“Después de los traumas: Desarrollar resiliencia y aceptar la sanación”, Liahona, septiembre de 2023.
Después de los traumas: Desarrollar resiliencia y aceptar la sanación
La sanación llega a medida que procuramos la ayuda del Salvador y desarrollamos la autosuficiencia emocional.
La mayoría de las personas experimentarán al menos un acontecimiento traumático en su vida. Lo hemos visto en nuestra vida personal y profesional. ¿Qué es lo que causa los traumas? Alguna experiencia difícil, como un accidente automovilístico, la pérdida del empleo, la guerra, el maltrato físico, la agresión sexual, el acoso escolar grave [bullying], la pérdida de un ser querido, etc.
Los traumas son dolorosos y, en ocasiones, puede que parezca imposible encontrar alivio; sin embargo, es importante saber que el dolor puede disminuir, y que volverá a hallar paz a medida que confíe en su Padre Celestial y en su Salvador, Jesucristo.
El Padre Celestial permite que pasemos dificultades. Aunque Él no preordena, ni crea, ni apoya esas experiencias, si confiamos en Él, puede hacer que “todas las cosas obr[en] […] para [n]uestro bien” (véase Doctrina y Convenios 90:24; véase también 2 Nefi 32:9).
Hemos hallado que acudir al Padre Celestial y al Salvador es esencial en el proceso de sanación; Su paz sana emocional y espiritualmente. Sabemos que, en Su amor y compasión, usted puede hallar fortaleza para sanar. También hemos encontrado algunas técnicas que le permitirán edificar sobre el cimiento de sus fortalezas personales y avanzar hacia la sanación.
Cada persona experimenta los acontecimientos traumáticos de manera diferente. De hecho, algunas pueden considerar que un acontecimiento determinado es traumático, mientras que a otra quizás solo le resulte incómodo. Por esa razón, recuerde no comparar su experiencia con la de los demás, ni tampoco vea su experiencia como el parámetro general para todos.
Diferentes reacciones ante los acontecimientos
Sam y Lucy iban juntos de viaje cuando el conductor del vehículo en el que viajaban se quedó dormido y se salió de la carretera, lo cual hizo que el auto volcara dando varios tumbos. Sam no resultó herido de gravedad y, en un principio, pareció superar el accidente sin mayor problema; incluso consoló a Lucy mientras le colocaban un yeso en el brazo que se había fracturado.
Varias semanas después, cuando surgió la oportunidad de viajar de nuevo, a Sam le sobrevino un sentimiento de pánico tan solo de pensar en las largas horas de carretera.
Sam sentía las consecuencias emocionales de una experiencia traumática; se mostraba reacio a hablar del tema con alguien pero, al conversar con Lucy, se enteró de que ella había tenido un accidente automovilístico anteriormente, y sabía cómo se sentía. Hablaron de lo que Lucy aprendió de su experiencia anterior al ejercer la fe en Jesucristo, orar para pedir guía y asistir a terapia cuando tenía dificultades.
Esperanza y sanación por medio de Jesucristo
Sean cuales sean nuestros traumas, la sanación es posible por medio del Salvador, Jesucristo. Gracias a la expiación infinita del Salvador y a Su compasión y misericordia, Él puede sanar todas las heridas que suframos en esta existencia terrenal, ya sea que la sanación llegue en esta vida o en la venidera. A veces, demora más tiempo del que nosotros esperamos o deseamos, incluso con el apoyo divino del Salvador, pero Él tiene la capacidad de sanarnos (véase 3 Nefi 17:7).
El élder Dieter F. Uchtdorf, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó: “[L]a luz de Dios es real. ¡Está a disposición de todos! Da vida a todas las cosas. Tiene el poder para atenuar la punzada de la herida más profunda”1.
Nadie conoce nuestro sufrimiento a tal extensión como el Padre Celestial y el Salvador. El Señor “descendió debajo de todo, por lo que comprendió todas las cosas, a fin de que estuviese en todas las cosas” (Doctrina y Convenios 88:6). La hermana Amy A. Wright, Primera Consejera de la Presidencia General de la Primaria, enseñó:
“[T]odos tenemos algo en nuestra vida que está roto y que necesita ser reparado, arreglado o sanado. Cuando acudimos al Salvador, cuando alineamos nuestro corazón y nuestra mente con Él, cuando nos arrepentimos, Él viene a nosotros ‘con sanidad en sus alas’ [2 Nefi 25:13], nos rodea con Sus brazos amorosos y nos dice: ‘No te preocupes […]. ¡Podemos arreglar esto juntos!’.
