“Llámeme a mí primero”, Liahona, marzo de 2022.
Voces de los Santos de los Últimos Días: Mujeres de fe
Llámeme a mí primero
Estoy contenta de no haber perdido la oportunidad de ayudar a una hermana que necesitaba de mí y yo de ella.
Cuando era una joven madre con mi primer bebé, mi esposo aún estudiaba en la universidad. Los dos trabajábamos a tiempo parcial para cubrir nuestras necesidades básicas.
Anhelando tener un día libre del trabajo, hice planes para ver una antigua película en la televisión. Eso fue antes de que existieran los DVD y los servicios de transmisión.
La película comenzaría a la hora perfecta: a las 10 de la mañana, cuando nuestro hijo estaría tomando una siesta. Era una película con Cary Grant, una de mis estrellas favoritas del cine estadounidense.
La noche anterior a mi esperado día libre, llamó la presidenta de la Sociedad de Socorro del barrio. Una hermana del barrio había tenido un leve derrame cerebral y necesitaba que alguien la cuidara el día siguiente hasta que su hijo volviera del trabajo.
“Yo lo haría, pero tengo visitas”, dijo la presidenta de la Sociedad de Socorro. Explicó que no tenía a nadie más a quien pedírselo y se ofreció cuidar a nuestro niño mientras yo cuidaba a la hermana. Acepté de mala gana.
A la mañana siguiente, pasé a dejar a nuestro hijo y me fui a visitar a la hermana. Se llamaba Louise y enseguida sentí un gran afecto por ella. Era lo suficientemente mayor para ser mi abuela, quien había fallecido recientemente.
Ayudé a Louise a vestirse y luego le preparé el desayuno. Ella se sentó con cuidado en una silla y encendió la televisión. Al poco rato, ya eran las 10 de la mañana. Mientras cambiaba los canales con el control remoto, dijo: “Esta televisión no ofrece nada”.
Yo vacilé y después dije: “Hay una película de Cary Grant en el canal 11”.
“¿De veras?”, preguntó ella. “¡Me encanta Cary Grant!”.
Vimos la película y la disfrutamos de principio a fin. Después, me habló sobre su vida de cuando tenía mi edad. Me contó de su hijo y yo le conté del mío. Habló de la Iglesia y de cuánto la echaba de menos.
Cuando su hijo regresó, le prometí volver. Le dije a la presidenta de la Sociedad de Socorro que me llamara a mí primero si Louise llegara a necesitar de alguien.
En el transcurso de las siguientes dos semanas, Louise tuvo otro derrame y falleció antes de que tuviera la oportunidad de volver a verla. Solamente habíamos pasado juntas nueve horas y visto una película, pero ella llegó a ser una querida amiga. Pienso en ella a menudo.
Agradezco no haber perdido la oportunidad de ayudar a una hermana que necesitaba de mí y yo de ella, aunque no me diera cuenta.