Principios para ministrar
El propósito que cambiará nuestra ministración
Si bien la ministración tiene muchos propósitos, nuestros esfuerzos deben estar guiados por el deseo de ayudar a los demás a lograr una conversión individual más profunda y a llegar a ser más semejantes al Salvador.
Cuando amamos a los demás como lo hace el Salvador, queremos ayudarles como Él lo hizo. Como el Buen Pastor, Él es el ejemplo supremo de una ministración significativa.
Al tomarlo a Él como modelo para nuestra ministración, es importante recordar que Sus esfuerzos por amar, elevar, servir y bendecir tenían un objetivo más elevado que satisfacer las necesidades inmediatas. Ciertamente, Él sabía de sus necesidades cotidianas y tenía compasión de su sufrimiento actual, así que sanó, alimentó, perdonó y enseñó. Pero Él quería hacer algo más que ocuparse de la sed de hoy (véase Juan 4:13–14). Quería que los que lo rodeaban lo siguieran (véase Lucas 18:22; Juan 21:22), lo conocieran (véase Juan 10:14; Doctrina y Convenios 132:22–24) y alcanzaran su potencial divino (véase Mateo 5:48). Lo mismo es cierto hoy (véase Doctrina y Convenios 67:13).
Existen innumerables maneras en las que podemos ayudar a bendecir a los demás, pero cuando el objetivo final de nuestra ministración sea ayudar a las demás personas a conocer al Salvador y llegar a ser más semejantes a Él, estaremos trabajando para el día en que no tengamos que enseñarle a nuestro prójimo a conocer al Señor porque todos lo conoceremos (véase Jeremías 31:34).
La atención del Salvador estaba puesta más allá de las necesidades inmediatas
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Varias personas hicieron todo lo posible por llevar a su amigo ante Jesús para que le sanara su parálisis. Al final, el Salvador sanó al hombre, pero estaba más interesado en perdonarle sus pecados (véase Lucas 5:18–26).
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Cuando las personas llevaron al Salvador una mujer sorprendida en adulterio, Su abstención de condenarla le salvó físicamente la vida. Pero también quiso salvarla espiritualmente y le dijo que “[se fuera], y no [pecara] más” (véase Juan 8:2–11).
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María y Marta enviaron un mensaje a Jesús pidiéndole que fuera a sanar a su amigo Lázaro. Jesús, que había sanado a otras personas en innumerables ocasiones, retrasó Su llegada hasta después de que Lázaro hubo muerto. Jesús sabía lo que la familia deseaba pero, al resucitar a Lázaro de entre los muertos, fortaleció sus testimonios de Su divinidad (véase Juan 11:21–27).
¿Qué otros ejemplos puede añadir a la lista?
¿Qué podemos hacer nosotros?
Si nuestro propósito es ayudar a los demás a llegar a ser más semejantes al Salvador, ello cambiará la forma en que ministramos. Aquí tenemos algunas formas en las que esta comprensión puede guiar nuestros esfuerzos para ministrar.
Idea 1: Relacionar el servicio con el Salvador
Todos nuestros esfuerzos por hacer el bien valen la pena, pero podemos buscar oportunidades de enriquecer nuestro servicio al relacionarlo con el Salvador. Por ejemplo, si la familia a la que ministra está enferma, una comida podría ser útil, pero su expresión simple de amor podría multiplicarse mediante su testimonio del amor que el Salvador tiene por ellos. Su ayuda con el trabajo de jardinería sería apreciada, pero tal vez podría hacerse más significativa con el ofrecimiento de una bendición del sacerdocio.
El élder Neil L. Andersen, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó: “Una persona con buen corazón puede ayudar a alguien a arreglar un neumático, llevar a un compañero de habitación al médico, almorzar con alguien que está triste o sonreír y saludar a alguien para alegrarle el día.
Pero un seguidor del primer mandamiento añadirá de manera natural a estos importantes actos de servicio”1.