“Les testifico que no hay nada roto en su vida que se encuentre fuera del alcance del poder curativo, redentor y habilitador de Jesucristo”2.
En las Escrituras —y en la vida de nuestros familiares, amigos y antepasados— encontramos ejemplos de sanación y maneras de sanar. ¿En qué forma fueron resilientes sus antepasados?3.
Nuestra identidad eterna
Cuando Julio tenía trece años, su tío abusó sexualmente de él. Con el tiempo, comenzó a alejarse de su familia y a aislarse. En ocasiones, actuaba como si no hubiera sucedido nada, pero de vez en cuando se sentía desbordado por sus emociones. Siempre ha podido hacerse cargo de su vida, incluso sentir felicidad intensa, como cuando nació su hijo. También se siente herido. Ahora su hijo se acerca a la edad que tenía Julio cuando fue víctima de abusos y, al considerar las posibles experiencias de su hijo, Julio lucha con pensamientos y sentimientos en cuanto a su valor individual y su identidad eterna.
Si bien los traumas son parte de nuestra experiencia terrenal, no son nuestra identidad eterna en sí. Nuestra identidad eterna es ser hijos de Dios. El presidente Russell M. Nelson enseñó:
“¿Quiénes son ustedes?
“Primero y más importante, son hijos de Dios.
“Segundo, como miembros de la Iglesia, son hijos del convenio; y tercero, son discípulos de Jesucristo”4.
Además, los traumas jamás son un reflejo de nuestro valor individual ni de nuestra dignidad. La hermana Joy D. Jones, quien fue Presidenta General de la Primaria, aclaró estos dos conceptos cuando enseñó:
“El valor espiritual significa valorarnos a nosotros mismos de la misma manera en la que el Padre Celestial nos valora […].
“[L]a dignidad se alcanza mediante la obediencia. Si pecamos, seremos menos dignos, ¡pero nunca tendremos menos valor!”5.
El abuso que Julio sufrió por parte de su tío no cambió su valor ni su dignidad. Él nunca pecó, sino que fue la persona contra quien se pecó. A veces puede ser difícil recordar nuestro valor individual y nuestra dignidad cuando hemos sido víctimas de abuso. Recuerde, usted no pecó, su valor nunca ha disminuido y es digno de continuar en la senda de los convenios.
Cuando Julio comenzó a confiar en el Señor, Él le ayudó a darse cuenta de que las experiencias terrenales no cambian el amor que nuestro Padre Celestial tiene por nosotros. Julio ahora está aprendiendo a ver que, aunque han ocurrido cosas terribles, estas no cambiaron su valor esencial, su identidad eterna ni su dignidad.
La autosuficiencia emocional
Desarrollar la autosuficiencia emocional le ayudará a utilizar sus sanos recursos personales para hacer frente a los desafíos y las emociones difíciles. Puede desarrollar resiliencia, que es la capacidad de adaptarse a las pruebas y lidiar con ellas, incluso los traumas.
Ser resiliente incluye buscar el sostén y la guía del Padre Celestial y de Jesucristo, servir a los demás y recibir el servicio de otras personas, según sea necesario y apropiado.
Las siguientes acciones, recomendadas por terapeutas profesionales, le ayudarán a desarrollar resiliencia:
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Relacionarse con otras personas
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Mejorar el bienestar físico
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Buscar propósito en la vida
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Cultivar pensamientos sanos
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Buscar ayuda cuando la necesite6
1. Relacionarse con otras personas
Las relaciones interpersonales saludables a menudo promueven la sanación. Conectarse con personas que le fortalezcan y le alienten a acudir al Salvador y a nuestro Padre Celestial puede marcar la diferencia que usted necesita para sanar más plenamente.
Sam se acercó a Lucy y compartió sus temores y su malestar. Esa relación le ayudó a tomar más conciencia y ser más resiliente. Lucy le ayudó a ver maneras en las que podía sanar emocional y espiritualmente.
Considere fijarse metas para cultivar una conexión más fuerte con otras personas en las que confíe. Ministrar es una de las maneras de conectarnos con otras personas en la Iglesia.
2. Cuidar el bienestar físico
Los traumas no solo se sienten emocionalmente, sino también físicamente. Tal vez experimentemos un mayor cansancio, palpitaciones, dolores de cabeza o problemas estomacales tales como dolores o retortijones. Esos síntomas físicos se presentan para indicarnos que algo marcha mal y que debemos cuidar nuestra salud. Así como podemos hacer cosas para cuidar mejor nuestra salud emocional, también podemos considerar maneras de cuidarnos físicamente tras sufrir algún trauma.
