Solo para versión digital
Por qué ya no temo la terapia de salud mental
El autor vive en Virginia, EE. UU.
Recibir la ayuda que necesitaba no era señal de debilidad ni fracaso.
“Deberías hablar con un terapeuta de salud mental”.
Este consejo llegó como una enorme sorpresa. Acababa de hablar con un buen amigo sobre lo estresado que me sentía en cuanto a entrar en un prestigioso programa de contabilidad, relacionarme con otras personas o salir en citas tras haber retornado recientemente de la misión. Nunca había considerado siquiera la idea de asistir a unas sesiones de terapia, y me parecía que hablar con un terapeuta era solo para personas con grandes problemas o demasiado débiles para hacer frente ellos solos a los desafíos. Mi amigo solo tenía cosas buenas que decir de su propia experiencia al hablar con un terapeuta, de modo que comencé a planteármelo.
Pronto mi ansiedad empeoró. Después de noches de insomnio y preocupación, decidí concertar una cita. Estaba nervioso por lo que otras personas podrían decir si sabían que iba a ver a un terapeuta, pero en ese momento la ansiedad estaba afectando el rendimiento en mis tareas, así que fui.
Superar la ansiedad
Durante la visita, el terapeuta hizo muchas preguntas que me ayudaron a encontrar respuestas por mí mismo. Él no me dio una solución mágica a mis problemas; tampoco me trató como si estuviera loco; había visto a muchas personas con problemas similares a los míos. En algunos sentidos, fue como ir al médico. Él era un profesional con experiencia en el diagnóstico del problema, y tenía el conocimiento para enseñarme cómo prevenir y tratar la ansiedad.
Junto con otras sugerencias, el terapeuta me sugirió que escribiera mis sentimientos y pensamientos en un diario. Esto fue de gran ayuda para superar la ansiedad. También continué haciendo ejercicio, pasando tiempo con amigos y familiares, comiendo de manera saludable (o lo más saludable que puede comer un joven universitario que cocina su propia comida), estudiando las Escrituras, asistiendo a la Iglesia y orando.
Tras unas cuantas visitas al terapeuta, dos cosas cambiaron en mí: primero, la perspectiva que tenía de mi ansiedad era nueva y más saludable, y segundo, sentía que disponía de herramientas útiles que podía utilizar en situaciones que me provocaran ansiedad en el futuro. No estaba completamente curado de la ansiedad, pero sentía que podría lidiar mejor con ella cuando volviera a surgir. Desde entonces, no he tenido que volver al terapeuta, pero si alguna vez lo necesitara, no me preocuparía el hecho de pedir ayuda. He aprendido que no hay razón para sufrir en silencio ni sentirse avergonzado por buscar ayuda profesional para un problema de salud mental o emocional.
Acabar con el estigma
Desgraciadamente, los tratamientos de salud mental y emocional están muy estigmatizados, pero puede que sea porque algunas personas no entienden que visitar a un especialista en salud mental y emocional es tan esencial como recibir tratamiento para cualquier otra enfermedad física. El élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, ha dicho: “Si tuvieran apendicitis, Dios esperaría que pidieran una bendición del sacerdocio y que obtuvieran la mejor atención médica disponible; lo mismo se aplica a los trastornos emocionales. Nuestro Padre en los Cielos espera que usemos todos los maravillosos dones que Él nos ha proporcionado en esta gloriosa dispensación”1.
Las necesidades mentales y emocionales también son, en cierto modo, problemas ocultos. No es fácil hablar de ellos como lo es de una gripe o un hueso roto, pero son igual de comunes. La Organización Mundial de la Salud estima que muchas personas con graves problemas de salud mental no reciben tratamiento: entre el 35 y el 50 por cierto en los países desarrollados, y entre el 76 y el 85 por ciento en los países en vías de desarrollo2.
Obtener la ayuda que necesitas no es señal de debilidad ni fracaso. El Padre Celestial desea que tengamos salud física y mental, y nos ha dado muchos “maravillosos dones” para ayudarnos a hacer frente a los desafíos mentales y emocionales de la vida terrenal, entre ellos, los siguientes:
No siempre seremos capaces de superar plenamente todos los desafíos relacionados con la salud mental en esta vida, y normalmente no hay soluciones fáciles ni únicas. Pero al hacer lo mejor que podamos para ayudarnos a nosotros mismos utilizando las herramientas que el Padre Celestial nos ha dado, el Salvador nos ayudará a sobrellevar nuestras cargas con facilidad (véase Mosíah 24:15), y seremos bendecidos con fortaleza y esperanza por nuestros esfuerzos.