Retratos de fe
Shelly Ellegood
Kentucky, EE. UU.
Las decisiones que Shelly tomó en la vida hicieron que se alejara de la Iglesia por años. Con la ayuda de amigos de la Iglesia, ella finalmente encontró la fortaleza y la fe para seguir adelante y ser un buen ejemplo para sus hijos.
Cody Bell, fotógrafo
Yo tenía 13 años cuando mi mamá y yo nos unimos a la Iglesia. Mi padrastro había sido miembro, pero se había inactivado, hasta que un día decidió volver a la Iglesia. Mi mamá y yo fuimos bautizadas, y mi hermana fue bautizada poco tiempo después.
Vivíamos en Misuri, EE. UU., y asistíamos a una pequeña ramita que se reunía en un salón en el segundo piso de un edificio local. Los sábados en la noche íbamos a retirar pósteres y limpiar ceniceros. Yo tocaba un pequeño teclado electrónico en nuestras reuniones. Los miembros de la rama eran como nuestra familia.
Cuando yo tenía 16 años, nos mudamos a Arizona, EE. UU. El cambio fue difícil, pero la Iglesia es bastante fuerte en Arizona. Más tarde, fui a la Universidad Brigham Young y me casé. Mi esposo y yo tuvimos cuatro hijos, y teníamos una buena vida.
Sin embargo, sucedieron cosas, y cuando nos divorciamos, fui excomulgada. Me llevó alrededor de 15 años volver a la Iglesia. Pasó mucho tiempo, pero no quería apresurarme; quería ir a la Iglesia por las razones correctas.
Recuerdo que cuando nos mudamos a Kentucky, EE. UU., llevaba a mi hijo a la Iglesia y me quedaba en el auto mientras él entraba. Fue una época difícil. Mi hija fue la primera de mis hijos que se casó en el templo, y no pude estar ahí. Eso realmente hirió mis sentimientos, pero, por supuesto, era mi culpa.
Algunas personas como yo simplemente demoramos mucho tiempo en darnos cuenta de las cosas. Los miembros y amigos del barrio fueron pacientes conmigo; me hicieron saber que estaban conmigo. Una familia en particular me tendió la mano y en verdad fue como mi familia, ya que allí yo no tenía a nadie. Me ayudaron a empezar a ir a la Iglesia, pero nunca me presionaron. Lo maravilloso es que, cuando llegó el momento, mi hijo me volvió a bautizar.
He tomado muchas malas decisiones en mi vida. Desearía no haber cometido esos errores, pero estoy agradecida por las lecciones que estoy aprendiendo durante el proceso del arrepentimiento. Ninguno de nosotros pasa la vida sin cometer errores; solo el Salvador fue capaz de lograrlo. Cuando nos equivocamos, es importante acudir a Él en busca de fortaleza y aprender de esos errores.
Sé que no puedo volver al pasado y cambiar las cosas, pero ahora mi meta es hacer todo lo posible para darles un buen ejemplo a mis hijos, ya que por muchos años no lo tuvieron. Espero que puedan ver que he superado muchos desafíos.
Quiero que ellos sepan que si pasan por momentos difíciles, pueden sobrellevarlos acudiendo al Salvador en busca de ayuda. Es cuestión de tener fe y nunca darse por vencido. El Señor me ha ayudado en los momentos difíciles, y sé que Él también puede ayudarlos a ellos. El proceso ha sido doloroso, pero el Señor me ha levantado y me ha fortalecido.