2022
Desarrollar más fe, confianza y esperanza en el Salvador Jesucristo
Abril de 2022


Mensaje del Área

Desarrollar más fe, confianza y esperanza en el Salvador Jesucristo

Los años 2020 y 2021 fueron de muchas pruebas difíciles, no solo para los santos de los últimos días, sino también para todo el mundo en general. La pérdida de nuestros seres queridos, las enfermedades y sus complicaciones, los efectos en la economía global, así como local, la perdida de los empleos, y empresas de auto empleos que muchos tenían, el distanciamiento social, entre otros, son los efectos ocasionados por esta pandemia mundial que han dejado huellas difíciles de borrar en las personas y las familias.

Al pensar en estas consecuencias, es importante saber que hay un Dios en los cielos que no está ajeno a cada situación por las que Sus hijos e hijas deben pasar en esta vida de probación. Él, que es nuestro Padre Eterno y que nos envió a esta vida terrenal para que tuviéramos experiencias que nos ayudarían a un día volver nuevamente a Su presencia, no nos ha dejado solos para pasar por todas esas pruebas y dificultades. Él, por medio de Su amor infinito y Su Plan eterno, se aseguró de darnos el don de Su Divino Hijo, nuestro Salvador Jesucristo, para que pudiéramos tener paz, gozo, alivio y consuelo en nuestras pruebas y aflicciones. Como lo expresó el apóstol Juan: “Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénto, para que todo aquel que en él cree no se pierda, ms tenga vida eterna” 1 .

El amor de nuestro Padre Celestial por nosotros, Sus hijos, no solo tiene que ver con las bendiciones que tendremos en la vida venidera, sino aun con la esperanza de tener un mundo mejor en esta vida terrenal, lleno de gozo y alegrías, aun pese a nuestras dificultades, asegurando así el propósito de la mortalidad descrito por el profeta Lehi: “…existen los hombres para que tengan gozo” 2 .

¿Pero cómo es posible experimentar ese gozo en medio de pruebas difíciles de soportar?

Por ejemplo, Mía Cano Trujillo, una tierna niña de la Primaria de solo 9 años, de la Estaca Ventanilla, Perú, se pregunta por qué siente tanto dolor y soledad al ver partir a su abuelita y a sus tíos, quienes fallecieron a raíz de los efectos del COVID-19. Con lágrimas e inocencia, pregunta: “¿por qué?, si mi abuelita siempre estaba para mí”.

Benjamín Huamán Trujillo, también de la Estaca Ventanilla, Perú, un hombre joven, que perdió a su madre, su abuela y dos tíos muy queridos, comenta que perder a familiares tan importantes para él, y no poder abrazar a su madre por última vez antes de su partida, fueron situaciones que le causaron mucho dolor en su vida.

La hermana Jenny De Moya, de la estaca Bogotá Kennedy, quien, junto a sus dos hijos, sufrió la pérdida de su esposo el año anterior, se hizo preguntas tales como: “¿por qué un padre y esposo que quería mucho a su familia, y que era un hombre muy bueno, no se pudo quedar en esta vida terrenal? ¿Es justo que alguien pierda la vida tan joven y rápido, y que esté haciendo las cosas bien? ¿No sé si nos faltó más fe?”

Al presentarnos las lecciones que había aprendido durante esta pandemia, El presidente Russell M. Nelson, nuestro profeta, vidente y revelador, hablando de la importancia de incrementar nuestra fe aún en medio de una pandemia, nos enseñó lo siguiente:

“No minimicen la fe que ya tienen. Se necesita fe para unirse a la Iglesia y permanecer fiel. Se necesita fe para seguir a los profetas en lugar de los expertos y la opinión popular. Se necesita fe para servir una misión durante una pandemia. Se necesita fe para vivir una vida casta, cuando el mundo proclama que la ley de castidad de Dios ya está pasada de moda. Se necesita fe para enseñar el Evangelio a los niños en un mundo secular. Se necesita fe para suplicar por la vida de un ser querido e incluso más fe para aceptar una respuesta decepcionante” 3 .

Al reflexionar sobre este llamado de un profeta del Señor, podemos concluir que estamos en un momento crucial de la historia de nuestra vida y del mundo para maximizar nuestra fe y confianza en el Salvador Jesucristo, y para ello es importante reconocer y aprender cómo son los efectos de Su poder para nosotros, cómo podemos acceder a los beneficios de desarrollar fe y confianza en Su sacrificio expiatorio para hallar más esperanza en Él.

El élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles, nos enseñó que hay dos lados importantes de la expiación de nuestro Señor Jesucristo a los que tenemos el derecho de acceder, Su poder redentor y Su poder habilitador; él dijo:

“Supongo que gran cantidad de miembros de la Iglesia están mucho más familiarizados con la naturaleza del poder redentor y purificador de la Expiación que con su poder fortalecedor y habilitador. Una cosa es saber que Jesucristo vino a la tierra para morir por nosotros, lo cual es básico y fundamental respecto a la doctrina de Cristo; pero también es necesario que reconozcamos que el Señor desea, mediante Su expiación y por medio del poder del Espíritu Santo, vivir en nosotros, no sólo para guiarnos, sino también para darnos poder” 4 .

Si viéramos estos dos poderes que emanan de la expiación del Salvador Jesucristo como las dos caras de una moneda, es importante que podamos ver cada panorama y cada lado y no necesariamente tirar la moneda para por suerte acceder a tan sólo uno de ellos; o muchas veces nos quedamos solos con uno de los dos lados, que generalmente tiene que ver con el poder redentor del Salvador, nos quedamos en nuestra mente con que solo podemos acceder al Salvador Jesucristo cuando necesitamos el perdón de nuestros pecados o que solo se habiliten Sus poderes redentores en nuestra vida. También es importante ver lo que hay del otro lado: hay consuelo, hay paz, hay socorro, hay cuidados y hay más poder, ya que Él es nuestro consolador, Príncipe de Paz, nuestro socorrista, nuestro maestro cuidador, y nuestro Señor Dios omnipotente, al cumplir Su misión de ofrecernos Sus poderes habilitadores para mejorar nuestra vida.

Él sufrió y pagó el precio, al ir como “cordero al matadero” para superar los efectos de las ligaduras, tanto de la muerte física como de la muerte espiritual; pero también lo hizo con el propósito de comprender a Sus hijos y de lograr una empatía perfecta por quienes estaba realizando el sacrificio, tal como el profeta Alma lo describe:

“Y él saldrá, sufriendo dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases; y esto para que se cumpla la palabra que dice: Tomará sobre sí los dolores y las enfermedades de su pueblo.

Y tomará sobre sí la muerte, para soltar las ligaduras de la muerte que sujetan a su pueblo; y sus debilidades tomará él sobre sí, para que sus entrañas sean llenas de misericordia, según la carne, a fin de que según la carne sepa cómo socorrer a los de su pueblo, de acuerdo con las debilidades de ellos” 5 .

Tenemos la certeza de que al usar su poder redentor, Él hará posible que nos limpiemos de nuestros pecados y evitemos la separación entre nosotros y el Padre Eterno; también hará posible que la muerte sea una separación temporal de nuestro cuerpo y nuestro espíritu, para tener un día toda una resurrección gloriosa y vivir para siempre.

Pero al ver la otra cara de la moneda también necesitamos convertirnos a que “Él sanará nuestras llagas y moretones”; “vendará y suavizará nuestras heridas” 6 ; “aligerará nuestras cargas”; consolará nuestras aflicciones; “enjugará todas nuestras lágrimas” 7 ; asumirá todas nuestras angustias; y reparará todo aquello que se haya roto en nuestra vida.

En contraste con esta pandemia actual, hace un poco más de 100 años, durante los efectos de la gran pandemia mundial de gripe, murieron más de 100 millones de personas a lo largo del mundo, el profeta, vidente y revelador en ese momento era el presidente Joseph F. Smith, Él estaba bastante preocupado por la situación mundial, y había sido golpeado por la pérdida de varios de sus propios seres queridos, al mismo tiempo que veía la gran devastación que había dejado la Primera Guerra Mundial que acababa de terminar. Pensando en la manera de llevar alivio a su vida personal, a los miembros de la Iglesia y a todo el mundo, el presidente Joseph F. Smith oró al Señor intensamente para recibir solaz y paz. Al hacerlo, recibió como respuesta la revelación registrada en la sesión 138 de Doctrina y Convenios. El presidente M. Russell Ballard, quien es su bisnieto, describió los sentimientos del presidente Smith al respecto:

“[El año 1918] fue particularmente doloroso para él. Estaba afligido por el número de muertos de la Gran Guerra, el cual continuó en aumento hasta superar los 20 millones de personas. Además, una pandemia de gripe se extendía por todo el mundo, cobrándose la vida de unos 100 millones de personas.

“Durante ese año, el presidente Smith también perdió a otros tres preciados miembros de la familia. El élder Hyrum Mack Smith, del Cuórum de los Doce Apóstoles, su primogénito y mi abuelo, murió repentinamente como resultado de una perforación del apéndice.

