Voces de los Santos
Conversión
La historia de nuestra conversión es diferente, pero nuestro testimonio es el mismo.
En Ecuador, nuestros padres y sus cinco hijos asistíamos a las reuniones de otra denominación religiosa; pero al mudarnos a España, en 2006, conocimos el Evangelio restaurado.
Glenda fue la primera en recibir su propio testimonio del Evangelio y en bautizarse, junto con Bryan y nuestra madre. Al cumplir los ocho años de edad, nuestra hermana menor también se bautizó. Así, una parte de la familia se convirtió a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, pero la otra no. A nuestro padre, a nuestro hermano mayor y a Danny les costaba aceptar algunas doctrinas.
La historia de Danny
Después de haber escuchado sobre la Iglesia restaurada por varios años, por fin tuve la “verdadera intención” y me arrodillé en busca del Señor y de Su Iglesia. Poco después, encontré a dos misioneros en la calle y me acerqué a hablar con ellos. Comencé a recibir las charlas y a leer el Libro de Mormón todos los días durante tres meses hasta que recibí mi testimonio y me bauticé el 3 de enero de 2015. Mi testimonio fue y es tan claro que solo quise vivir para servir a Dios; así que, aun antes de bautizarme, cuando los misioneros me hablaban de la obra misional, ¡yo ya quería ser misionero!
En abril de 2016, tuve la bendición de ir a servir al Señor a mi propio país, Ecuador, muy cerca de donde vivía mi familia. Sin embargo, no tuve ocasión de verlos sino hasta veinticuatro meses después, cuando mi madre y mi hermana Glenda viajaron allí. Glenda acababa de servir una misión también, así que, el Señor permitió que nos reuniésemos con nuestra familia en Ecuador doce años después y les diéramos a conocer el Evangelio.
La historia de Glenda
Gracias a la fe que nos enseñaron nuestros padres desde niños, fuimos guiados a encontrar y conocer La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Servir en una misión de tiempo completo ha sido un milagro para mí. Nunca había tenido ni siquiera el pensamiento de servir en una misión, hasta que empecé a acompañar a las misioneras y una luz empezó a crecer y a brillar dentro mí. Con gran gozo y felicidad, me preparé para servir en el campo misional, y así fue como recibí respuesta a mis oraciones.
En la última entrevista que tuve con mi presidente de misión, me preguntó cómo pensaba que se sentiría el Padre Celestial por mi servicio misional, a lo que le contesté con una gran sonrisa: “He servido con devoción al Altísimo”.
El sentimiento que se vive en la misión es inefable. Baste decir que es una experiencia maravillosa y gozosa. Aliento a los jóvenes y las jovencitas en edad de servir en una misión a que lo hagan; es una decisión de la que jamás se arrepentirán y por la que se sentirán amados y agradecidos por el privilegio que el Señor les ha otorgado.
Sé con toda convicción y seguridad que Dios es mi Padre Celestial, y que vela por el bienestar y la felicidad de todos Sus hijos. Amo a mi Salvador Jesucristo por el legado que nos ha dejado; Su evangelio restaurado me inspira a llegar a ser como Él es y a servir como Él sirvió.
La historia de Bryan
Desde mi niñez creí que mi vida y todo cuanto iba a suceder en ella se vería influenciada por la mano de un Ser que, como me habían enseñado, se acordaba en todo momento de mí. Si yo ponía de mi parte, confiando siempre en Su bondad, Él bendeciría todos mis hechos.
Agradezco la constante invitación que Él extiende a las personas para conocerle y venir a Él, el único Dios verdadero y viviente, y llevaré esta invitación como misionero de Su Iglesia a los habitantes de Puerto Rico, donde me han llamado a servir, y a las personas del mundo, como miembro de Su Iglesia.
La fe, el amor y el servicio de estos tres hermanos, Glenda, Danni y Bryan, de la familia Sigcha, nos alientan a los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos días a seguir a Cristo y vivir el Evangelio como Él lo hizo.