Testimonio
Un testimonio es una confirmación espiritual que da el Espíritu Santo. El fundamento de un testimonio es el conocimiento de que nuestro Padre Celestial vive y nos ama; que Jesucristo vive, que es el Hijo de Dios y que llevó a cabo la Expiación infinita; que José Smith es el profeta de Dios que fue llamado a restaurar el Evangelio; que somos guiados por un profeta en la actualidad; y que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es la Iglesia verdadera del Salvador sobre la tierra. Con ese fundamento, el testimonio crece hasta incluir todos los principios del Evangelio.
Cómo obtener y fortalecer el testimonio
Como miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, tienes la oportunidad y responsabilidad sagradas de obtener tu propio testimonio. Habiéndolo obtenido, tienes el deber de nutrirlo durante toda la vida. Tu felicidad en esta vida y durante toda la eternidad depende grandemente de que seas “[valiente] en el testimonio de Jesús” (D. y C. 76:79; véanse también los vers. 51, 74, 101). Al esforzarte en ese proceso, recuerda los principios siguientes:
La búsqueda de un testimonio comienza con un deseo justo y sincero. Nuestro Padre Celestial te bendecirá de acuerdo con los deseos justos de tu corazón y con el esfuerzo de hacer Su voluntad. Dirigiéndose a un grupo de personas que aún no tenían un testimonio del Evangelio, Alma enseñó: “Si despertáis y aviváis vuestras facultades hasta experimentar con mis palabras, y ejercitáis un poco de fe, sí, aunque no sea más que un deseo de creer, dejad que este deseo obre en vosotros, sí, hasta creer de tal modo que deis cabida a una porción de mis palabras” (Alma 32:27).
El testimonio se recibe mediante la silenciosa influencia del Espíritu Santo. Los resultados de un testimonio pueden ser milagrosos y cambiar toda tu vida, pero el don del testimonio usualmente se recibe como una certeza serena, sin ninguna exhibición espectacular del poder de Dios. Aun Alma, que había recibido la visita de un ángel y había visto a Dios sentado en Su trono, tuvo que ayunar y orar para recibir un testimonio por medio del poder del Espíritu Santo (véase Alma 5:45–46; 36:8, 22).
Tu testimonio crecerá gradualmente con las experiencias que tengas. Nadie lo recibe completamente de la noche a la mañana. Tu testimonio se fortalecerá con tus propias experiencias; crecerá conforme demuestres que estás dispuesto a servir en la Iglesia en cualquier llamamiento que recibas; aumentará a medida que tomes decisiones de guardar los mandamientos. Al inspirar y fortalecer a los demás, verás que tu testimonio continuará creciendo. Al orar y ayunar, al estudiar las Escrituras, al asistir a las reuniones de la Iglesia y al escuchar a tus semejantes expresar su testimonio, serás bendecido con momentos de inspiración que reafirmarán tu propio testimonio. En la medida que te esfuerces por vivir el Evangelio, gozarás de ese tipo de experiencias en el transcurso de tu vida.
Tu testimonio aumentará al compartirlo. No esperes a que se desarrolle plenamente para compartirlo o expresarlo. En parte, el desarrollo de un testimonio ocurre cuando éste se expresa o se comparte; de hecho, descubrirás que cuando lo expresas, aunque todavía no sea muy grande, se te devolverá con creces, o sea, aumentará.
El dar tu testimonio
En las reuniones de ayuno y testimonio y en las conversaciones que tengas con tus familiares y amigos, tal vez te sientas inspirado a expresar tu testimonio. En dichos casos, recuerda que no tienes que dar un discurso largo e impresionante; será más contundente si lo expresas como una convicción breve y sincera acerca del Salvador, de Sus enseñanzas y de la Restauración. En tus oraciones, pide guía, y el Espíritu te ayudará a saber cómo expresar los sentimientos que albergas en tu corazón. Hallarás gran gozo al ayudar a otras personas a disfrutar de la esperanza y la certeza que el Señor te ha dado.