2022
Dos verdades para ayudarnos a sobrellevar las pruebas con fe y optimismo
Marzo de 2022


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Dos verdades para ayudarnos a sobrellevar las pruebas con fe y optimismo

Tomado de un discurso pronunciado en la Conferencia de la Universidad Brigham Young para mujeres el 29 de abril de 2021. Para consultar el discurso completo, visite ChurchofJesusChrist.org/study/adults/women/byu-womens-conference.

Estas dos verdades, de que las pruebas son parte del plan de Dios y que Él envió a Su Hijo para ayudarnos, son tan básicas para nuestras creencias que puede ser fácil subestimar su poder.

Jesús sana a un hombre

No conozco todas las cargas y pruebas que puedan afrontar, ¡pero sé que las afrontan! Son una parte esencial de esta experiencia terrenal.

Las personas que nos rodean conocen algunas de nuestras pruebas; otras solo las conoce el Señor. Ruego que Él llene sus almas de paz, ministrándoles como solo Él puede hacerlo, al repasar dos principios fundamentales. Cuanto más profundamente comprendamos y creamos estas dos verdades básicas, más podremos sobrellevar con éxito las pruebas de la vida.

Principio núm. 1: En el plan del Padre Celestial para esta vida terrenal hay pruebas, desafíos, enfermedades y oposición; son parte del plan para nuestro crecimiento espiritual personal.

En la Perla de Gran Precio, aprendemos uno de los propósitos de nuestra experiencia terrenal: “… y con esto los probaremos, para ver si harán todas las cosas que el Señor su Dios les mandare” (Abraham 3:25; cursiva agregada). La frase “con esto los probaremos” implica una “prueba” o una “verificación” de quiénes somos en realidad. Por lo tanto, esta vida es una prueba; esto es parte fundamental del plan.

No sería una gran prueba sin desafíos ni oposición de algún tipo. En nuestra vida preterrenal, aceptamos el plan de nuestro Padre para la vida terrenal. Nos dimos cuenta de que se nos pondría a prueba; nos dimos cuenta de que habría “oposición en todas las cosas” (2 Nefi 2:11).

Todos nosotros experimentamos hoy esa oposición y no debemos sorprendernos. Nuestros desafíos pueden fortalecer nuestra determinación de andar con fidelidad por la senda de los convenios. ¡Qué maravilloso plan creó nuestro Padre! Una experiencia terrenal, hecha a medida para que Sus hijos crecieran y se desarrollaran.

Principio núm. 2: Por medio de Su sacrificio expiatorio por nosotros, Jesucristo ha sentido y vencido cada prueba, desafío, enfermedad y angustia que sin duda enfrentaremos. Él ha vencido al mundo; Él caminará con nosotros; no estamos solos.

El Padre Celestial conoce nuestras pruebas y tentaciones, y no nos ha dejado para que las enfrentemos solos. El Padre Celestial envió a Su Hijo, Jesucristo, para ayudarnos (véase Alma 7:11–13). El Salvador no quería que enfrentáramos solos esas pruebas. Él ha “pisado […] solo el lagar” (Doctrina y Convenios 133:50) para que nosotros no tengamos que hacerlo. Sea lo que sea que afrontemos, el Padre Celestial y Jesucristo nos apoyarán y sostendrán a medida que acudamos a Ellos. Podemos salir victoriosos de los desafíos, las pruebas y las angustias de esta vida terrenal.

El poder de estas verdades

Estas dos verdades, de que las pruebas son parte del plan de Dios y que Él envió a Su Hijo para ayudarnos, son tan básicas para nuestras creencias que puede ser fácil subestimar su poder. Consideren cómo estas verdades pueden afectar lo que pensamos y sentimos acerca de la adversidad. Ya que entendemos el propósito del plan de Dios, sabemos que nuestra adversidad no es una señal de que estemos fallando o de que el plan esté fallando; significa que estamos progresando. Y, debido a que comprendemos el alcance de la expiación de Jesucristo, sabemos que nunca tenemos que enfrentar nuestras pruebas solos. El Salvador comprende incluso nuestras luchas más íntimas y personales, y sabe exactamente cómo ayudarnos a superarlas.

Todas las cosas obran juntamente para tu bien

Quizás pueda ilustrar cómo la comprensión del plan del Padre y de la misión divina del Salvador nos capacita para enfrentar los desafíos de la vida.

En el verano de 2020, comencé a sentir dolor en el hombro izquierdo y no sabía por qué. El dolor no desaparecía, así que finalmente, a fines de octubre, consulté con un médico, quien miró una radiografía y sugirió una tomografía computarizada. A la noche siguiente, el médico me llamó a casa —probablemente no es una buena señal— y me dijo que la tomografía había identificado una enfermedad metastásica en mi hombro. En otras palabras, dijo que tenía cáncer. También dijo que parecía haberse extendido de otra parte del cuerpo al hombro.

Me levanté de la silla, entré en la otra habitación y le dije a Anne Marie que tenía cáncer. Esa noche, nuestras vidas cambiaron; todo pareció cambiar.

Me comuniqué con mi padre y le pregunté si me daría una bendición; Él tiene noventa y cinco años. Nos reunimos como familia en la casa de mis padres; todos nuestros hijos se unieron a nosotros y fue un milagro que todos estuvieran en la ciudad. Tuvimos cuidado de usar nuestras mascarillas, excepto en esta imagen.

retrato de la familia Pace

Fotografía por Busath Photography

Yo tenía la esperanza de que, en la bendición, mi padre diera en el clavo y ordenara que el cáncer desapareciera, pero esa no es la bendición que brindó. Me bendijo para que pudiesen identificar el cáncer, que hubiese un tratamiento, que yo lo siguiera y que eso restableciera mi salud.

