espíritu para guiarnos, podemos ministrar como Cristo lo hizo y llevara otras personas a Él.