2004
Pensamientos inspiradores
junio de 2004


Mensaje de la Primera Presidencia

Pensamientos inspiradores

Una obra maravillosa y un prodigio

“Qué maravilla y qué prodigio es [esta] obra… cuando uno piensa en todo el esfuerzo que se realiza en ella y en lo mucho que se espera de nosotros… Ésta es la Iglesia y el reino de Dios; es la obra por la que el Salvador dio Su vida. Servimos con Él en la gran obra del Padre de llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre [véase Moisés 1:39]. Cuán importante y cuán glorioso es ver lo que está ocurriendo y verlo extenderse por la tierra” (reunión, Worcester, Massachusetts, 23 de marzo de 2002).

La única Iglesia verdadera

El Señor dijo que ésta es la única Iglesia verdadera y viviente sobre la faz de la tierra con la que Él está bien complacido [véase D. y C. 1:30]. No lo he dicho yo, sino Él. Se dijo al profeta José Smith que las demás sectas estaban en error [véase José Smith—Historia 1:19]. Ésas no son mis palabras, sino las del Señor; no obstante, son palabras duras para los fieles de otras religiones. No debemos aprovecharnos de ellas; tan sólo seamos amables, buenos y gentiles para con los demás, mostrando, a través de nuestro buen ejemplo, la gran verdad de aquello en lo que creemos, guiándolos hacia donde deseamos verles avanzar” (conferencia regional, Ogden Norte, Utah, 3 de mayo de 1998).

El milagro del mormonismo

“¡Qué cosa más maravillosa es el Evangelio de Jesucristo para reformar la vida de la gente, convertirlas en mejores personas, ayudarlas a alcanzar su potencial y mirar hacia el cielo y hacer algo positivo de sus vidas! Ocurren milagros cuando la gente acepta el Evangelio. Vemos a personas que se hunden en sus hábitos indolentes, mas cuando el Evangelio entra en sus vidas, se despierta en ellas el deseo de empezar una nueva vida. Sucede algo verdaderamente maravilloso; yo lo llamo el milagro del mormonismo, esa maravillosa transformación que tiene lugar en la vida de las personas” (reunión, Boston, Massachusetts, 16 de octubre de 1998).

La Iglesia avanza

“La Iglesia avanza. No ha habido en la historia de esta Iglesia un día en el que ésta haya avanzado con tanta vitalidad como sucede actualmente. Qué afortunados somos al formar parte de este gran movimiento que se extiende por toda la tierra para cambiar la vida de las personas, para hacer surgir en ellas el deseo de vivir mejor y de esforzarse, para concederles el conocimiento del plan de salvación y para ayudarles a reconocer el significado de la gran expiación del Salvador y para bendecir su vida dondequiera que estén” (conferencia regional, Houston, Texas, 19 de septiembre de 1998).

Contribuyan al buen nombre de la Iglesia y hónrenla

“Asegúrense de que todos sus hechos contribuyan al buen nombre de la Iglesia a la que pertenecen y que la honren, y el Señor les bendecirá y magnificará. No permitan que haya enemistad entre ustedes, sino tan sólo amor, sin tener en cuenta ni la raza ni las circunstancias. Amémonos unos a otros como el Señor desea que lo hagamos” (reunión, Nadi, Fiji, 21 de mayo de 2001).

Éstos son los días de la Restauración

“Pedro dijo: ‘…arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo’ (Hechos 3:19–21). Éstos son los días de la restitución; éstos son los días de la restauración de la que Pedro el Apóstol y Pablo hablan tan clara y enfáticamente en la Santa Biblia. Repito que ustedes y yo somos parte del cumplimiento de esa profecía, parte del plan divino del Dios del cielo, respecto a que habría una apostasía y que, necesariamente, debería producirse una restauración” (reunión, Hamilton, Ontario, Canadá, 8 de agosto de 1998).

Una familia grande y maravillosa

“Ustedes forman parte de una familia grande y maravillosa —cuyo número asciende a 11 millones de miembros esparcidos entre casi 160 países— que en el corazón abrigan una convicción grande y fuerte de la realidad de Dios, nuestro Padre Eterno, de la realidad del Señor Jesucristo, de la realidad del Espíritu Santo y de Su poder para influir en ustedes, del hecho de que Dios se ha movilizado de nuevo en esta dispensación para restaurar Su obra y llevar a cabo Sus propósitos eternos en ésta, la dispensación del cumplimiento de los tiempos, este periodo glorioso y magnífico de la historia de la tierra en el que ha reunido todas las cosas maravillosas de todas las dispensaciones anteriores en ésta, la dispensación grande, final y definitiva del cumplimiento de los tiempos” (reunión, Nueva York, Nueva York, 24 de marzo de 2002).