Idea 2: Centrarse en el camino de los convenios
Al hablar a los miembros por primera vez como Presidente de la Iglesia, el presidente Russell M. Nelson dijo: “Manténgase en el camino de los convenios”. El hacer convenios y guardarlos “abrirá la puerta a toda bendición y privilegio espiritual que están al alcance”2.
Como Santos de los Últimos Días, somos bautizados, confirmados y recibimos el don del Espíritu Santo. Los miembros varones dignos reciben el sacerdocio. Vamos al templo para recibir nuestra investidura y para sellarnos como familia para siempre. Estas ordenanzas de salvación y los convenios asociados con ellas son esenciales para que lleguemos a ser semejantes a Él a fin de que podamos estar con Él.
Podemos cumplir una función importante con respecto a prestar ayuda a los demás a lo largo de dicho camino al ayudarlos a guardar sus convenios y prepararse para hacer futuros convenios3. ¿Cómo puede ayudar a las personas o a las familias a las que usted sirve a recibir la siguiente ordenanza que necesitan? Esto podría significar ayudar a preparar a un padre para que bautice a su hija, explicar las bendiciones del siguiente convenio que se hará, o compartir maneras de tener una experiencia más significativa al renovar nuestros convenios mientras participamos de la Santa Cena.
Idea 3: Invitar y animar
Cuando sea apropiado, delibere con aquellos a quienes usted cuida sobre la conversión de ellos y los esfuerzos que hacen para ser más semejantes a Cristo. Hágales saber las fortalezas que usted ve y admira en ellos. Averigüe en qué aspectos ellos sienten que podrían mejorar y hable acerca de cómo podría ayudar usted. (Para obtener más información sobre cómo deliberar con aquellos a quienes usted ministra, consulte “Deliberar en consejo en cuanto a sus necesidades”, Liahona, septiembre de 2018, págs. 6–9).
No tenga miedo de invitarlos a seguir al Salvador y a permitirle a Él que les ayude a alcanzar su potencial divino. Esta invitación puede cambiar la vida de ellos cuando se combina con una expresión de su confianza en ellos y de la fe que usted tiene en Él.
Seis maneras en las que podemos ayudar a otras personas a progresar hacia Cristo
A continuación, hay sugerencias para apoyar a otras personas en cuanto a mejorar su vida y progresar en la senda de los convenios. (Véase el capítulo 11 de Predicad Mi Evangelio para obtener más ideas)
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Comparta. Sea auténtico y audaz cuando comparta de qué manera le ha ayudado el Salvador a medida que intenta acercarse a Él al vivir los principios del Evangelio a pesar de los contratiempos.
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Prometa bendiciones. Las personas necesitan un motivo para cambiar que sea más convincente que las razones para no cambiar. El explicar las bendiciones asociadas con una acción puede proporcionar una motivación poderosa (véase Doctrina y Convenios 130:20–21).
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Invite. El vivir un principio del Evangelio brinda un testimonio de que es verdadero (véase Juan 7:17) y conduce a una conversión más profunda4. Casi todas las interacciones pueden incluir una sencilla invitación de hacer algo que los ayudaría a progresar.
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Planifiquen juntos. ¿Qué debe suceder para que puedan mantener de forma exitosa su compromiso de cambiar? ¿Cómo puede ayudar? ¿Deben esos acontecimientos seguir un cierto orden?
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Apoye. Cuando resulte útil, desarrolle una red de apoyo de gente que puede ayudar a la persona a mantenerse motivada y tener éxito. Todos necesitamos alguien que nos vitoree.
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Haga seguimiento. Comparta el progreso regularmente. Permanezca centrado en el plan pero perfecciónelo si es necesario. Tenga paciencia, persistencia y ánimo. El cambio puede llevar tiempo.
Invitación a actuar
Considere las maneras en las que sus esfuerzos para ministrar, tanto grandes como pequeños, pueden ayudar a otras personas a profundizar su conversión y a llegar a ser más semejantes al Salvador.
Comparta sus experiencias
Envíenos sus experiencias al haber ministrado a otras personas o al haber sido ministrado. Diríjase a liahona.lds.org y haga clic en “Envíe un artículo o comentarios”.