Vas en el asiento del conductor
Hace varios años visité un extenso establecimiento automotriz y eché un vistazo a muchos automóviles nuevos. Uno en concreto me llamó la atención, un modelo deportivo convertible con todo el equipo lujoso que se pueda imaginar. Cada función del auto se podía activar con un botón y tenía un motor más potente que toda una división de caballería. ¡Cómo habría disfrutado de un auto así durante la secundaria! Se me ocurrió que aquellos de ustedes en edad de asistir a la escuela secundaria estarían interesados en poseer un auto con semejantes características.
Prestar tu tesoro
Quiero que se imaginen algo junto conmigo. Imagínense que he decidido regalarle un auto como éste a un adolescente típico, y que tú eres el elegido. El día del obsequio, me percato de que no cuentas con los medios económicos para cuidar del vehículo, así que, generosamente, incluyo el combustible, el aceite, el mantenimiento, los neumáticos y todo lo que el auto precise. Te daré todo eso y las facturas de pago me llegarán a mí.
¡Cuánto disfrutarás del auto! Imagínate llevarlo mañana a la escuela. Piensa en los muchos amigos nuevos que vas a hacer de repente.
Tal vez tus padres no estén muy seguros de permitirte usar el auto a tu gusto, así que voy y los visito. Estoy seguro de que tendrán reservas, pero, debido a mi cargo como uno de los líderes de la Iglesia, terminarán por acceder.
Supongamos, entonces, que ya tienes el auto, con todo lo que necesita para funcionar, así como plena libertad de usarlo.
Supongamos que cierta tarde se te invita a asistir a una actividad de la Iglesia. “Hay lugar suficiente para que todos ustedes vayan en mi camioneta”, dice tu maestro. “Pueden dejar el auto en su casa”. Cuando van por ti para llevarte a la fiesta, de repente te acuerdas de tu nuevo convertible, con la capota baja, estacionado en la calle. Regresas corriendo a casa, le das las llaves del auto a tu padre y le pides que lo meta en el garaje, pues parece que va a llover. Tu padre, naturalmente, dice que lo hará.
Al llegar a casa más tarde, te das cuenta de que el auto no está en la calle. “Tan bueno, papá”, piensas, “siempre dispuesto a ayudar”. Mas cuando la camioneta da vuelta frente a la casa y las luces iluminan el garaje, te das cuenta de que está vacío”.
Entras en la casa como un rayo, buscas a tu padre y le preguntas dónde está el auto.
“Ah, se lo presté a alguien”, responde.
Supongamos que se produce una conversación semejante a ésta.
“¿A quién?”, preguntas.
“A ese muchacho que suele pasar por aquí”, dice tu padre.
“¿Qué muchacho?”
“Pues… lo he visto pasar varias veces en bicicleta”.
“¿Cómo se llama?”
“Me temo que no se lo pregunté”.
“¿Adónde se llevó el auto?”
“No me quedó muy claro”.
“¿Cuándo lo va a devolver?”
“Pues tampoco quedamos en nada concreto”.
Luego imagina que tu padre te dice con cierto tono de impaciencia: “Vamos, cálmate. Entró corriendo, necesitaba un auto; tú no lo estabas utilizando y me pareció que estaba apurado por algo; además, me pareció un muchacho sincero, así que le di las llaves. Relájate, acuéstate y tranquilízate”.
Me imagino que en esas circunstancias mirarías boquiabierto a tu padre y te preguntarías si algo le estaría fallando en su razonamiento.
Habría que ser un padre muy tonto para prestar un automóvil tan caro como ese en un arreglo de esa clase, especialmente si el auto te pertenecía a ti.
Los padres prestan sus tesoros
Estoy seguro de que ustedes, jóvenes en edad de escuela secundaria, ya han deducido la moraleja de esta pequeña ilustración. Es a esa edad en que se comienza a salir con jóvenes del sexo opuesto, esa costumbre de que dos matrimonios prestan a sus respectivos hijos adolescentes para que salgan juntos para cumplir con el objetivo necesario e importante de que encuentren su camino a la madurez y, finalmente, al matrimonio. Puede que por primera vez se den cuenta del interés que tienen sus padres en sus actividades y la supervisión de las mismas, y que eso les moleste.
El cortejo conduce al matrimonio. El matrimonio es un sagrado convenio religioso que en su manifestación más exaltada puede ser un convenio eterno. Toda preparación que se relacione con el matrimonio, bien sea personal o social, nos concierne como miembros de la Iglesia.
