“Congregados en mi nombre”
El autor vive en California, EE. UU.
El Señor ha designado los consejos de barrio y de rama para ayudarnos a ministrar en amor y unidad.
No hace mucho asistí a la noche de hogar de una familia a la que quiero mucho: un marido joven, su esposa y su pequeña hija. Ya que era su obispo, había ido a su hogar obedeciendo en parte una impresión del Espíritu, y en gran parte la inspiración de la madre y de la hermana de ese joven padre que se sentían preocupadas y que también estaban presentes. El Señor había estado obrando con esa familia para realizar grandes cambios en la vida de ellos y traerlos de regreso a las bendiciones del Evangelio y de la Iglesia; pero algo había sucedido ese día.
Durante meses, ese joven padre había estado sumamente preocupado por proveer de lo necesario para su familia. En poco tiempo se quedaría sin empleo, y él y su esposa estaban tratando de decidir si debían mudarse con la familia a otro estado, lo que significaría grandes cambios para la familia. Ese mismo día, el padre se había enterado de que no recibirían la ayuda financiera que habían esperado con gran anhelo; fueron noticias devastadoras.
Cuando llegué a su apartamento, me percaté del profundo desaliento que denotaba su rostro. La responsabilidad de proveer para una familia y las noticias desalentadoras recaían pesadamente sobre los hombros de ese joven padre.
Para la lección, su esposa había elegido un capítulo de las Escrituras que los ayudara con las preocupaciones por sentirse abrumados. El padre leyó el capítulo entero. Quizás reconozcan estas palabras de Isaías 55:
“Oh los sedientos, ¡venid a las aguas! Y los que no tienen dinero, ¡venid, comprad y comed! Venid, comprad sin dinero y sin precio…
“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dice Jehová” (Isaías 55:1, 8).
Luego, la familia habló sobre lo que esos versículos significaban para ellos. El Espíritu del Señor llenó ese pequeño apartamento a medida que esa noche de hogar se convirtió en un consejo familiar. Ese joven padre habló de sus temores, preocupaciones y deseos, y todos manifestaron el amor y la preocupación que sentían el uno por el otro. Hablaron acerca de qué hacer, qué opciones tenían y qué medidas tomar.
Fue una conversación muy abierta y hubo algunos desacuerdos, pero sentí la impresión de simplemente escuchar y observar. Por último, el esposo y la esposa, unidos, decidieron que tomarían la decisión con la ayuda del Señor por medio de la oración, tras lo cual brindé palabras de apoyo y aliento.
El modelo de revelación del Señor
Son pocas las veces que puedo recordar en las que haya reconocido el Espíritu del Señor con más fuerza que en ese pequeño apartamento aquella noche con aquella familia humilde que estaba pasando por dificultades. Fue el cumplimiento de la promesa que el Señor dio a Sus discípulos hace mucho tiempo: “Donde estén dos o tres congregados en mi nombre, respecto de una cosa, he aquí, allí estaré yo en medio de ellos, así como estoy yo en medio de vosotros” (D. y C. 6:32).
Esas palabras del Salvador no son solo un buen consejo o simples palabras de consuelo. Para el joven profeta José Smith y para Oliver Cowdery, esas palabras del Salvador presentan la doctrina y el modelo para obtener revelación y orientación y para tomar decisiones en el Reino de Dios.
El Señor estaba en medio de ese consejo familiar aquella noche; ellos habían invitado Su Espíritu mediante la oración y el estudio de las Escrituras; estaban unidos en propósito; estaban llenos de amor el uno por el otro; aportaron sus mejores ideas y experiencias, se las presentaron mutuamente al Señor, y solicitaron Su guía. Tomaron decisiones unidos y luego actuaron al respecto.
La Iglesia se gobierna por medio de consejos
El Manual de Instrucciones de la Iglesia enseña la doctrina de los consejos:
“La Iglesia del Señor se gobierna por medio de consejos a nivel general, de área, de estaca y de barrio. Estos consejos son fundamentales para el orden de la Iglesia.
“Bajo las llaves de los líderes del sacerdocio de cada nivel, los líderes toman decisiones en consejo para el beneficio de las personas y las familias”1.
En todos los niveles de esta Iglesia, nos esforzamos por funcionar mediante los mismos principios que el Salvador enseñó a Sus discípulos y a Oliver y a José: de reunirse en unidad y en consejo.
