Mensaje del Área
Dejar lo que haga falta
“Y todo el que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o esposa, o hijos o tierras, por mi nombre recibirá cien veces más y heredará la vida eterna” (Mateo 19:29).
Siempre se comparte este versículo en mi barrio cuando despedimos a un joven o a una jovencita que comienza su servicio misional de tiempo completo. Hace unas semanas, Maximiliano Vega, un valiente y capaz joven de mi unidad, compartió este pasaje de las Escrituras cuando abrió su llamamiento misional y, con emoción, testificó que sabía en su corazón que esta promesa se cumpliría porque Dios siempre cumple Sus promesas. ¡Qué demostración más grande de fe en el Salvador! Maximiliano no ha visto estas bendiciones prometidas, mas confía plenamente en su Padre Celestial y en Su carácter, porque Él no puede mentir1.
Al pensar en la invitación del Salvador en Mateo 19:29 solo de manera literal, estaremos dejando pasar la invitación real de dejar lo que haga falta para servirle. Lo que también implicaría dar todo de nosotros para poder seguirlo. Al analizar esta invitación bajo esta perspectiva, puedo sentir calma al darme cuenta de que Él ya nos ha mostrado cómo hacerlo, dado que Él mismo, habiendo no solo vivido una vida perfecta, sino que, además siendo completamente perfecto y sin mancha, estuvo dispuesto a someter Su voluntad2 ante la del Padre para poder no solo servirle a Él, sino a todos nosotros.
Jesucristo nos ha mostrado la forma de poder someter nuestra voluntad y entregarnos al servicio de los demás. Para que nuestro servicio sea como el del Salvador debe cumplir con dos importantes aspectos:
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Debe nacer del amor.
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Debe estar centrado en las personas.
Cuando nuestro corazón rebosa de amor por nuestro Hacedor y por nuestros hermanos, no podemos soportar que alma humana perezca3.
¿Cuántos de nuestros hermanos perecen en vida por la soledad, el abandono, la desesperanza y las diferentes dificultades y pruebas de esta agitada vida?
Nosotros, los discípulos de Jesucristo, hemos concertado el convenio de llevar4 las cargas los unos de los otros para que sean ligeras, de llorar con los que lloran y consolar5 a los que necesitan consuelo; estas acciones deben estar movilizadas por el amor.