La última palabra
Un Santo de los Últimos Días sigue intentándolo
De un discurso de la Conferencia General de abril de 2015
En Su misericordia, Dios promete el perdón si nos arrepentimos y nos alejamos de la maldad; tanto así que ni siquiera se recordarán nuestros pecados. Nosotros, gracias a la expiación de Cristo y a nuestro arrepentimiento, podemos ver nuestros hechos anteriores y decir: “Ese es quien yo era, pero ese yo malvado de antes ya no es quien soy”.
El presidente Thomas S. Monson ha enseñado: “Uno de los dones más grandes que Dios nos ha dado es el gozo que se siente al intentar algo por segunda vez; ningún fracaso tiene por qué ser terminante”1. Aun cuando hayamos pecado en forma consciente y deliberada o hayamos afrontado el fracaso y la decepción repetidamente, el momento en que decidamos intentarlo otra vez, la expiación de Cristo nos ayudará; y debemos recordar que no es el Espíritu Santo quien nos dice que estamos tan perdidos que ni siquiera vale la pena tratar.
El deseo de Dios de que los Santos de los Últimos Días sigan intentándolo también se extiende más allá de superar el pecado. Ya sea que suframos debido a relaciones difíciles, desafíos económicos, enfermedades o como consecuencia de los pecados de alguien más, la expiación infinita del Salvador puede sanar aún —y quizás en especial— a aquellos que han sufrido inocentemente. Él entiende muy bien lo que significa sufrir inocentemente como consecuencia de la transgresión de otra persona. Como fue profetizado, el Salvador va a “vendar a los quebrantados de corazón… [dar] gloria en lugar de ceniza, aceite de gozo en lugar de luto, [y] manto de alegría en lugar de espíritu apesadumbrado” (Isaías 61:1–3; véase también Lucas 4:16–21). Sin importar las circunstancias, con Su ayuda, Dios espera que los Santos de los Últimos Días sigamos intentándolo.
Mi invitación a todos nosotros es que evaluemos nuestra vida, nos arrepintamos y sigamos intentándolo. Si no lo intentamos, solo somos pecadores de los últimos días; si no perseveramos, somos inconstantes de los últimos días y si no permitimos que los demás lo intenten, solo somos hipócritas de los últimos días; al intentarlo, perseverar y ayudar a los demás a hacer lo mismo, somos verdaderos Santos de los Últimos Días. Conforme cambiemos, descubriremos que en verdad a Dios le importa más quiénes somos y en quiénes nos estamos convirtiendo, que quiénes fuimos alguna vez.