Página tras página dice que nosotros creemos
Cuando mi compañero de clase dijo que los mormones no creemos en Jesucristo, decidí leer el Libro de Mormón de una manera completamente nueva.
“Los mormones no son cristianos”.
Esa declaración de uno de mis compañeros de la escuela secundaria (bachillerato) me tomó por sorpresa.
Le dije: “Claro que lo somos”.
“Entonces, ¿por qué lees el Libro de Mormón?”, me dijo, mientras se alejaba sin darme oportunidad de responder.
Pensé mucho respecto a su pregunta. La respuesta, por supuesto, es que los mormones somos cristianos y que el Libro de Mormón es otro testamento de Jesucristo. Lo leemos junto con la Biblia para aprender aún más del Salvador.
Había leído el Libro de Mormón anteriormente; sabía que era verdadero, pero, debido a la pregunta de mi compañero de clase, sentí la impresión de estudiarlo de una nueva manera, dando seguimiento a la frecuencia con la que se menciona a Jesucristo. Al hacerlo me sorprendí.
Apenas había abierto el libro cuando leí en la portada que el Libro de Mormón está escrito para convencer a los lectores “… de que Jesús es el Cristo, el Eterno Dios, que se manifiesta a sí mismo a todas las naciones”.
En la introducción del Libro de Mormón leí: “El acontecimiento de mayor trascendencia que se encuentra registrado en el Libro de Mormón es el ministerio personal del Señor Jesucristo entre los nefitas poco después de Su resurrección”. Decía que aquellos que adquirieran un testimonio del Espíritu Santo de que el registro es verdadero “… también llegarán a saber, por el mismo poder, que Jesucristo es el Salvador del mundo”.
Continué con “El Testimonio de Tres Testigos”, que dijeron que el ángel les mostró las planchas de las que fue traducido el Libro de Mormón, y que “… sabemos que es por la gracia de Dios el Padre, y de nuestro Señor Jesucristo, que vimos y testificamos que estas cosas son verdaderas”.
Después, “El Testimonio del profeta José Smith”, que habla de la visita del ángel Moroni, que dijo que el Libro de Mormón contiene la plenitud del Evangelio sempiterno “… cual el Salvador lo había comunicado a los antiguos habitantes” de América.
¡Ni siquiera había llegado a 1 Nefi y ya había encontrado mucho!
Mi búsqueda continuó. En 1 Nefi, descubrí que Lehi sabía de la venida del Mesías (véase 1 Nefi 1:19). Leí sus profecías acerca del Redentor, “… que quitaría los pecados del mundo” (1 Nefi 10:10; véanse versículos 4–10). Leí la descripción de Nefi del nacimiento de Jesucristo, de Su ministerio, muerte, resurrección y de su futura visita a la antigua América (véase 1 Nefi 10–12).
Leí profecías de que el Libro de Mormón afirmaría las verdades de la Biblia de que “… el Cordero de Dios es el Hijo del Eterno Padre, y es el Salvador del mundo; y que es necesario que todos los hombres vengan a él, o no serán salvos” (1 Nefi 13:40). Y leí el testimonio de Nefi, de que “… todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos vivirán con seguridad en el Santo de Israel, si es que se arrepienten” (1 Nefi 22:28).
Después de un día ya estaba en la página cincuenta y tres. Solo había terminado uno de los libros del Libro de Mormón, pero, ¡qué testimonio tan poderoso había recibido!
En las semanas siguientes, encontré página tras página testimonios de Jesucristo, visiones en las que Él se apareció a los profetas, y la descripción detallada de Su ministerio entre los antiguos americanos. Concluí mi lectura con el poderoso testimonio de Moroni acerca de Jesucristo (véase Moroni 9), su desafío para “… [preguntar] a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo, si [el Libro de Mormón es verdadero]” (Moroni 10:4; cursiva agregada); y en la última página, su invitación suave y poderosa de “… [venir] a Cristo” (Moroni 10:30, 32).
Descubrí que el Libro de Mormón refutaba completamente la declaración de mi compañero. Si un cristiano es alguien que cree en Jesucristo, entonces, página tras página del Libro de Mormón dice: “¡Nosotros creemos!”.
Más adelante volví a ver a mi amigo. Le conté sobre mi experiencia y lo invité a leer el Libro de Mormón. Él rechazo mi invitación de manera educada, pero dijo que le daba gusto que yo aceptara a Jesucristo como mi Salvador. Después de nuestra conversación, creo que él comprendió mejor a qué me refería cuando dije: “Claro que somos cristianos”.