Cómo Preparar Una Lección del Manual Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia
¿Tiene dificultades para preparar una clase de la Sociedad de Socorro o del Sacerdocio de Melquisedec? Siga unos principios sencillos para preparar una lección inspiradora y edificante.
La mayoría de los proyectos de construcción comienzan con dos cosas: los materiales (ladrillos, cemento y tejas) y un plano donde se muestre cómo utilizar los materiales.
La preparación de una lección del manual Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia (el curso de estudio de la Sociedad de Socorro y del Sacerdocio de Melquisedec) es otra especie de proyecto. Evidentemente, uno cuenta con los materiales: el manual, las Escrituras y el testimonio y las experiencias del maestro al igual que de los miembros de la clase o del quórum al vivir el Evangelio, pero, ¿dónde está el plano que nos diga exactamente cómo convertir esos materiales en una lección inspiradora?
La mayoría de los demás manuales de la Iglesia contienen un bosquejo de cómo enseñar cada concepto; sin embargo, los manuales de Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia son libros de consulta de uso personal, así como manuales, y no contienen planes para el desarrollo de la lección. De modo que cuando prepare una lección de esos manuales, usted será el arquitecto así como el albañil.
Diseñe su propio plan
Puede parecer una tarea de enormes proporciones, sobre todo si uno no cuenta con mucha experiencia en el campo de la enseñanza, pero el idear su propio plan para la lección le brinda gran flexibilidad para “construir a la medida” de las necesidades de los miembros de la clase. El seguir algunos principios sencillos puede convertir la preparación de una lección inspiradora e importante en una tarea realizable.
Siempre inicie la preparación de la lección con una oración. El Señor ha dado a todos los maestros una promesa consoladora, junto con una advertencia: “Y se os dará el Espíritu por la oración de fe; y si no recibís el Espíritu, no enseñaréis” (D. y C. 42:14). El orar para solicitar que la influencia del Espíritu Santo le guíe al decidir cómo enseñar la lección es un primer paso indispensable que marcará la diferencia entre una lección sin inspiración y una que sea el medio para el verdadero aprendizaje del Evangelio. La hermana Karen Knickerbocker, misionera en la Misión Micronesia Guam, dice que el elemento más valioso de su preparación es la “oración constante para que los oídos y los corazones de las hermanas sean receptivos al entendimiento”.
Planifique llevar a cabo un análisis del tema y no presentar una conferencia. “Una lección eficaz del manual Enseñanzas suele ser más un análisis en el que participan los miembros de la clase, que una presentación rigurosamente estructurada”, explica R. Val Johnson, ex gerente del plan de estudios común del Departamento de Materiales de Estudio de la Iglesia. En vez de considerarse a usted mismo como un conferenciante que debe estar preparado para responder a toda pregunta que se formule, considérese como un guía de una expedición de descubrimiento. Su papel no consiste en dar una lección de historia ni incluso una sobre la vida del profeta, ni tampoco tiene la responsabilidad de crear una lección sobre el tema indicado en el manual Enseñanzas, valiéndose de otras fuentes de consulta. Su papel se vuelve inmediatamente más sencillo y más profundo: guiar a los miembros de la clase para que descubran y apliquen a su vida las verdades reveladas por un profeta.
Antes de la clase, lea todo el capítulo asignado y marque las citas que más le impresionen. Con frecuencia, un capítulo de Enseñanzas suele tener mucho más material del que es posible abarcar con eficacia en el tiempo de una clase. El marcar las citas que le parezcan más importantes le permitirá realizar una selección final de lo que se precisa leer y analizar.
Elija las citas que vaya a emplear para la lección. Esas citas formarán el núcleo de lo que tiene pensado enseñar durante la lección. Los encabezamientos del capítulo y las preguntas que se hallan al final del mismo pueden ayudarle a realizar la selección. Cuando planifique, recuerde que tanto usted como los miembros de la clase pueden dedicar tiempo a analizar la forma de aplicar las citas a su vida. Considere, además, que su asignación no se limita al análisis de un tema del Evangelio, sino a analizar las enseñanzas del profeta sobre ese tema.
