Retratos de fe
Tomicka Barnes
Alabama, EE. UU.
Lo que perturbó la fe de Tomicka no fue saber en cuanto a la restricción del sacerdocio, sino las especulaciones sobre tal restricción que expresaban algunos Santos de los Últimos Días. Tomicka afrontaba una decisión: apartarse de la Iglesia o aferrarse a la barra de hierro. Gracias al Libro de Mormón, se aferró con fuerza.
Leslie Nilsson, fotógrafo
Crecí en la Iglesia, asistí a la Primaria y pasé por el programa de las Mujeres Jóvenes; me encantaba. Mis mejores amigos eran Santos de los Últimos Días. No obstante, al partir a la universidad, no estaba tan activa en la Iglesia como debería haber estado.
Nunca tuve dudas de que el Evangelio fuera verdadero, pero después de la universidad, leí acerca de la restricción del sacerdocio a los afroamericanos. En verdad comenzó a perturbarme, no tanto la restricción en sí, sino lo que las personas decían que eran las razones de la restricción.
Algunas personas decían cosas como: “Tú no fuiste tan valiente como los demás en la guerra en los cielos” o “No eres tan inteligente o tan fiel como los demás”. Aquello no concordaba con lo que yo sabía con certeza de mi madre, de otros miembros de la Iglesia de raza negra que son muy buenos ejemplos de fe, e incluso de personas de raza negra fieles fuera de la Iglesia.
Pasé por un trance, una crisis de fe, donde pensé que sencillamente me apartaría de todo. Pero en ese momento pensé: “¿Es verdadero el Libro de Mormón? ¿Crees que es verdadero?”.
Podía contestar: “Sí, sin lugar a dudas, creo que es verdadero”. Entonces el Espíritu me dijo: “Pues si el Libro de Mormón es verdadero, entonces todo lo demás también lo es”.
Recibí la impresión de que el Evangelio es perfecto, pero las personas no. Por consiguiente, tengo que recordarme a mí misma una y otra vez que la gente a veces hace y dice cosas que no coinciden con lo que nos enseña el Evangelio.
Algunas personas de la Iglesia dirán cosas que son incorrectas. El Evangelio es perfecto, pero las personas no; la Iglesia es para personas imperfectas. Estamos tratando de llegar a serlo, pero aún estamos lejos de lograrlo.
Un amigo me preguntó sin rodeos: “¿Cómo te quedaste, sabiendo todo eso?”. Respondí: “Por mi testimonio del Libro de Mormón”. Creo que es verdadero; no, más bien, sé que es verdadero.
Aquella fue la razón por la que pude quedarme.