“El presidente Smith escribió: ‘No tengo palabras, ¡[estoy paralizado] por el dolor! ¡Tengo el corazón hecho pedazos, palpitante como si quisiera dejar de latir! ¡Oh! ¡Lo amo! […] Desde lo profundo de mi alma, ¡doy gracias a Dios por él! Pero ¡oh, lo necesitaba! ¡Todos lo necesitábamos! Era de gran provecho para la Iglesia […]. Y ahora […], ¡oh, qué puedo hacer! […] ¡Oh, que Dios me ayude!’.

“Fue así que, el 3 de octubre de 1918, habiendo experimentado un intenso pesar por los millones de personas que habían muerto en el mundo por causa de la guerra y la enfermedad, así como también por la muerte de los miembros de su propia familia, el presidente Smith recibió la revelación celestial conocida como ‘la visión de la redención de los Muertos’” 8 .

Esta revelación, “la visión de la redención de los Muertos” llegó a ser un bálsamo, no solo para el profeta del Señor, sino para todos los santos que estaban sufriendo a causa de la muerte, la pérdida de sus seres queridos y las enfermedades que rodeaban sus vidas en ese momento difícil. Uno de los pasajes de esta revelación y visión que más nos ayuda a tener esperanza es el momento en que el Salvador aparece en el Mundo de los Espíritus, trayendo paz y consolación a quienes estaban esperando con gran anhelo su llegada y liberación de las cadenas de la muerte:

“Y se hallaba reunida en un lugar una compañía innumerable de los espíritus de los justos, que habían sido fieles en el testimonio de Jesús mientras vivieron en la carne,

“y quienes habían ofrecido un sacrificio a semejanza del gran sacrificio del Hijo de Dios, y habían padecido tribulaciones en el nombre de su Redentor.

“Todos estos habían partido de la vida terrenal, firmes en la esperanza de una gloriosa resurrección mediante la gracia de Dios el Padre y de su Hijo Unigénito, Jesucristo.

“Vi que estaban llenos de gozo y de alegría, y se regocijaban juntamente porque estaba próximo el día de su liberación.

“Se hallaban reunidos esperando el advenimiento del Hijo de Dios al mundo de los espíritus para declarar su redención de las ligaduras de la muerte.

“Su polvo inerte iba a ser restaurado a su forma perfecta, cada hueso a su hueso, y los tendones y la carne sobre ellos; el espíritu y el cuerpo iban a ser reunidos para nunca más ser separados, a fin de recibir una plenitud de gozo.

“Mientras esta innumerable multitud esperaba y conversaba, regocijándose en la hora de su liberación de las cadenas de la muerte, apareció el Hijo de Dios y declaró libertad a los cautivos que habían sido fieles” 9 .

De la misma manera en que el Salvador apareció en el mundo de los espíritus para declarar libertad a los cautivos y traerles gozo y esperanza por su liberación, Él también aparecerá en nuestras vidas en cada momento difícil y correrá hacia nosotros para “envolvernos en los brazos de su amor” 10 y declararnos liberación de nuestras cargas y aflicciones. Tengo esa firme certeza.

En un momento en particular de mi vida personal estaba sufriendo dolores y aflicciones intensos debido a una rara enfermedad, que también era extraña para los médicos que me atendían. En ese momento al acudir a mi Salvador, pude sentir su consuelo y el alivio de esos dolores difíciles de soportar. Desde muy joven siempre había sentido que debía componer un salmo o una poesía a mi Salvador, esa “canción del amor que redime” 11 de la que hablan en las Escrituras. Pero nunca me imaginé que lo haría en uno de los momentos más difíciles de enfermedad y angustia. Fue así como, desde la camilla de urgencia de una clínica, implorando al Señor Su paz y Su socorro, llegaron a mi mente versículos de las Escrituras, especialmente del profeta Isaías, que fueron un gran consuelo y una fuente de fortaleza para mí en ese momento, y fue tanta la tranquilidad y la paz que sentí que empecé a plasmar a manera de versos esas frases que venían a mi mente y se anidaban en mi corazón. Apenas tuve más fortaleza las escribí y titulé: ¡Siempre es posible contigo, Señor!

I

Enfermo estoy y me puedo aliviar

Es Tu Expiación mi esperanza en sanar

Venda mi herida y cura mi dolor

¡Siempre es posible contigo, Señor!

II

Mis enfermedades y miedos tomaste por mí

Después de estar triste Tú me haces feliz

Puedo sentir los brazos de Tu amor

¡Siempre es posible contigo, Señor!

III

Incómodo estoy sin poder descansar

Me cubres, me arrullas, y duermo en paz

En lecho tranquilo y con Tu cálido amor

¡Siempre es posible contigo, Señor!

IV

Tu obra extraña, Tu extraña labor

¡Me da fuerza al cansancio, como un habilitador!