Busque pasajes de las Escrituras que refuercen el tema. Dado que las Escrituras son las palabras del Señor, éstas traen Su Espíritu a la clase. “Las Escrituras añaden profundidad y esclarecimiento espiritual al análisis”, observa Rodrigo Durán, del Barrio Providencia, Estaca Las Condes, Santiago, Chile.
Prepare una introducción que capte la atención de la clase. Los primeros dos minutos de una lección son los más críticos. Por lo general, es durante esos 120 segundos que los integrantes de la clase deciden si van o no a dedicar su energía mental a la lección. Para empezar una lección de la Sociedad de Socorro, Roxana San Martín de Seguel, del Barrio Providencia, Estaca Las Condes, Santiago, Chile, pasó un espejo por entre las presentes y pidió a las hermanas que dijeran lo que veían en él. “Una cara”, dijo una. “Una hija de Dios”, dijo otra. Los miembros de la clase inmediatamente se sintieron incluidas y la lección comenzó con un Espíritu maravilloso, recuerda la hermana de Seguel.
Seleccione métodos de enseñanza que sean apropiados para el tema. Las lecciones prácticas, las preguntas que invitan a la reflexión, las representaciones y muchas otras técnicas pueden crear interés y motivación para aprender. Si precisa ideas sobre los métodos de enseñanza, remítase a La enseñanza: El llamamiento más importante (artículo Nº 36123 002) o la Guía para la enseñanza (artículo Nº 34595 002).
Aplique, aplique, aplique. El aplicar los conceptos de la lección a la vida real quizás sea la parte más crucial de cualquier lección; tal vez también requiera la mayor dedicación y planificación, pero a menos que los alumnos establezcan la conexión entre las verdades del Evangelio y sus propias vidas, la lección seguirá siendo un mero ejercicio intelectual.
Vital Jonel, de la Rama Petit Goave, Misión Haití Port-au-Prince, explica cómo el uso adecuado de las experiencias personales invita el Espíritu a la clase: “Pido ejemplos de la vida de los miembros; esos relatos edifican al mismo tiempo que informan y mantienen la atención de la clase. Un relato apropiado, tomado de una experiencia personal y confirmado por un testimonio del corazón, afirmará el mensaje de la lección”.
Elija ciertas preguntas con antelación. Tal vez desee considerar aquellas preguntas que ayuden a sus alumnos a pensar en cómo se aplica un principio dado a personas de circunstancias diferentes. Para el análisis, considere elegir algunas de las preguntas que se hallan al final de cada capítulo. Una maestra de la Sociedad de Socorro dice: “Me gusta plantear preguntas que se puedan contestar, por lo menos en parte, con una cita determinada. Si los miembros de la clase no aportan sus ideas de inmediato, leemos la cita para ver lo que el profeta enseñó al respecto. Sus palabras suelen evocar recuerdos, lo cual motiva a los miembros de la clase a compartir sus propias ideas y experiencias”. Tal vez desee asignar por adelantado a un miembro de la clase que lea parte de la lección y presente un resumen a la clase en cuanto a sus reflexiones relacionadas con el tema.
Comparta su testimonio y dé a los demás la oportunidad de hacerlo. El compartir testimonios puede ayudar a sus alumnos a dar el gran paso del aprendizaje a la aplicación. El presidente Gordon B. Hinckley explicó que si los maestros hablan con el corazón, “arderá en el corazón de aquellos a quienes enseñen”1.
Anime a los miembros de la clase a estudiar la lección antes de la clase y a analizarla en casa después. El contar con un horario de asignaciones de lectura puede resultar útil para quienes sirvan en las organizaciones de la Primaria, las Mujeres Jóvenes y los Hombres Jóvenes, a fin de que sigan el mismo horario al estudiar los capítulos en casa. Los que asistan a la clase pueden beneficiarse también de un horario de lectura, así como de la sugerencia de que estudien la lección y lleven los manuales a clase. Tal vez les resulte más fácil contribuir al análisis si tienen sus manuales frente a ellos y están familiarizados con el material. Es posible que incluso descubran que son más receptivos a las impresiones del Espíritu y que están más dispuestos a compartir sus propias ideas. Quizás también podría sugerir que los miembros de la clase analicen la lección con sus cónyuges, sus compañeros de cuarto o sus amigos, tanto antes como después de la clase; de ese modo podrán seguir viendo la forma de aplicarla en su vida.
