¿Cómo podría sostenerlo?
Había sido miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días sólo corto tiempo y era muy feliz. Cada domingo me levantaba temprano para asistir a la Iglesia con mi hija pequeña y sabía que recibía sostén espiritual, pero un domingo tuve una experiencia perturbadora.
Era conferencia de barrio, y cuando nuestro presidente de estaca habló, sus palabras me parecieron sumamente especiales. Entonces dijo: “Hermanos y hermanas, quisiera que levantaran la mano derecha para demostrar que sostienen al presidente Gordon B. Hinckley como nuestro profeta y Presidente de la Iglesia”. Los aproximadamente cincuenta miembros del barrio levantaron la mano, excepto yo. Luego, el presidente de estaca pidió que sostuviéramos a las demás Autoridades Generales; una vez más, yo no levanté la mano. Por último, nos pidió que sostuviéramos a los líderes locales. “Ahora sí puedo levantar la mano”, pensé. “Conozco a esos líderes y puedo sostenerlos”.
Nadie me preguntó por qué no había levantado la mano para sostener al profeta y a las Autoridades Generales, tal vez porque sabían que era un miembro nuevo en la Iglesia, pero la experiencia siguió inquietándome. “¿Cómo puedo sostener al presidente Hinckley si no lo conozco?”, me preguntaba. “¿Y cómo podré conocerlo si yo vivo en Brasil y él vive en los Estados Unidos? Para sostenerlo, tengo que conocerlo y verlo cara a cara”.
Entonces el Espíritu empezó a hablarme: “Nunca has visto a Jesucristo cara a cara, pero lo sostienes”.
“Sí, pero lo conozco a través de las Escrituras, las cuales testifican de Él”.
“También puedes conocer al profeta, aun sin verlo cara a cara”.
“¿Cómo?”
“Leyendo y meditando sus palabras. Ora en busca de la guía de nuestro Padre Celestial y Él te ayudará a entender cómo sostener al profeta”.
Y eso es lo que hice. Los días siguientes leí varios discursos del presidente Hinckley; lo vi y lo oí hablar en video, observando cada detalle de él y de sus enseñanzas, y luego oré en busca de entendimiento.
Un día, mientras leía un artículo de la revista Liahona , las palabras del presidente Hinckley llegaron a lo profundo de mi corazón. “Nunca es demasiado tarde para aprender. Lo creo de todo corazón” (“Una conversación con los adultos solteros”, Liahona , noviembre de 1997, pág. 22). Yo también lo creí de todo corazón y sentí que no era demasiado tarde para que yo aprendiera.
Durante mucho tiempo me quedé mirando la fotografía del profeta que venía impresa en el artículo, y de repente sentí como si me hallara frente a él. Miré sus ojos, cuya expresión reflejaba las cosas de la eternidad. Miré su rostro, el que irradiaba paz. Había estudiado las enseñanzas de él y sentí cómo el Espíritu testificaba de ellas. Por primera vez sentí que conocía al presidente Hinckley y que podía confiar en él y sostenerlo.
Me embargó un sentimiento de profundo bienestar y sentí el deseo de levantar la mano derecha, no sólo frente a los miembros de mi barrio, sino frente al mundo entero. Mediante el testimonio del Espíritu, podía declarar con plena convicción: “Yo también sostengo al profeta”.
Irene Coimbra es miembro del Barrio Jardim Independência, Estaca Ribeirão Preto Este, Brasil.