Si ustedes son lo bastante mayores para salir con personas del sexo opuesto, son lo suficientemente mayores para saber que sus padres tienen no sólo el derecho sino la sagrada obligación, y según el consejo de los líderes de la Iglesia, de estar al tanto de lo que acostumbran hacer al salir con personas del sexo opuesto.
Si son lo bastante maduros para salir con personas del sexo opuesto, también lo son para aceptar, sin argumentos pueriles o infantiles, la autoridad que tienen como padres de fijar reglas de conducta para ustedes.
Ningún padre sensato prestaría el nuevo auto convertible de ustedes a cualquiera, para ir a cualquier parte, hacer lo que quisiera y volver cuando se le antojara. Si ustedes son lo suficientemente mayores para salir con personas del sexo opuesto, también lo son para ver cuán necios serían aquellos padres que fueran capaces de permitir que sus hijos salieran bajo ese tipo de arreglos. No pidan a sus padres que les permitan salir a ustedes, su posesión más preciada, basándose en acuerdos tan pobres.
En realidad, el préstamo del auto no sería tan serio como se imaginan, ya que si quedara totalmente destruido, se podría reemplazar. Hay ciertos problemas y riesgos del salir con personas del sexo opuesto que no cuentan con una solución tan afortunada.
Pautas para cuando se empieza a salir con personas del sexo opuesto
Cuando tengan edad suficiente, deben empezar a salir con personas del sexo opuesto. Es bueno que los jóvenes y las jovencitas lleguen a conocerse y a apreciarse unos a otros. Es bueno que vayan a eventos deportivos, bailes y días de campo, que hagan las cosas apropiadas de la juventud. Instamos a la juventud a salir con personas del sexo opuesto y a fijar normas elevadas al respecto.
¿Cuándo se tiene edad suficiente? El grado de madurez varía de una persona a otra, pero tenemos la firme convicción de que no se debe salir con personas del sexo opuesto antes de los 16 años. Luego, lo ideal sería salir en grupo, asistir a actividades en grupo y no salir solos en parejas. Eviten salir con la misma persona de forma constante, ya que eso conduce al noviazgo, y ciertamente el comienzo del noviazgo se debe postergar hasta después de la adolescencia.
El salir con personas del sexo opuesto no debe ser algo prematuro ni sin supervisión. Agradezcan el que sus padres se aseguren de que sea así.
Los jóvenes a veces tienen la idea equivocada de que la espiritualidad y una actitud religiosa interfieren con su desarrollo durante esa etapa de la vida; por alguna razón suponen que los requerimientos de la Iglesia son molestias y agravios que se interponen con la plena expresión de su calidad de jovencitos y jovencitas.
Qué insensatos son los jóvenes que creen que la Iglesia es una cerca que impide la entrada del amor. ¡Jóvenes, si pudieran entender! Los requerimientos de la Iglesia son el sendero que conduce al amor y a la felicidad, con barreras de protección firmemente establecidas, con postes con señales direccionales claramente marcadas, y con ayuda a lo largo del camino.
Qué lamentable el molestarse por los consejos y las restricciones. Qué afortunados son los que siguen las normas de la Iglesia, aunque sólo sea por la obediencia o la costumbre; ustedes experimentarán gozo y éxtasis plenos.
Sus padres los aman
Tengan paciencia con sus padres; ellos los aman tan profundamente. Ellos mantienen una relación emocional con ustedes y pueden llegar a ser muy estrictos al fijar las normas que ustedes deben seguir. Pero sean pacientes; recuerden que ellos están ocupados en el gran proyecto de criar a los hijos, y es la primera vez que lo hacen. Nunca habían criado a un hijo como ustedes.
Concédanles el derecho de no comprenderlos y de cometer uno que otro error, derecho que ellos les han otorgado a ustedes. Reconozcan su autoridad; siéntanse agradecidos por su disciplina, la cual los pondrá en el camino que conduce a la grandeza.
Sean francos con sus padres; comuníquense con ellos; compartan sus problemas con ellos; oren con ellos antes de salir con una persona del sexo opuesto.
Den oídos a los consejos de su obispo, de los maestros del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares, así como de su maestro de seminario.
Jóvenes: “Honra a tu padre y a tu madre”. Éste es el primer mandamiento que tiene una promesa: “…para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da” (Éxodo 20:12).
Testifico que Dios vive. Ustedes son lo suficientemente mayores para que se les diga que nosotros, sus padres, también somos hijos y deseamos seguir Su autoridad y ceñirse a Su disciplina. Jóvenes: los amamos; pero por encima de todo, los respetamos.
Adaptado de un discurso pronunciado en la conferencia general de abril de 1965.