Cada barrio tiene un consejo de barrio que “incluye el obispado, el secretario de barrio, el secretario ejecutivo de barrio, el líder del grupo de sumos sacerdotes, el presidente del cuórum de élderes, el líder misional del barrio, los presidentes de los Hombres Jóvenes y de la Escuela Dominical, y las presidentas de la Sociedad de Socorro, de las Mujeres Jóvenes y de la Primaria”2.
Toda la obra que realiza ese grupo de líderes de barrio, al final, se centra en ayudar “a las personas a edificar testimonios, recibir ordenanzas salvadoras, guardar convenios y llegar a ser seguidores consagrados de Jesucristo”3.
Tal vez hayan oído la declaración: “Hay seguridad en el consejo”4. ¿Por qué? Una de las razones es el simple hecho de que ninguno de nosotros es tan inteligente como muchos de nosotros juntos. Cada uno aporta una perspectiva singular y un conjunto de experiencias y puntos de vista.
El Manual de Instrucciones de la Iglesia también enseña cómo las reuniones de consejo de barrio pueden ser más eficaces para incluir las perspectivas únicas de cada miembro del consejo: “Durante la reunión, el obispo explica cada asunto que se va a tratar, pero por lo general no decide cómo resolver el asunto hasta que haya oído las deliberaciones. Él fomenta la deliberación sin dominarla. Formula preguntas y puede pedir sugerencias a determinados miembros del consejo. Escucha detenidamente antes de tomar una decisión. Las deliberaciones deben fomentar un espíritu de inspiración”5.
En pocas palabras, aportamos nuestros talentos, habilidades y perspectivas únicas. Suplicamos al Señor que esté con nosotros, que nos guíe con Su Espíritu, que compense la diferencia en lo que nos falte y que sepamos cuáles son las necesidades de los miembros a quienes servimos. Analizamos las necesidades de las familias y de las personas y nos esforzamos en unidad para llegar a decisiones. Luego, nos ponemos a trabajar y le pedimos al Señor que bendiga a los miembros del barrio.
Deliberar juntos en el consejo de barrio
Ocho meses antes de asistir a esa noche de hogar con esa joven familia, el consejo de barrio se encontraba reunido un domingo por la mañana. Dimos comienzo con una oración y vimos un video sobre cómo ayudar a las personas y a las familias a recibir las bendiciones y las ordenanzas del Evangelio. Pregunté a los miembros del consejo si habían pensado en alguien al ver el video, lo cual nos condujo a que habláramos sobre esa familia. Expresamos nuestro amor por ellos; hablamos de posibles llamamientos, de cómo podríamos encaminar al padre hacia la ordenación en el Sacerdocio de Melquisedec, y cómo podríamos ayudar al matrimonio a fin de prepararse para recibir las ordenanzas del templo.
En calidad de obispo, hice algunas asignaciones, y aunque parecía que la conversación casi había terminado, se sentía como si algo no estuviera bien. La presidenta de las Mujeres Jóvenes finalmente dijo: “Creo que vamos demasiado rápido; siento que con ellos debemos centrarnos en los aspectos básicos, como la noche de hogar, el estudio de las Escrituras y la oración”. Entonces la sensación de que “algo no estuviera bien” se disipó. Ella habló, no en nombre de la organización de las Mujeres Jóvenes, sino por amor a esa familia, y en ese momento el Espíritu nos testificó de la veracidad de su consejo.
El comentario de esa hermana volvió a iniciar la conversación. Hablamos de cómo ayudar a la familia a establecer un patrón de estudiar las Escrituras, orar y realizar la noche de hogar. La hermana del joven padre prestaba servicio como una de las misioneras del barrio, por lo que el líder misional de barrio aceptó la asignación de trabajar con ella y con los maestros orientadores a fin de lograr que la familia llevara a cabo la noche de hogar en forma regular. Mi esposa y yo le llevamos a la familia un ejemplar de la guía de recursos para la Noche de Hogar y un himnario.
El apoyo y la fortaleza más constantes provinieron de la madre y de la hermana de ese joven padre al asistir con regularidad a la noche de hogar de la familia, lo que, al final, condujo a esa importante noche de hogar a la que tuve el privilegio de asistir.
