Hasta la próxima
Edificados sobre la Roca
De un discurso pronunciado en la Conferencia General del 7 de octubre de 1916, según se reimprimió en “Edificados sobre la Roca”, Liahona, junio de 2010, págs. 12–13.
No hay libro que sea lo suficientemente grande ni bueno para presidir esta Iglesia.
Hace muchos años, vino a Utah un sabio clérigo de [otra] iglesia… Había asistido a una reunión sacramental “mormona”, y criticó mucho nuestro método de administrar la Santa Cena del Señor, en particular por usar agua en vez de vino para tales ocasiones. Comentó que se estremeció cuando vio a la gente beber el agua, y señaló el hecho, ya que es un hecho, que según la Biblia, cuando el Salvador instituyó la Santa Cena entre los judíos, usó vino, declarando que era Su sangre, o que representaba Su sangre. Yo podría agregar que en el Libro de Mormón también se afirma que el Salvador usó vino al instituir la Santa Cena entre los nefitas.
Mi… amigo, lo supiera o no, había dado en el clavo respecto a la gran característica distintiva que diferencia a la Iglesia de Dios de todas las demás iglesias del mundo, que es ésta: mientras que ellas están fundadas sobre libros, tradiciones y los preceptos de los hombres, esta Iglesia está fundada sobre la roca de Cristo, sobre el principio de la revelación inmediata y continua. Los Santos de los Últimos Días no hacen las cosas por el hecho de que estén impresas en un libro [de Escritura]; no hacen las cosas porque Dios les dijo a los judíos que las hicieran, ni hacen nada ni dejan de hacerlo a causa de instrucciones que Cristo haya dado a los nefitas.
Cualquier cosa que esta Iglesia haga [oficialmente] es debido a que Dios, Quien habla desde los cielos en estos días, ha mandado que se haga… Ésa es la constitución de la Iglesia de Cristo. Si en los emblemas de la Santa Cena del Señor usamos agua en vez de vino, es porque Cristo así lo ha mandado [véase D. y C. 27:1–4].
La revelación divina se adapta a las circunstancias y a las condiciones de los hombres, lo que da lugar a cambio tras cambio, a medida que la obra progresiva de Dios sigue adelante hacia su destino. No hay libro que sea lo suficientemente grande ni bueno para presidir esta Iglesia.
Al decir esto, lo hago con toda la debida reverencia por la palabra escrita de Dios, la que está impresa en los libros, una porción de la cual podrá ser obsoleta tras haber cumplido su propósito y haberse colocado en el estante [como sacrificios de animales; véase 3 Nefi 9:19–20], mientras que la otra parte es convincente, llena de vida, y pertinente a nuestro estado presente… a nuestro actual grado de desarrollo. No obstante, incluso esta parte se debe interpretar correctamente. Ningún hombre ha de abogar por lo que está en los libros, ante el portavoz de Dios, quien habla por Él e interpreta Su palabra [véase D. y C. 1:37–38]. El tomar esa postura es preferir escritos muertos en vez de las palabras del oráculo viviente, lo cual es siempre una postura falsa.
Lo que el Señor dijo a los judíos y a los nefitas hace dos mil años, o lo que dijo a los Santos de los Últimos Días hace cincuenta o sesenta años, no tiene ninguna validez en esta época a menos que concuerde con la revelación actual, con las instrucciones más recientes que el Señor ha dado a Su pueblo a través de Su siervo o siervos escogidos o señalados; y aquellos que hagan caso omiso de este hecho podrían meterse en dificultades.