Tender la mano a Ken
El autor vive en Taiwán.
La mano del Señor guio mis esfuerzos para ministrar.
Cuando tenía 16 años, me mudé a un barrio taiwanés. Ken, un jovencito de 13 años, se había bautizado recientemente, pero poco después de su bautismo, Ken casi nunca asistía a la Iglesia. Yo tenía un gran deseo de ayudarlo a volver a la Iglesia. Lo invité a venir a muchas de las actividades de la Iglesia. Ken jugaba al baloncesto en la Mutual y se unió al coro de jóvenes. Él y su hermana, Linda, también comenzaron a asistir a las clases de inglés gratuitas que enseñábamos mi familia y los misioneros. Poco después, Linda comenzó a asistir también a las actividades para los jóvenes. Yo podía ver la mano de Dios ayudándonos.
La familia de Ken se preguntaba por qué mi familia trataba de ayudar a Ken y Linda. Les dijimos que el Evangelio nos había brindado gran gozo y que realmente deseábamos que otras personas encontraran el mismo gozo y paz que provenían del Salvador. Más tarde, Linda y Ken aceptaron nuestra invitación para asistir a la Iglesia. Linda lo hizo y tuvo una experiencia increíble. Sin embargo, Ken estaba enfermo y, cuando oré sobre qué podía hacer yo para ayudarlo, sentí la impresión de que debíamos llevarle la Santa Cena. Con el permiso del obispo, nuestra familia fue a su casa y mi hermano y yo ayudamos a administrarle la Santa Cena. También conversamos con su familia; me sentí lleno de paz.
Nuestra familia ha orado por Ken y todos nosotros sentimos amor por él y su familia. Los jóvenes y los adultos del barrio y de la estaca continúan hermanando a Ken y Linda. Los esfuerzos combinados de los miembros para ministrar están ayudándolos a sentir el amor del Salvador. Esta experiencia de tratar de ministrar como el Salvador ha traído gran gozo a mi vida. La ministración es la obra del Señor y, debido a que es Su obra, Su mano guiará nuestros esfuerzos para ministrar.