Primero, reconozca los síntomas físicos que experimenta. Luego trate de relajar el cuerpo concentrándose en la respiración, e inhalando y exhalando cada vez más lentamente. Trate de reconocer cómo se siente cuando su respiración es rápida y entrecortada en comparación con cuando es lenta y controlada.
En ocasiones, los traumas pueden causar alguna lesión que nos cause impedimentos físicos, así que haga lo que sea adecuado para su cuerpo; pero la actividad física, en particular, el hacer ejercicio, es beneficioso. A algunas personas les agrada hacer caminatas o salir a correr, mientras que a otras puede que les ayude más trabajar arduamente en algún proyecto.
Recuerde la Palabra de Sabiduría (véase Doctrina y Convenios 89). Tratar de encubrir el dolor con conductas o sustancias que no sean de provecho es como “poner un apósito [tirita] sobre una herida profunda”7. Ayude a su cuerpo a controlar el estrés y el dolor en lugar de encubrirlos.
3. Encontrar propósito y significado
Nuestro propósito principal en la vida es prepararnos para regresar a vivir con nuestro Padre Celestial (véase Alma 12:24). Los traumas pueden nublar ese propósito y evitar que veamos quiénes somos. Buscar un propósito específico en nuestras acciones cotidianas puede ayudarnos a seguir adelante e incluso a recordar nuestro principal propósito en la vida. Julio comenzó a avanzar y a encontrar propósito en sus acciones cotidianas cuando se dio cuenta de que quería ayudar a su hijo.
Buscar significado en los traumas puede ayudarnos a ver el camino para seguir adelante, al reconocer que nuestras experiencias nos brindan oportunidades de crecer y llegar a ser más como Cristo. Por ejemplo, es más sencillo ser compasivo ante la aflicción de otra persona cuando hemos atravesado experiencias difíciles.
Hay estudios que han descubierto que, después de alguna situación traumática, las personas a menudo experimentan lo que se denomina “crecimiento postraumático” [o PTG, por sus siglas en inglés]. El crecimiento postraumático se manifiesta cuando la persona encuentra mayor fortaleza después de alguna experiencia traumática, como mejores relaciones con los demás, mayor aprecio por la vida o por ciertas cualidades de la vida, o más conciencia de las posibilidades que ofrece la vida. Después de sufrir algún acontecimiento traumático, note las maneras en las que ha crecido o puede crecer debido a dicha experiencia, en lugar de centrarse en el acontecimiento traumático en sí.
4. Cultivar pensamientos saludables
Las experiencias traumáticas pueden influir en lo que pensamos acerca de nosotros mismos y del mundo que nos rodea. Después de sufrir alguna situación traumática, podríamos tener pensamientos negativos, tales como “soy débil”, “el Padre Celestial no me ama” o “soy indigno”, los cuales disminuyen nuestra capacidad de ser resilientes. Esos pensamientos a menudo influirán en el modo en que nos sentimos (véanse Proverbios 23:7; Doctrina y Convenios 6:36).
Tras reconocer los pensamientos negativos que le acudan a la mente, considere algunos pensamientos sanos y realistas que le sirvan para reemplazar a los negativos, y escríbalos. Recuerde dichos pensamientos sanos cuando los pensamientos negativos le acudan a la mente.
Para aprender más acerca de cómo hacerlo, repase el capítulo 2 de Hallar fortaleza en el Señor: Resiliencia emocional, 2021.
También puede recurrir a la oración, escribir en su diario personal, meditar en las Escrituras o en algún discurso de la conferencia general (véase Josué 1:8) o recurrir a otras prácticas de reflexión.
5. Buscar ayuda
En ocasiones, es apropiado buscar ayuda aparte de nuestros propios medios. Lucy buscó ayuda, lo cual le permitió ayudar a Sam. Piense en personas —como familiares, amigos y líderes del barrio— que puedan ser de ayuda. Para sanar de alguna experiencia traumática quizás tenga que recurrir a todos los recursos posibles con que cuente en su vida.
El Manual General proporciona guía sobre cuándo puede ser apropiado buscar el apoyo de terapeutas profesionales8.
Es difícil no centrarse en el acontecimiento traumático pero, al seguir el consejo del profeta de concentrarnos en el Salvador y en Su evangelio, “nuestras dudas y temores desaparecen”9. Recuerde que usted es hijo o hija de un amoroso Padre Celestial. Al enfocarse en acercarse más a Él y utilizar las fuentes de ayuda provechosas que tenga a su alcance, el Señor podrá ayudar a que cualquier experiencia traumática sea para su bien.