Edifique algo de valor eterno
Cada vez que prepara y enseña una lección de cualquiera de los manuales de Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia , está edificando algo de valor eterno. En una época en la que los hombres y las mujeres precisan más que nunca las palabras seguras y firmes de los profetas de Dios, usted tiene el gran privilegio de edificar la fe en el Señor, la comprensión de Su Evangelio y la fortaleza de espíritu para seguir Sus enseñanzas en la actualidad.
“¡Es maravilloso ser maestra!”, dice Patricia Arancibia de Moya, del Barrio El Labrador, Estaca Vicuña Mackenna, Santiago, Chile. “Si nos preparamos para enseñar una lección de la manera correcta, buscando la guía del Espíritu por medio de la oración, nuestro conocimiento del Salvador aumenta; cuán bello es el Evangelio. Y cuando compartimos nuestro testimonio con la gente a la que enseñamos, somos capaces de conmover sus corazones porque el Espíritu Santo les testificará de estas verdades eternas”.
Jan Pinborough pertenece al Barrio East Mill Creek 4, Estaca East Mill Creek, Salt Lake.
Para más información, véase Dallin H. Oaks, “La enseñanza del Evangelio”, Liahona, enero de 2000, págs. 94–98.
Fla Responsabilidad del Maestro
“El propósito primordial de la enseñanza del Evangelio… no es llenar la mente de los miembros de la clase con información, ni lograr que el maestro demuestre todo el conocimiento que tiene, ni aumentar el conocimiento de los miembros sobre la Iglesia o el Evangelio. La meta básica de la enseñanza en la Iglesia es ayudar a originar cambios en la vida de niños, niñas, hombres y mujeres. El objetivo es inspirar al individuo a que piense, sienta y luego haga algo por vivir las verdades y los principios del Evangelio”.
Presidente Thomas S. Monson, Primer Consejero de la Primera Presidencia, véase “La enseñanza del evangelio que promueve un cambio”, Liahona, enero de 1982, pág. 14.
La Responsabilidad del Alumno
“El Señor hace constante hincapié en la educación, en particular la educación espiritual. No podemos salvarnos en la ignorancia, pero el Señor sólo nos revela luz y verdad al grado que estemos preparados para recibirla. Por eso es imperativo que cada uno de nosotros haga todo lo posible por aumentar nuestro conocimiento y entendimiento espiritual por medio del estudio de las Escrituras y de las palabras de los profetas vivientes. Cuando leemos y estudiamos las revelaciones, el Espíritu le confirma a nuestro corazón la veracidad de lo que estamos aprendiendo; de esa forma, la voz del Señor se dirige a cada uno de nosotros. Al reflexionar con respecto a las enseñanzas del Evangelio y al aplicarlas en el diario vivir, nos preparamos mejor para recibir luz y verdad adicionales”.
Élder M. Russell Ballard, del Quórum de los Doce Apóstoles, “Maravillosas son las revelaciones del Señor”, Liahona, mayo de 1998, pág. 34.
Las lecciones prácticas, las preguntas que invitan a la reflexión y las dramatizaciones pueden ser métodos eficaces para captar la atención de los miembros de la clase.
Céntrense En las Enseñanzas Inspiradas
“Muchas de las enseñanzas inspiradas de nuestros profetas modernos se compilan en las Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia , nuestro curso de estudio para el Sacerdocio de Melquisedec y la Sociedad de Socorro. Las doctrinas y los principios eternos que contienen esos libros son fuentes de sabiduría y guía divinas. Los maestros prudentes de los barrios y de las ramas se concentrarán en las enseñanzas inspiradas y en su aplicación a las circunstancias y problemas actuales, en lugar de substituirlos por temas y sabiduría propias”.
Élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles, “Demos las gracias en todas las cosas”, Liahona, mayo de 2003, pág. 96.