Desde el momento en que él y mis hijos apartaron las manos de mi cabeza, sentí una sensación de paz. Sabía que ese sentimiento de paz provenía de la influencia del Espíritu Santo.

Durante el mes siguiente, hablando desde el punto de vista médico, yo no entendía nada. Sabía que tenía cáncer en el hombro y al menos en otro lugar de mi cuerpo; no sabía qué tipo de cáncer era o cuánto se había generalizado; simplemente no sabía nada en absoluto.

Sin embargo, lo que sí sabía era que mi padre, en compañía de mis cuatro hijos, había pronunciado una bendición sobre mí por la autoridad del Sacerdocio de Melquisedec. Yo tenía gran fe en el poder de esa bendición y también tenía fe en que la bendición era de acuerdo con la voluntad del Señor.

Los estudios médicos continuaron durante todo el mes de noviembre. Al esperar los resultados, Anne Marie y yo hablamos mucho sobre el futuro y nuestra fe en el plan de nuestro Padre Celestial. Hablamos sobre la posibilidad de que tal vez mi estancia en la tierra fuera un poquito más breve de lo previsto, pero, sin importar en cuál lado del velo estuviera, no cambió nuestro amor mutuo, por nuestro matrimonio o por nuestra familia. No cambió nuestra gratitud al Padre Celestial por el don de Su Hijo Jesucristo y por la bendición de participar en esta maravillosa experiencia terrenal.

En nuestras oraciones como matrimonio, oramos para que mi vida fuese preservada, pero si el plan era que regresara a casa en ese momento, también lo aceptaríamos. También oré para poder aprender lo que el Señor quería que aprendiera de esa experiencia. Recordé que el élder Neal A. Maxwell (1926–2004), del Cuórum de los Doce Apóstoles, dijo en una ocasión que el Señor le dio cáncer para que pudiera enseñar a la gente con autenticidad1. Yo sigo reflexionando sobre eso.

Mientras esperábamos el diagnóstico, seguí sintiéndome en paz. Estaba muy agradecido por la bendición de mi padre. Hablando desde el punto de vista espiritual, Él dio en el clavo y me sanó; me sanó espiritualmente.

Durante ese período, sentí la fe y las oraciones de amigos, familiares y seres queridos. Es algo extraordinario darse cuenta de que los hijos, sus cónyuges y los nietos de uno están orando con gran fe. Los misioneros y los santos con quienes servimos en la Misión España Barcelona también están ejerciendo su fe y oraciones en mi favor. ¿Qué mayores bendiciones podría haber? Esas oraciones de fe y el apoyo de tantas personas han creado un tsunami gigantesco de amor que me ha dejado pasmado.

Por fin, recibimos el diagnóstico. Tengo cáncer en el riñón derecho, que ha hecho metástasis en mi hombro izquierdo. Ya había tenido el cáncer del hombro durante aproximadamente un año y, por lo tanto, incluso más tiempo en el riñón. Por alguna razón que no conozco, no tengo cáncer en el cerebro ni en los pulmones. El Señor es muy bondadoso. Hay un curso de tratamiento, lo estoy siguiendo y confío en que dentro de un año más o menos estaré sano. “Y si no” (Daniel 3:18), estoy dispuesto a aceptar la voluntad del Señor para conmigo.

Ahora bien, no soy el único con problemas de salud o preocupaciones o dolores. Al igual que ustedes, tengo fe en el Señor Jesucristo; al igual que ustedes, tengo fe en el plan del Padre Celestial, y, como ustedes, tengo fe en que “todas las cosas obrarán juntamente para vuestro bien, si andáis en la rectitud y recordáis el convenio que habéis hecho el uno con el otro” (Doctrina y Convenios 90:24).

Nuestra fe no elimina necesariamente nuestras pruebas, pero nos da el poder y la perspectiva para sobrellevar esas pruebas con éxito.

El ejemplo del Salvador: “… no se haga mi voluntad, sino la tuya”

Nuestro Salvador, quien es nuestro ejemplo en todas las cosas, nos ha enseñado cómo soportar fielmente la adversidad. La más conmovedora es Su experiencia en Getsemaní:

“Y él se apartó de ellos a una distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró,

“diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.

“Entonces se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle” (Lucas 22:41–43; cursiva agregada).

El Padre no apartó esa copa de sufrimiento, pero tampoco abandonó a Su Hijo Amado. Envió un ángel para fortalecerlo y con esa fuerza el Salvador pudo llevar a cabo la Expiación infinita.

Del mismo modo, cuando enfrentamos desafíos, el Padre no siempre quita la carga, pero cuando nos sometemos a Su voluntad, podemos contar con Él para que nos dé la fuerza a la altura del desafío.

Paz en Cristo

Testifico de Jesucristo, la verdadera fuente de paz duradera (véase Juan 16:33). Debido a que venció al mundo, nos da la fuerza para enfrentar todas las pruebas que el mundo nos puede dar. Proporciona una perspectiva eterna a través de Su evangelio restaurado y consuelo a través de la influencia del Espíritu Santo. De hecho, el evangelio de Jesucristo es la respuesta a todos los problemas que enfrentamos en la vida.

“La paz os dejo”, dijo el Salvador, “mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo” (Juan 14:27).

Nota

  1. Véase Bruce C. Hafen, A Disciple’s Life: The Biography of Neal A. Maxwell, 2002, pág. 562.