En el Manual de Instrucciones dice: “Tanto los hombres como las mujeres deben sentir que se valoran sus comentarios como participantes con pleno derecho… El punto de vista de las mujeres es a veces diferente del de los hombres y añade una perspectiva esencial para entender y satisfacer las necesidades de los miembros”6. Como obispo joven que soy, me reúno en consejo con las presidentas de la Primaria, de las Mujeres Jóvenes y de la Sociedad de Socorro que poseen mucha más sabiduría, experiencia en la vida y visión que yo. Con mucha frecuencia ellas son mis maestras en cuanto a un carácter semejante al de Cristo e incluso en cómo ser un buen padre y poseedor del sacerdocio.
Estoy muy agradecido por las mujeres de esta Iglesia. Espero que nuestras hermanas nunca sientan que no se las escucha ni se las toma en cuenta en nuestras reuniones de consejo. Los miembros del consejo de barrio funcionan como iguales. Las llaves de presidencia que se otorgan a un obispo son un asunto de orden, organización y responsabilidad asignada, pero nunca un nombramiento de dominio o superioridad espiritual.
Unidad
En el Manual de Instrucciones se describe la importancia de la unidad: “Después de una deliberación abierta, el obispo puede tomar una decisión o esperar para tratar el asunto más a fondo con sus consejeros. Una vez que tome la decisión, los miembros del consejo deben apoyarla en un espíritu de unidad y armonía.
“Si los miembros del consejo tuvieran fuertes sentimientos de incertidumbre respecto a una decisión importante, el obispo podría esperar a otra reunión de consejo para estudiar el asunto con más detenimiento y buscar confirmación espiritual y unidad”7.
La unidad es otra razón por la que hay seguridad en los consejos. A veces, como personas pensamos que sabemos las medidas que se deben de tomar y muchas veces queremos saltar directamente al resultado final. Se nos olvida que el objetivo final del Señor no es que desarrollemos un plan de acción, sino que cada uno de Sus hijos llegue a conocerlo. Recordarán la forma en la que el Señor oró por sus discípulos:
“Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado…
“Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque tuyos son…
“Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros…
“Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfeccionados en uno” (Juan 17:3, 9, 11, 23).
El objetivo del Señor es que lleguemos a ser Suyos, que seamos uno con Él, con nuestro Padre Celestial y los unos con los otros. El proceso es tan importante como el resultado. Los consejos son parte del proceso divinamente designado por el cual se logra la unidad y por el que llegamos a ser de Cristo. El Señor ha dicho: “Sed uno; y si no sois uno, no sois míos” (D. y C. 38:27).
Ese mandamiento también se puede utilizar como una prueba. Por ejemplo, el Señor podría haberlo dicho a la inversa: “Por esto sabréis que sois míos, cuando seáis uno los unos con los otros y uno conmigo”.
El padre de una familia puede recibir la revelación de que el trasladar a la familia resultará en bendiciones y unidad; pero sin la solidaridad de su esposa y de sus hijos, es probable que su plan no rinda los resultados esperados.
Un obispo puede recibir revelación para un plan misional de barrio, pero a menos que el consejo de barrio esté unido respecto a esa revelación, no se recibirán las bendiciones y el obispo tendrá que preguntarse qué es lo que salió mal.
A continuación, el presidente Russell M. Nelson, Presidente del Cuórum de los Doce Apóstoles, describió la forma en que el Consejo de la Primera Presidencia y del Cuórum de los Doce Apóstoles funciona:
“El llamamiento de quince hombres al santo apostolado nos proporciona gran protección como miembros de la Iglesia. ¿Por qué? Porque las decisiones de esos líderes deben ser unánimes. ¿Se pueden imaginar la forma en la que el Espíritu debe inspirar a quince hombres a fin de que logren la unanimidad? Esos quince hombres tienen diferente formación académica y profesional, con diferentes opiniones sobre muchas cosas, ¡créanmelo! Esos quince hombres —profetas, videntes y reveladores— ¡saben cuál es la voluntad del Señor cuando se logra la unanimidad!”8.
Doy testimonio de que el Señor está interesado en los detalles de la vida de cada uno de nosotros. Siempre me sorprende la distancia que el Salvador está dispuesto a recorrer, o mandar que recorra uno de sus siervos, para rescatar a uno de Sus hijos. Cuán agradecido estoy por los consejos a los que se les ha designado la responsabilidad de cuidar de los hijos de nuestro Padre Celestial.