Nuestra caldera funcionó a base de fe
Lois Mansius
Texas, EE.
Cuando mi esposo, Mark, y yo residíamos con nuestros cinco hijos pequeños en la costa este de los Estados Unidos, vivíamos en una casa que tenía una caldera de gasoil. Para verificar el nivel de gasoil, colocábamos una varilla de medir dentro del tanque y, si el nivel estaba bajo, llamábamos a la empresa que proveía el combustible para que vinieran a llenar el tanque.
Durante un enero inusualmente frío, estábamos teniendo problemas económicos. Incluso tomé un trabajo a tiempo parcial por las noches en un restaurante para aumentar nuestros ingresos, pero aun así teníamos problemas para llegar a fin de mes. Finalmente, nos vimos en la situación de tener que elegir entre pagar diezmos o pagar para calentar nuestra casa. Medimos el gasoil y resultó que quedaban cinco centímetros. Eso duraría solo un día o dos; pero decidimos depositar nuestra fe en el Señor y pagar nuestros diezmos.
Al día siguiente, Mark volvió a medir. Todavía quedaban cinco centímetros. Mark lo midió otra vez el día siguiente y todavía había cinco centímetros. La caldera estaba funcionando, pero el gasoil no disminuía. Durante los siguientes dos días, el combustible se mantuvo en cinco centímetros. Recuerdo haber derramado lágrimas de alegría por la noche, cuando escuchaba que la calefacción se encendía. Nuestra caldera no funcionaba a base de gasoil; funcionaba a base de fe.
Me sentí como la viuda que alimentó al profeta Elías y que descubrió que “la harina de [su] tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó” (1 Reyes 17:16). Cuando finalmente llegó el día de cobro, Mark volvió a medir el tanque. Esta vez, el nivel estaba en dos centímetros y medio. Ahora el gasoil estaba bajando, pero teníamos dinero para llenar el tanque.
Nuestra familia había puesto a prueba la promesa del Señor que se encuentra en Malaquías 3:10: “… y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (Malaquías 3:10).
A cualquiera que dude de las bendiciones del pago del diezmo le animo a aceptar la invitación del Señor de “probarlo ahora en esto”. El pago del diezmo abre las ventanas de los cielos y, mediante la obediencia y la fidelidad a las leyes y los mandamientos del Señor, somos bendecidos de muchas maneras.
Nuestra familia nunca olvidará cuando nuestra caldera funcionó a base de fe en lugar de combustible.