Día de reposo
El día de reposo es el día del Señor, apartado todas las semanas para el descanso y la adoración. En los tiempos del Antiguo Testamento, el pueblo del convenio de Dios observaba el día de reposo en el séptimo día de la semana porque Dios descansó el séptimo día después de crear la tierra. En los Diez Mandamientos, el Señor recalca la importancia de observar el día de reposo:
“Acuérdate del día de reposo para santificarlo.
“Seis días trabajarás, y harás toda tu obra;
“mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas.
“Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó” (Éxodo 20:8–11).
Después de la resurrección de Jesucristo, la cual ocurrió el primer día de la semana, los discípulos del Señor comenzaron a observar el día de reposo el primer día de la semana, o sea, el domingo (véase Hechos 20:7).
En los últimos días, el Señor ha mandado que continuemos observando el día de reposo. Él ha prometido que si obedecemos ese mandamiento, recibiremos “la abundancia de la tierra” (véase D. y C. 59:16–20).
Por ser el día de reposo un día santo, se debe reservar para actividades dignas y santas. No es suficiente abstenernos de trabajar y de participar en actividades recreativas. De hecho, si sólo holgazaneamos sin hacer nada en el día de reposo, no lo estamos santificando. En una revelación dada a José Smith en 1831, el Señor mandó: “Y para que más íntegramente te conserves sin mancha del mundo, irás a la casa de oración y ofrecerás tus sacramentos en mi día santo; porque, en verdad, éste es un día que se te ha señalado para descansar de tus obras y rendir tus devociones al Altísimo” (D. y C. 59:9–10). De conformidad con esta revelación, asistimos a la reunión sacramental todas las semanas. Otras actividades del día de reposo podrían ser orar, meditar, estudiar las Escrituras y las enseñanzas de los profetas de los últimos días, escribir cartas a familiares y amigos, leer material sano, visitar a los enfermos y afligidos, y asistir a otras reuniones de la Iglesia.