Vida eterna
El Señor declaró: “Ésta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39). La inmortalidad es vivir para siempre como un ser resucitado. Mediante la expiación de Jesucristo, todos recibirán ese don. La vida eterna, o sea, la exaltación, es heredar un lugar en el grado más alto del reino celestial, en donde viviremos en la presencia de Dios y continuaremos como familias (véase D. y C. 131:1–4). Al igual que la inmortalidad, ese don se hace posible mediante la expiación de Jesucristo; no obstante, requiere nuestra “obediencia a las leyes y ordenanzas del Evangelio” (Artículos de Fe 1:3).
Permanecer en la senda que lleva a la vida eterna
Al bautizarte y recibir el don del Espíritu Santo, ingresaste en el sendero que lleva a la vida eterna. El profeta Nefi enseña:
“La puerta por la cual debéis entrar es el arrepentimiento y el bautismo en el agua; y entonces viene una remisión de vuestros pecados por fuego y por el Espíritu Santo.
“Y entonces os halláis en este estrecho y angosto camino que conduce a la vida eterna; sí, habéis entrado por la puerta; habéis obrado de acuerdo con los mandamientos del Padre y del Hijo; y habéis recibido el Espíritu Santo, que da testimonio del Padre y del Hijo, para que se cumpla la promesa hecha por él, que lo recibiríais si entrabais en la senda” (2 Nefi 31:17–18).
Nefi recalca que después de haber entrado en esa “estrecha y angosta senda”, debemos perseverar hasta el fin con fe:
“Después de haber entrado en esta estrecha y angosta senda, quisiera preguntar si ya quedó hecho todo. He aquí, os digo que no; porque no habéis llegado hasta aquí sino por la palabra de Cristo, con fe inquebrantable en él, confiando íntegramente en los méritos de aquel que es poderoso para salvar.
“Por tanto, debéis seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza y amor por Dios y por todos los hombres. Por tanto, si marcháis adelante, deleitándoos en la palabra de Cristo, y perseveráis hasta el fin, he aquí, así dice el Padre: Tendréis la vida eterna” (2 Nefi 31:19–20).
Ahora que has sido bautizado(a) y confirmado(a), gran parte de tu progreso hacia la vida eterna dependerá de que recibas otras ordenanzas de salvación: para el hombre, la ordenación al Sacerdocio de Melquisedec, y para el hombre y la mujer, la investidura del templo y el sellamiento matrimonial. Al recibir esas ordenanzas y guardar los convenios que les acompañan, te prepararás para heredar el grado más alto de la gloria celestial.
A tu alcance
Al meditar en tu progreso hacia la “estrecha y angosta senda”, ten la certeza de que la vida eterna es alcanzable. El Señor desea que regreses a Su lado y nunca te pedirá algo que no puedas cumplir. Sus mandamientos tienen la finalidad de fomentar tu felicidad; si ejerces la fe y sirves a Dios con todas tus fuerzas, Él te dará fortaleza y te proporcionará la manera de hacer lo que Él te mande (véase 1 Nefi 3:7). Recuerda que si pones tu máximo esfuerzo y te arrepientes de tus pecados, la expiación de Jesucristo compensará todas tus debilidades y las injusticias, los daños y los dolores que tengas en esta vida: “Sabemos que es por la gracia por la que nos salvamos, después de hacer cuanto podamos” (2 Nefi 25:23).