Cuando impotencia siento al cumplir mi misión

¡Siempre es posible contigo, Señor!

V

Me comprendes de modo muy particular

Siempre me recuerdas por la senda andar

Me evitas caer en cualquier tentación

¡Siempre es posible contigo, Señor!

VI

Como mi muerte tomaste por mí

Mi corazón rebosa de gratitud a Ti

Esperaré con júbilo mi resurrección

¡Siempre es posible contigo, Señor!

VII

Si me arrepiento y confío en Ti, ¡oh, Dios!

Del pecado me limpias y tendré redención

Por tu Gracia un día tendré exaltación

¡Siempre es posible contigo, Señor!

Desde entonces he visto cómo el Señor me ha seguido hablando y consolando a través de este poema, y no solamente he acudido a estas palabras para rendir tributo y honra a mi Salvador, sino que además lo uso como una fuente de inspiración habilitadora para salir triunfante en momentos difíciles de mi vida personal.

Al pensar en las pérdidas que hemos tenido durante esta pandemia, Puedo indicar que el Salvador hace posible que todos nuestros seres queridos puedan resucitar y que podamos volvernos a ver en Su gloriosa mansión celestial; pero al mismo tiempo debemos desarrollar la fe y esperanza de que Él también ha asumido el dolor que sentimos al tener que despedirnos de nuestros familiares, Él “enjugará cada lágrima que hallamos derramado” al sentir el dolor de la muerte de nuestros familiares y amigos.

Al conversar con Mía puedo ver y sentir que el Señor, a pesar de su corta edad, le está ayudando para comprender la razón por la que tuvo que perder a su abuelita y a sus tíos durante esta pandemia, de manera tierna ella reflexiona diciendo: “veo la cara de mi abuela diciéndome: “no llores, yo siempre voy a estar para ti”, y yo sé que Dios hace todo para estar en un mundo mejor y eso hace parte de Su Plan de Salvación”.

Me consuela la paz y tranquilidad que ha venido a Benjamín que, debido a la situación por la que pasó, pudo reflexionar acerca del plan que Dios tiene para nosotros y llegó a la conclusión que “debemos aprovechar más y mejor el tiempo que tenemos en esta vida, especialmente valorando el tiempo que dedicamos a nuestras familias”. Él manifiesta que “gracias al sellamiento en el templo y por medio del Salvador Jesucristo y Su evangelio, volverá a ver a su madre y a sus familiares”. Qué gran reflexión y enseñanza, ¡esa es su esperanza!

Al hablar con la hermana Moya, puedo sentir que ella y sus dos hijos están siendo cuidados y consolados por la pérdida de su esposo y padre. A ella le consoló mucho las reflexiones de su hijo Samuel, de 16 años, que con madurez afirmó: “estas son cosas que debían suceder y Dios no es culpable de nuestra situación, son pruebas que teníamos que pasar”. Sin duda ellos serán consolados cada día de sus vidas por el Señor, hasta tener la comprensión que necesitan para asimilar por qué debemos pasar por el dolor de la muerte.

Como aprendemos de estas buenas familias, que han recibido consuelo y fortaleza del Señor, es el momento de que nuestra fe aumente, nuestra confianza en Cristo se perfeccione y que nuestra esperanza en Él sea lo suficientemente fuerte para continuar adelante firmes, esperando un mundo mejor en esta vida y en la venidera, porque “el futuro es brillante para el pueblo de Dios que observa sus convenios” 12 .

Tengo un testimonio personal de que mi Salvador Jesucristo me conoce y conoce a cada uno de aquellos por los cuales realizó Su sacrificio; Él está en los detalles grandes y pequeños de nuestra vida para ayudarnos y cuidarnos; no tengo dudas que la frase: “siempre es posible contigo, Señor” es real. En el nombre de Jesucristo. Amén.

Referencias

  1. Juan 3:16.

  2. 2 Nefi 2:25.

  3. Véase Russell M. Nelson, “Cristo ha resucitado, la fe en Él moverá montes”, Liahona, mayo de 2021, pág. 104.

  4. Véase David A. Bednar, “La Expiación y el trayecto de la vida terrenal”, Liahona, abril de 2012, pág. 14.

  5. Alma 7:11–12.

  6. Isaías 1:6.

  7. Apocalipsis 7:17.

  8. Véase M. Russell Ballard, “La visión de la redención de los muertos”, Liahona, nov. de 2018, pág. 72.

  9. Doctrina y Convenios 138:12–18.

  10. 2 Nefi 1:21.

  11. Alma 5:26.

  12. Véase Russell M. Nelson, “Lo que estamos aprendiendo y que jamás olvidaremos”, Liahona, mayo de 2021, pág. 80.