La influencia de una generación

“Me asombra la calidad de los líderes que se están formando, hombres y mujeres de fortaleza y aptitud; aprenden rápido; son devotos y fieles; han llegado a ser mejores esposos y padres, esposas y madres gracias a los programas de la Iglesia destinados a fortalecer a la familia. Son un beneficio para la sociedad de la que forman parte, como también lo serán las generaciones que les sucedan. Ahí reside la belleza de esta obra. Cuando influimos en la vida de un hombre de esta generación, esa influencia se percibe en las generaciones que aún están por venir” (declaraciones hechas al National Press Club, Washington, D.C., 8 de marzo de 2000).

Llamados a servir

“Somos gente común y corriente a la que el Señor va tomando, uno aquí, otro allá, y los llama como obispo, presidente de estaca, de misión, de templo o de lo que sea. Lo maravilloso es que esa persona se eleva a la altura de esa responsabilidad bajo la inspiración y el poder del Señor” (reunión, Richmond, Virginia, 14 de noviembre de 1998).

Seamos Santos de los Últimos Días

“Mis hermanos y hermanas, vivamos el Evangelio. Como esposos, tratemos con respeto, honor y dignidad a nuestras esposas. Como esposas, demostremos amor, amabilidad e interés en el bienestar de nuestros esposos. Como padres y madres, tratemos con respeto, amor y amabilidad a nuestros hijos, que son hijos e hijas de Dios. Y, como hijos, seamos obedientes a nuestros padres, siguiendo su consejo y deseando caminar por los senderos que ellos nos señalen.

“Seamos fieles en el pago de los diezmos y las ofrendas. El Señor ha prometido que aquellos que paguen sus diezmos no serán quemados [véase D. y C. 64:23]…

“Seamos más abiertos con nuestros vecinos, más amables, más corteses con los que nos rodean y que no son de nuestra fe. Seamos más útiles, generosos y buenos. Seamos Santos de los Últimos Días en el verdadero y pleno sentido de la palabra” (conferencia regional, Payson, Utah, 16 de septiembre de 2001).

¿Qué espera el Señor?

“¿Qué espera el Señor de los Santos de los Últimos Días? ¿Qué espera que hagamos? Él espera que seamos buenos, que seamos buenos padres que aman a sus esposas, a sus hijos, que honran el sacerdocio, que son aún más justos y que caminan un poco más rectos por la vida, hombres buenos, fieles y magníficos…

“Ustedes, mujeres, madres, sean buenas esposas. Apoyen a sus maridos, trátenlos con amabilidad… Ayúdenles en todo lo que hagan; sean buenas madres para sus hijos… edúquenlos con amor.

“Y ustedes, hijos, consideren a sus padres como sus mejores amigos. Escuchen lo que les digan; hagan lo que les pidan, pues eso es lo que el Señor ha pedido a Su pueblo, que los niños sean criados en la luz, la verdad y el amor” (reunión, Nouméa, Nueva Caledonia, 17 de junio de 2000).

La gran causa del Señor

“La gran causa del Señor crece en fuerza, poder y capacidad por toda la tierra. Ustedes y yo formamos parte de ella. Ustedes tienen una responsabilidad tan importante en la esfera de su asignación como yo la tengo en la mía. Ninguno de nosotros puede permitirse el lujo de ser negligente. Todos debemos ponernos de pie y declarar la verdad. Caminen con fe y fidelidad. Obren bien, ayuden a los demás y glorifiquen la gran causa del Señor Jesucristo en estos últimos días” (charla fogonera, Sidney, Australia, 14 de mayo de 1997).

Ideas Para los Maestros Orientadores

Una vez que se prepare por medio de la oración, comparta este mensaje empleando un método que fomente la participación de las personas a las que enseñe. A continuación se encuentran algunos ejemplos:

  1. Lea el párrafo “La única Iglesia verdadera” y analice con los miembros de la familia varias formas de expresar nuestro testimonio de la verdad sin menospreciar las creencias de los demás. Tal vez desee repasar “La parábola de las dos lámparas”, del élder James E. Talmage (1862–1933), del Quórum de los Doce Apóstoles (véase Liahona , febrero de 2003, pág. 40).

  2. Lea el párrafo titulado “Contribuyan al buen nombre de la Iglesia y hónrenla” y pida a los miembros de la familia que mediten en si la vida que llevan contribuye al buen nombre y a la honra de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Pídales que nombren algunas formas en las que todos podemos honrar a la Iglesia.

  3. Pida a alguien que lea el último párrafo y que la familia analice cómo podemos cumplir con nuestra responsabilidad de avanzar la obra del Evangelio.