Mensaje de las maestras visitantes
Los atributos de Jesucristo: Longanimidad y paciencia
Con espíritu de oración, estudie este material y procure saber lo que debe compartir. ¿De qué manera el entender la vida y la misión del Salvador aumentará su fe en Él y bendecirá a las hermanas que están bajo su cuidado en el programa de maestras visitantes? Si desea más información, visite reliefsociety.lds.org.
Con frecuencia pensamos en la paciencia como un rasgo silencioso y pasivo, pero tal como dijo el presidente Dieter F. Uchtdorf, Segundo Consejero de la Primera Presidencia, “…la paciencia no es ni una resignación pasiva, ni es dejar de actuar por causa de nuestros temores. Ser paciente significa esperar y perseverar de forma activa. Significa persistir en algo… incluso cuando los deseos de nuestro corazón se ven demorados. ¡La paciencia no es simplemente sobrellevar las cosas, sino hacerlo bien!”.
En la vida premortal, nuestro Padre Celestial preparó un plan para nosotros, Sus hijos procreados en espíritu, y clamamos con gran gozo ante la oportunidad de venir a la Tierra (véase Job 38:7). A medida que escogemos poner nuestra voluntad en armonía con la Suya durante nuestra vida terrenal, Él “[nos hará] instrumentos en [Sus] manos, para la salvación de muchas almas” (Alma 17:11).
El presidente Uchtdorf continúa: “Paciencia significa aceptar lo que no se puede cambiar y encararlo con valor, gracia y fe. Significa estar ‘[dispuestos] a [someternos] a cuanto el Señor juzgue conveniente imponer sobre [nosotros], tal como un niño se somete a su padre’ (Mosíah 3:19). En última instancia, paciencia significa ser ‘firme, constante e inmutable en guardar los mandamientos del Señor’ (1 Nefi 2:10) a toda hora de cada día, incluso cuando hacerlo sea difícil”1.
Otras Escrituras
De las Escrituras
Las Escrituras nos dicen que, en nuestra vida terrenal, debemos “[ser] pacientes en las aflicciones, porque [tendremos] muchas”. Luego Dios nos da esta consoladora promesa: “…pero sopórtalas, pues he aquí, estoy contigo hasta el fin de tus días” (D. y C. 24:8).
El siguiente relato de la Biblia es un ejemplo de paciencia y fe:
“Y una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años… tocó el borde [del] manto [de Cristo]; y al instante cesó su flujo de sangre…
“Y Jesús dijo: …Alguien me ha tocado, porque yo he percibido que ha salido poder de mí.
“Entonces, cuando la mujer vio que no había pasado inadvertida, vino temblando y, postrándose delante de él, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado y cómo al instante había sido sanada.
“Y él le dijo: Hija, tu fe te ha sanado; ve en paz” (Lucas 8:43–48).
Al igual que ella, nosotras podemos encontrar bendiciones y consuelo, y aun sanación, al acercarnos a Jesucristo, cuya Expiación nos puede sanar.