Diezmo
Una de las bendiciones del ser miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es el privilegio de pagar el diezmo. Al vivir la ley del diezmo, participas en la edificación del reino de Dios en la tierra.
Definición y propósito del diezmo
Para pagar un diezmo íntegro, debes dar una décima parte de tus ingresos al Señor a través de Su Iglesia. Los diezmos se entregan a un miembro del obispado o de la presidencia de rama.
Los líderes locales envían los fondos de los diezmos directamente a las Oficinas Generales de la Iglesia, donde un consejo determina las formas específicas en que se usarán esos fondos sagrados. Ese consejo está compuesto por la Primera Presidencia, el Quórum de los Doce Apóstoles y el Obispado Presidente. Actuando de conformidad con la revelación, toman decisiones basadas en la dirección recibida del Señor. (Véase D. y C. 120:1.)
Los fondos del diezmo siempre se usan para los fines del Señor: para edificar y dar mantenimiento a templos y centros de reuniones, para sostener la obra misional y para llevar a cabo la obra de la Iglesia en todo el mundo.
Bendiciones de pagar un diezmo íntegro
La ley del diezmo requiere sacrificio, pero la obediencia a esa ley te traerá bendiciones mucho más grandes que cualquier cosa que hayas sacrificado. El profeta Malaquías enseñó:
“Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (Malaquías 3:10).
Esas bendiciones las reciben todos los que pagan exactamente un diez por ciento de sus ingresos, por pequeña que sea la cantidad. Al obedecer esa ley, el Señor te bendecirá tanto en lo espiritual como en lo temporal.
Compromiso de pagar el diezmo
Si aún no has adquirido la costumbre de pagar el diezmo en forma regular, tal vez te sea difícil creer que puedas dar una décima parte de tus ingresos. Pero los fieles pagadores del diezmo aprenden que no se pueden dar el lujo de no pagarlo. En un sentido muy literal y maravilloso, se abren las ventanas de los cielos y se derraman bendiciones sobre ellos.
Recuerda que el pago de los diezmos no es un asunto de dinero, sino de fe. Confía en el Señor; Él dio el mandamiento para nuestro beneficio y Él fue quien hizo la promesa que lo acompaña. Procura fortaleza en la fe de Nefi, que dijo: “Seamos fieles en guardar los mandamientos del Señor, pues he aquí, él es más poderoso que toda la tierra” (1 Nefi 4:1).
Véase también Ayuno y ofrendas de ayuno.