“Sanada en el templo”, Liahona, septiembre de 2023.
Voces de los Santos de los Últimos Días
Sanada en el templo
En el templo, sentí la profunda certeza de que el Señor me ama y está al tanto de mis dificultades.
En 2017, nuestro primer hijo nació muerto. En 2020, nueve meses antes de que se dedicara el Templo de Durban, Sudáfrica, nuestro segundo hijo nació muerto.
En ese momento, me sentía como Ana del Antiguo Testamento. Yo “con amargura de alma, or[é] a Jehová y llor[é] desconsoladamente” (1 Samuel 1:10).
Me sentía desamparada y enojada, y padecía un dolor insoportable. Tenía dificultades emocional, física y espiritualmente. Aferrarme a la barra parecía como aferrarme a una fina cuerda que gradualmente se me resbalaba de las manos. En verdad ardía en “el horno de la aflicción” (Isaías 48:10).
Me siento muy agradecida de haber recibido ayuda y sanación de mi familia, de las Escrituras y de la oración. También recibí ayuda de terapeutas; sin embargo, el punto culminante de mi sanación ocurrió en el templo.
Al comenzar a servir en el templo, empecé a llenarme de mayor luz; allí me sentía como en casa. También sentía la profunda certeza de que el Señor me ama y está al tanto de mis dificultades.
Al continuar sirviendo en la Casa del Señor, comencé a ver los nombres de mis antepasados de una manera diferente: no eran tan solo nombres. Me di cuenta, por ejemplo, de que cierta antepasada había sido hija, madre, abuela, tía, hermana y sobrina. Su fallecimiento debe haber sido difícil para los parientes que le sobrevivieron. Sin embargo, las bendiciones ofrecidas a dicha antepasada en el templo por medio de las sagradas ordenanzas vicarias constituyen un gran y dulce gozo que sobrepasa cualquier dolor que sus parientes vivos pudieran haber sentido cuando falleció.
Ese entendimiento me ha bendecido al pensar en nuestros preciados niños, en la naturaleza eterna de nuestro espíritu y en el plan de salvación del Padre Celestial. El haber perdido a nuestros niños me motiva a hacer todo lo posible por vivir el Evangelio.
Todavía hoy algunos días son más difíciles que otros, pero el aferrarme a mis promesas por convenio hace que esos días sean más fáciles.
Cito las palabras del presidente Russell M. Nelson: “Extrañamos muchísimo a nuestr[os] [hijos]. Sin embargo, gracias al evangelio restaurado de Jesucristo, no nos preocupamos por ell[os]. A medida que continuamos honrando nuestros convenios con Dios, vivimos con la esperanza de estar con ell[os] nuevamente”1.