2022
Nuestros espíritus se unieron en canto
Marzo de 2022


“Nuestros espíritus se unieron en canto” Liahona, marzo de 2022.

Voces de los Santos de los Últimos Días: Mujeres de fe

Nuestros espíritus se unieron en canto

La barrera idiomática desapareció porque sabíamos a Quién y sobre qué estábamos cantando.

un avión vuela frente a una nube con forma de corazón

Cuando mi amiga y yo abordamos el avión jumbo en Seúl, Corea del Sur, saludamos inclinando la cabeza a la mujer coreana con aspecto de abuela que estaba sentada en el asiento del pasillo. Mi amiga y yo entonces pasamos con dificultad por el estrecho espacio que había entre ella y el asiento delantero y ocupamos nuestros asientos, mi amiga en el centro y yo junto a la ventanilla.

Habíamos despegado hacía apenas unos minutos cuando escuché los suaves tonos de un himno. Reconocí que era “¡Grande eres Tú!”1, el cual es conocido en muchas denominaciones cristianas y el cual yo había memorizado hacía poco tiempo.

Miré alrededor con discreción para determinar de dónde provenía el sonido. Al hacerlo, noté que la mujer coreana que estaba en nuestra fila de asientos tenía una mano sobre un pequeño himnario —impreso con caracteres coreanos— de su iglesia protestante.

Intercambié rápidamente el asiento con mi amiga y, para nuestro deleite mutuo, me uní en voz baja al canto de la mujer. Ella no hablaba inglés, y yo no hablo ni leo coreano, pero sí sé leer música.

Así que, cuando ella daba vuelta a las páginas de su himnario, yo miraba la primera secuencia de notas y asentía si reconocía el himno. Luego yo daba el tono y comenzábamos a cantar, ella en coreano y yo en inglés. Ella cantaba la melodía y yo hacía la segunda voz.

Pronto nos acompañaron pasajeros de las filas de adelante, de atrás y del costado. Durante casi una hora, nuestro coro improvisado entonó varios himnos cristianos conocidos, cada uno de nosotros en su idioma materno. La barrera idiomática desapareció con la música y por el hecho de que sabíamos a Quién y sobre qué estábamos cantando. Nuestros espíritus se unieron en canto.

Antes de que los auxiliares de vuelo sirvieran la cena, nuestro último himno fue “Noche de luz”2, aunque estábamos a mediados de octubre.

Desde aquella experiencia, he pensado en lo inusual, pero maravilloso, que fue que un grupo de extraños unieran sus voces para entonar himnos en un avión de pasajeros en lo alto del Pacífico.

Aún se me hace un nudo en la garganta cada vez que canto “¡Grande eres Tú!” y “Noche de luz”. No puedo cantar esos himnos sin pensar en aquella mujer coreana y en el don de la música que nos permitió compartir nuestra fe común en nuestro Salvador Jesucristo.

Notas

  1. “¡Grande eres Tú!”, Himnos, nro. 41.

  2. “Noche de luz”, Himnos, nro. 127.