2023
Ser “un buen receptor” de servicio
Septiembre de 2023


Solo para la versión digital

Ser “un buen receptor” de servicio

Estaba acostumbrada a ser la persona que servía a los demás; pero cuando un médico descubrió tumores en mi pecho, descubrí el valor de recibir el servicio.

Manos ofreciendo y aceptando un corazón

Durante la universidad, había servido como presidenta de la Sociedad de Socorro en dos ocasiones y había tenido otros llamamientos en mis diversos barrios, que me permitieron ayudar a otras personas con frecuencia. Me especialicé en Psicología y dediqué mucho tiempo a ayudar a quienes también luchaban con diversas enfermedades mentales y discapacidades.

Estaba acostumbrada a servir, no a que me prestaran servicio.

Entonces, una noche, encontré un bulto del tamaño de una canica en el pecho. Hice caso omiso de él durante unas semanas hasta que una noche regresó a casa mi compañera de cuarto, Rachel, quien también había sido mi compañera de misión. Estaba sentada en su cama frente a mí y recordé que su abuela había fallecido de cáncer de mama.

Desde que había hallado el bulto, había estado negando que algo estuviera mal; nadie de mi familia había tenido problemas de salud y mucho menos cáncer. Aun si hubiera querido que se me examinara el bulto, no tenía idea por dónde empezar con hospitales y médicos, pero esa noche en particular, sentí que debía decirle algo a Rachel.

De inmediato me abrazó y lloró conmigo. Luego me ayudó a encontrar a un médico que pudiera examinarme el bulto, pero no se detuvo allí; incluso vino conmigo a la cita médica para que no tuviera que estar sola. Estaba honrando sus convenios al ejemplificar el consejo de Mosíah 18:9 de “llorar con los que lloran; sí, y […] consolar a los que necesitan de consuelo”.

Durante las visitas posteriores a los médicos, me enteré de que el bulto que sentía era uno de cuatro tumores en mi pecho y era el más pequeño. Esa fue una de las experiencias más impactantes de mi vida, fue especialmente difícil porque también estaba tratando de equilibrar los estudios académicos y los llamamientos de la Iglesia.

Dios guía a las personas para bendecirnos

Aunque más tarde me enteré de que los tumores eran benignos, pensé mucho en aquella experiencia y en lo mucho que mi amiga me había bendecido. Me abrió los ojos a la importancia de permitir que otras personas me sirvieran.

El élder Dieter F. Uchtdorf, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó:

“[T]odos sabemos que ‘Más bienaventurado es dar que recibir’ [Hechos 20:35], pero me pregunto si a veces rechazamos o incluso menospreciamos la importancia de ser los que recibimos con bondad […].

“A veces, llega el punto en el que las personas no pueden recibir un regalo o ni siquiera un cumplido sin sentirse avergonzadas o tener sentimientos de estar en deuda. Piensan erróneamente que la única manera aceptable de responder al recibir un regalo es reciprocar con algo de más valor”1.

Durante mis llamamientos en la Iglesia y mis estudios de psicología, pude crecer significativamente porque otras personas me permitieron servirles. Si a alguna de las personas a las que se me pidió que sirviera me hubiera negado esa oportunidad, esas experiencias no me habrían permitido llegar a ser más como mi Salvador al servir en Su nombre.

Mi experiencia con los tumores me ayudó a ver que lo contrario también es verdad: al negar a otras personas que me sirvieran, no les estaba permitiendo crecer de la forma en que yo lo había hecho cuando los demás me dejaban servirles. También me estaba perdiendo oportunidades sagradas de acercarme más a ellos y a Cristo. Como dijo el élder Uchtdorf: “Cuando recibimos con bondad y agradecimiento, abrimos la puerta para intensificar nuestra relación con el que obsequia la dádiva. Sin embargo, cuando no estimamos una dádiva, o incluso la rechazamos, no solo herimos a aquellos que se abren hacia nosotros, sino que, en cierta manera, nos hacemos daño también a nosotros mismos”2.

La vida no es un esfuerzo individual

Dios no tenía la intención de que recorriéramos solos la senda de los convenios, como tampoco pretendía que yo resolviera lo de los tumores por mi cuenta. A veces somos nosotros los que damos, pero Dios también tiene la intención de que nosotros seamos los receptores del amor y del servicio. El Salvador mismo nos dio el ejemplo en esto (véase, por ejemplo, Marcos 14:3–9).

Ya no les digo a las personas que no cuando quieren hacerme galletas durante un examen estresante o cuando se ofrecen a comprarme el almuerzo si he tenido un mal día. Ya no les digo a mis hermanas y hermanos ministrantes que no necesito nada de ellos; al menos les permito que me tengan en sus oraciones si no hay nada más que necesite en ese momento.

Ya no rechazo a las personas cuando se ofrecen a ayudar. A cambio, he aprendido que al permitir que otras personas me ayuden, estoy más dispuesta a permitir que Jesucristo me ayude. Y el permitir que Él entre más en mi vida me ha brindado mucha fortaleza.

Como enseñó el élder Uchtdorf: “Toda dádiva que se nos brinda, especialmente una que provenga del corazón, es una oportunidad para crear o fortalecer un lazo de amor”3. Eso es verdad con nuestros seres queridos (e incluso con aquellos que no conocemos bien) y es verdad con el Padre Celestial y Jesucristo.

He sido muy bendecida por este cambio de perspectiva en cuanto a permitir que otras personas me presten servicio. En lugar de rechazar los esfuerzos de los demás por cuidar de mí, he podido invitar nuevas amistades a mi vida, incluso una relación más profunda con mi Salvador, al haberme permitido recibir servicio y no solo prestarlo.